sábado, 19 de marzo de 2016

¿Cómo contribuir a que su hijo muestre mayor empatía hacia los demás?

Tal como lo hemos visto, la empatía —la base de todas las capacidades sociales— surge naturalmente en la gran mayoría de los niños. Puede resultarle sorprendente que la mayoría de los estudios no muestren diferencias significativas en las conductas empáticas de niños y niñas. En general, los varones son tan serviciales como las niñas pero tienden a llevar a cabo actividades físicamente serviciales o de "rescate" (como ayudar a otro niño a aprender a andar en bicicleta), mientras que las niñas son aptas para ser más solidarias desde el punto de vista psicológico (como consolar a otro niño que está perturbado). Ni la clase social ni el tamaño de la familia parecen estar relacionados con los comportamientos empáticos, aunque los hermanos mayores parecen ser en general más serviciales que sus contrapartes más jóvenes. Tiende a producirse una conducta más servicial entre hermanos cuando existen más diferencias de edades.

Dada esta situación y el impulso natural de nuestros niños a mostrarse serviciales y considerados, podríamos esperar encontrar una conducta empática mucho más frecuente y coherente de lo que en realidad ocurre. En la mayoría de los casos en que los niños se muestran poco amables, desconsiderados e incluso crueles, podemos encontrar en el hogar una explicación para esta conducta "poco natural".
Si usted quiere criar a un hijo que se preocupe por los demás y cuyas conductas sean coherentes con estos sentimientos, esto es lo que puede hacer.


"Levante la medida" de sus expectativas respecto de una conducta considerada y responsable en sus hijos

En algunas familias, la religión desempeña un papel importante en el desarrollo moral de los niños. Aunque la mayoría de las religiones requieren que los niños memoricen una lista de normas morales, como los Diez Mandamientos, esta simple memorización y recitado no parece producir mayores efectos en su conducta. Lo que resulta efectivo como influencia en los niños es la forma en que los padres ponen en práctica el sistema de valores de su religión en sus vidas cotidianas.

Algunas comunidades religiosas enseñan a los niños a preocuparse por los demás en forma particularmente efectiva. Por ejemplo, en su libro Raising Your Child to Be a Mensch (Educar a su hijo para que sea un mensch), el rabino Neil Kurshan define el énfasis judío en la preocupación por los demás. Escribe al respecto: "(La palabra) menschlichkeit (significa) responsabilidad fusionada con compasión, la sensación de que nuestras propias necesidades y deseos personales están limitados por las necesidades y los deseos de los demás. Un mensch actúa con moderación y humildad, mostrando siempre sensibilidad hacia los sentimientos y pensamientos de los demás. En tanto que menschen sentimos una pasión genuina por aliviar el dolor y el sufrimiento de quienes nos rodean".

El rabino Kurshan se lamenta de que la palabra "mensch" haya prácticamente desaparecido de la cultura judeo-norteamericana. Describe un incidente en el que le solicitó a una clase de adolescentes que definieran el término, recibiendo como única respuesta una serie de miradas intrigadas de confusión. Luego un muchacho, levantando su mano vigorosamente explicó que se trata de una "mujer bonita a la que le gusta coquetear con los hombres".

—No —explicó el rabino confusamente— no es eso. Luego ofreció una explicación adecuada. Sólo más tarde se le ocurrió que ese muchacho le había dado en realidad una definición de la palabra "wench" (antigua palabra inglesa para prostituta). Kurshan atribuye la desaparición de la menschlichkeit de todos los niveles de la sociedad a la disminución de las expectativas de los padres, incluso hasta el extremo de que estos temen en realidad la desaprobación y el rechazo de sus hijos. Explica: "a lo largo de los años he conocido parejas que suelen ocultar cinco o diez dólares en sus cómodas para que sus hijos los encuentren porque temen que, de lo contrario, les roben mucho más de sus billeteras. Conozco a algunos padres que no establecen ningún tipo de horario límite por temor a que sus hijos los ignoren, y padres que se muerden la lengua cuando sus hijos los llaman 'imbéciles' o 'idiotas'".

