martes, 12 de febrero de 2013

Anatomía del momento creativo

Anatomía del momento creativo

1. Preparar el camino
            Es el momento en que te sumerges en el problema, en busca de cualquier  formación que pueda resultar relevante. Es entonces cuando dejas vagabundear libremente tu imaginación, cuando te abres a cualquier cosa que sea incluso apenas pertinente con respecto al problema.  La idea consiste en reunir una amplia gama de datos, de modo que elementos insólitos e improbables puedan comenzar a encajar una con otra.
            Importante: ser receptivo, poder escuchar abiertamente y bien.
            Impedimentos: “fijación funcional” (trampa a la rutina); “psicoesclerosis” (endurecimiento de las actitudes). La autocensura; la frustración.
            La frustración surge en el momento en que la mente analítica, racional, en busca de una solución, alcanza el límite de sus habilidades.
Aunque a nadie le gustan la frustración y el desánimo, las personas que mantienen su creatividad a lo largo de toda la vida  llegan a aceptar que los períodos de angustia constituyen una parte necesaria de la totalidad del proceso creativo. Cuando la oscuridad es vista como un preludio necesario a la luz creativa, es menos probable que se atribuya la frustración a la ineptitud personal o reciba el rótulo de “mala”. Esta visión más positiva de la ansiedad puede fomentar una mayor disposición a continuar intentando solucionar un problema a pesar de la frustración.

2. Incubación
            Una vez que has reflexionado acerca de todas las piezas relevantes y empujado hasta el límite tu mente racional, puedes dejar que el problema se cueza a fuego lento. Aquí es donde digieres todo lo que has reunido. Mientras que la preparación exige un trabajo activo, la incubación es más pasiva, un estado en que mucho de lo que sucede se desarrolla fuera de tu conciencia enfocada, en el inconciente.
            Aunque de vez en cuando puedas extraer el problema de esta zona crepuscular de tu mente y dedicarle toda tu atención, tu mente continúa buscando una solución aunque estés o no pensando en forma conciente en ello. Ciertamente, la respuesta puede llegar en un sueño o en ese estado nebuloso semejante al sueño, en que estás a punto de dormirte o en cuanto te despiertas por la mañana.
            A menudo, subestimamos el poder del inconciente, pero éste, es mucho más fértil para las iluminaciones creativas que el conciente.
            Otra fortaleza del inconciente radica en que es el almacén de todo lo que sabes y conoces, incluidas cosas que no puedes evocar rápidamente al nivel conciente. El conocimiento inconciente suele manifestarse más como una sensación percibida de lo acertado: una corazonada.
            Nuestra intuición se alimenta directamente  del vasto archivo de información que es un libro abierto para el inconciente, pero hasta cierto punto cerrado para el conciente.

3. Soñar despiertos
            Cuando estamos más abiertos a la inventiva del inconciente es en aquellos momentos en que no pensamos en nada en particular. Es por eso que “soñar despierto” es tan útil en la búsqueda de la creatividad. Después de haberse sumergido en un problema, da muy buenos frutos dejarlo de lado por un tiempo.
            Cualquier momento en que podamos soñar despiertos y relajarnos es útil para el proceso creativo: una ducha, un largo trayecto en coche, una caminata en silencio.

4. Iluminación
            Con suerte, la inmersión y el soñar despierto llevan a la iluminación, cuando de repente se te ocurre la respuesta como salida de la nada. Ésta es la etapa que en general, se lleva toda la gloria y la atención. Es el momento que la gente anhela y ansía, aquel en que exclamamos: ¡Eureka!
            Pero el pensamiento solo –aunque sea todo un hallazgo revelador- todavía no es un acto creativo. La etapa final es la traducción, es decir, cuando tomas tu idea y la transformas en acción. Traducir tu iluminación en realidad convierte tu gran idea en algo más que un simple pensamiento pasajero; la idea se vuelve útil para ti y para los demás.
            Cualquier modelo de las etapas del proceso creativo constituye sólo una aproximación tosca a un proceso que en realidad es muy fluido y puede seguir una diversidad de rumbos. Un escritor o artista podrá experimentar una serie continua de iluminaciones que los llevarán desde el comienzo hasta el final de la obra. Un inventor quizá dedique la mayor parte de su tiempo de trabajo a la preparación y ejecución: ese 90% del genio que, como nos dijo Edison, es transpiración, no inspiración.
            Más a menudo, en el curso de una creación compleja como escribir una guión cinematográfico o proyectar un edificio, el acto de creación es una larga serie de actos, con múltiples y sucesivas preparaciones, frustraciones, incubaciones, iluminaciones y traducciones a la acción.



 
Una dimensión importante de la creatividad –en especial los esfuerzos que influyen en los demás y por los cuales la gente se hace famosa- es el público. El acto creativo tiene una dimensión social de importancia crucial. “Ser creativo significa que haces algo que, ante todo, es fuera de lo común”, opina Howard Gardner.

Referencia bibliográfica: Goleman, Daniel. (2000). El espíritu creativo. Buenas Aires: Ediciones Vergara.

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