Si usted quiere que sus hijos se tornen más empáticos, atentos y responsables, entonces debe esperarlo de ellos. Debe establecer normas familiares claras y coherentes y no renunciar a ellas. Debe requerirles que sean responsables. Ya desde los tres años, debería esperarse que los niños se limpien a sí mismos e inclusive ayuden en tareas simples, como poner la mesa. Las tareas domésticas y otras responsabilidades deberían aumentar con la edad, y no deberían estar atadas a recompensas, ni siquiera a un estipendio. Debería esperarse que los niños ayuden en la casa porque ayudar a los demás es lo correcto. Recibir una mensualidad y aprender a manejar dinero es un asunto totalmente distinto.

Si usted quiere que su hijo sea atento, considerado y responsable, debe hacer algo simple: levante la medida de sus expectativas. Ser un padre permisivo es fácil. Es fácil hacer la cama de su hijo o sus deberes escolares. Pero para criar niños más responsables, los padres deben tornarse ellos mismos más responsables y pueden comenzar a hacerlo dejando de lado la idea de que malcriar a sus hijos no los perjudicará. Sí lo hará.




Enséñeles a sus hijos a practicar "actos aleatorios de bondad"

El estadista romano Cicerón escribió una vez: "En nada se acercan más los hombres a los dioses que al hacer el bien para sus semejantes". Una de las formas más simples y efectivas para enseñarles a los niños la empatía es la práctica de "actos aleatorios de bondad". Este movimiento nacional fue iniciado por el libro Random Acts of Kindness (Actos fortuitos de bondad) que contiene anécdotas sobre la forma en que actos simples de consideración y solicitud afectan la vida de las personas. Un estudiante universitario recibió tarjetas postales anónimas y misteriosas por parte de la madre de un amigo que tornó sus primeros meses fuera de casa más llevaderos. Una mujer dejó una lámpara rota en el ómnibus, y el conductor se apartó de su camino y se la devolvió reparada. Una viuda reciente salió de su coche y sollozó al costado de la ruta, porque el viaje de Navidad con sus hijos adolescentes era una gran decepción. Un extraño detuvo su automóvil, sostuvo y consoló a la mujer e invitó a su familia a beber un té y a recorrer la ciudad para ver las luces navideñas.

Lo que les resultó curioso a los editores de Random Acts of Kindness de Conari Press, que seguían recibiendo innumerables historias de bondad, era hasta qué punto los actos buenos más simples podían modificar la vida de la gente. Escriben lo siguiente en el prefacio al segundo volumen de cartas: "Desde la posición ventajosa de haber leído tantas historias de personas diferentes... la bondad emerge como una de las herramientas más poderosas a nuestra disposición a medida que avanzamos en nuestras vidas. Su poder no sólo resulta fácilmente accesible para cualquiera que se preocupe por usarla, sino que no puede disminuir nunca; por el contrario, se expande con cada acción".

Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para convertir a la bondad en un proyecto familiar. Compre un diario "en blanco" en la librería y registre cada día un acto de bondad para cada persona de la familia. Un acto de bondad puede ser algo tan simple como sostenerle la puerta a alguien o llamar por teléfono a un amigo enfermo. A medida que la bondad se vuelve un hábito, usted se dará cuenta de que los niños no quedarán nunca conformes. Se esmerarán más de lo habitual para llevar a cabo actos altruistas.


Comprometa a su hijo con el servicio comunitario

Muchas escuelas en todo el país están comenzando a requerir el servicio comunitario como una condición para la graduación del colegio secundario. Según un estudio de 1994 efectuado por el Educational Research Service, más del 30 por ciento de las escuelas públicas y privadas estadounidenses disponen actualmente —o planean hacerlo en un futuro cercano— la realización de un servicio comunitario como requisito para la graduación. Dicho requisito varía de 40 horas en Laguna Beach, California, a 240 horas en St. Louis, Missouri. Pero el hecho de que las escuelas deben ordenar un servicio comunitario a fin de cumplir su obligación de graduar a ciudadanos responsables es un triste indicador del fracaso familiar.

Aunque algunos grupos religiosos practican el servicio comunitario como parte de su compromiso religioso, la gran mayoría de los niños no experimentan la pertenencia y el significado que surgen cuando la gente está regularmente comprometida con esfuerzos organizados para ayudar a los menos aventajados.

Aunque muchos padres transmiten este valor a sus hijos, sólo los actos producen un impacto real.Comprometerse usted y su familia a ayudar regularmente a los demás en proyectos organizados no sólo les enseñará a sus hijos a preocuparse más por los demás sino que les enseñará también aptitudes sociales, la importancia de la cooperación, y el valor de la perseverancia para el logro de los objetivos. Son todas capacidades que contribuyen a un CE elevado.

Si usted no es miembro de un grupo religioso o de servicio a la comunidad donde los niños participan por lo menos dos veces por semana, existen varios buenos recursos para impulsarlo a comenzar. Estos incluyen las obras The Kids' Guide to Social Responsibility (La guía para niños hacia la responsabilidad social) y The Helping Hands Handbook (El manual de las manos que ayudan). En estas obras y en libros similares se sugieren actividades como las siguientes:
  • Trabajar en un comedor de beneficencia.
  • Formar parte de una organización para salvar las especies en extinción.
  • Trabajar arduamente en proyectos de limpieza del vecindario.
  • Leerles a los ancianos en un geriátrico.
  • Ser el tutor de niños pequeños.
  • Fabricar muñecas para los niños enfermos.


Si usted se pone en contacto con su periódico local, puede enterarse de decenas de proyectos valiosos que se están llevando a cabo en su comunidad. Seguramente habrá uno que resultará atractivo a usted y a su hijo. Los factores claves para recordar cuando uno hace que el servicio comunitario forme parte de la vida de sus hijos son:
  • Elegir algo significativo para usted y sus hijos.
  • Lograr que su compromiso sea una prioridad en su vida. No permitir que el interés decaiga.
  • Participar en el proyecto con sus hijos en la mayor medida posible.

Fuente:Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional. pp. 38-43.

Las etapas de la Empatía

Los psicólogos del desarrollo señalan que existen en realidad dos componentes para la empatía: una reacción emocional hacia los demás, que normalmente se desarrolla en los primeros seis años de la vida de un niño, y una reacción cognoscitiva, que determina el grado en el que los niños de más edad son capaces de percibir el punto de vista o la perspectiva de otra persona.

Podemos observar una empatía emocional en la mayoría de los niños pequeños a lo largo de su primer año de vida. Los bebés suelen darse vuelta para observar a otro niño llorar y frecuentemente se pondrán a llorar también. El psicólogo del desarrollo Martin Hoffman la denomina "empatía global" debido a la incapacidad del niño para distinguir entre él mismo y su mundo, interpretando la aflicción de cualquier otro bebé como propia.



Entre la edad de uno y dos años, los niños ingresan en una segunda etapa de empatía en la que pueden ver claramente que la congoja de otra persona no es la propia. La mayoría de los niños de esa edad tratan en forma intuitiva de reducir la congoja del otro. Sin embargo, debido a su desarrollo cognoscitivo inmaduro, no están seguros de lo que deberían hacer exactamente, adquiriendo un estado de confusión empática, tal como se ilustra en el siguiente ejemplo:
Sara mostró esta confusión empática cuando su compañera de juego, Melanie, comenzó a llorar repentinamente. Al principio, pareció que Sara comenzaría a llorar también, pero luego se puso de pie, dejó los bloques con los que había estado jugando, y comenzó a acariciar a Melanie.
Cuando la madre de Melanie entró en la habitación y levantó a Melanie en sus brazos para ver qué estaba ocurriendo, su hija no hizo más que sollozar más fuerte. Al ver que Melanie seguía acongojada, pero al tener que hacerse cargo también de otra persona, Sara comenzó a acariciar suavemente el brazo de la madre de Melanie. Al decidir que Melanie estaba mojada, su madre se la llevó de la habitación, dejando a Sara sola y aparentemente insatisfecha con los resultados de su intercesión. Sara se acercó entonces a un oso de peluche y comenzó a acariciarlo, acariciando también, de vez en cuando, su propio brazo.



Algunos niños parecen nacer con más empatía que otros. Los psicólogos M. Radke- Yarrow y A. Zahn-Waxler señalan en un estudio sobre niños de uno a dos años, que algunos respondieron a la congoja de otros niños con una expresión de sentimientos empáticos e intentos directos por ayudar, mientras que otros se limitaron a observar y expresar más interés que preocupación. Un tercer grupo mostró una reacción negativa ante el dolor de otros niños, algunos se retiraron de los que estaban llorando y otros incluso regañaron o golpearon al niño que se lamentaba.

A medida que sus capacidades perceptivas y cognoscitivas maduran, los niños aprenden cada vez más a reconocer los diferentes signos de la congoja emocional del otro, y son capaces de combinar su preocupación con conductas adecuadas.

A los seis años comienza la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad de ver cosas desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. Las capacidades relacionadas con la adopción de una perspectiva le permiten a un niño saber cuándo acercarse a un amigo desdichado y cuándo dejarlo tranquilo. La empatía cognoscitiva no requiere de comunicación emocional (tal como el llanto), porque un niño ya ha desarrollado entonces un punto de referencia o modelo interno respecto de cómo puede sentirse una persona en una situación de congoja, ya sea que lo demuestre o no.

Por ejemplo, Kevin, de ocho años, decidió quedarse afuera del mercado de la esquina mientras su madre hacía compras para la cena. Vio a una mujer, aproximadamente de la edad de su abuela, cargada de bolsas de compras que se dirigía hacia la puerta. En forma instintiva, él la abrió.

—Gracias, jovencito, ¡qué dulce! —respondió la anciana a su gesto considerado.
Momentos después, una joven madre se acercó a la puerta, llevando una bolsa de compras y cargando un bebé arropado en los brazos. Kevin volvió a abrir rápidamente la puerta y recibió el debido agradecimiento.

Luego se acercó un hombre con un gorro de pintor sosteniendo una taza de café, otra mujer mayor, y dos adolescentes charlando. Kevin le abrió la puerta a cada una de las personas, y recibió el agradecimiento de cada una de ellas. Kevin estaba en condiciones de imaginar la forma de sentir de estos individuos, aun cuando no dijeran nada, y actuó en forma correspondiente. Estaba usando sus capacidades de empatía cognoscitiva.


Hacia el final de la niñez, entre los diez y los doce años, los niños expanden su empatía más allá de aquellos a los que conocen u observan directamente, para incluir a grupos de gente que no conocieron nunca. En esta etapa, denominada empatía abstracta, los niños expresan su preocupación por gente que tiene menos ventajas que ellos, ya sea que vivan en otra manzana o en otro país. Cuando los niños hacen algo acerca de estas diferencias percibidas a través de actos caritativos y altruistas, podemos suponer que han adquirido en forma completa la capacidad de empatía del CE.



Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional.

Cómo alentar la Empatía y la Atención

Dwaina Brooks estaba estudiando en su clase de cuarto grado el fenómeno de las personas sin hogar. Como para la mayoría de los niños de su edad, se trataba de un tema que revestía más interés que otro que afectara su vida.
Un día, mientras volvía de la escuela a su casa, se detuvo para hablarle a una de estas personas y le hizo la simple pregunta siguiente:
— ¿Qué necesita?
—Necesito un trabajo y una casa —respondió concretamente. Dwaina sabía que no podía darle esas cosas de modo que le preguntó:
— ¿Hay alguna otra cosa que necesite?
—Me encantaría una comida realmente buena —respondió, y Dwaina pensó que eso era algo en lo que podría contribuir. Después de tres días de hacer compras y planes, Dwaina, su madre y sus dos hermanas, prepararon más de cien comidas que llevaron a un refugio cercano para desamparados. Casi todos los viernes por la noche, durante un año, Dwaina y su familia hicieron lo mismo. Solicitando donaciones de la comunidad y la ayuda de sus compañeros de clase, Dwaina preparó miles de comidas para los desamparados de Dallas.
Explicó su filosofía a un periodista de USA Today: "Cada uno de nosotros debería tener algún tipo de preocupación por los demás. (...) Y se los debemos. No hay nadie que no haya sido ayudado alguna vez por otro. Deberíamos estar siempre preparados para devolver lo que la gente nos ha dado”.

Dwaina ejemplifica lo que significa mostrar empatía: fue capaz de colocarse en los zapatos de otro. En realidad, mostró algo más que empatía, porque una vez que reconoció lo que su vecino desamparado sentía, se mostró dispuesta a actuar en su nombre. Como resultado de ello, ayudó a cientos de personas.


La recompensa de enseñarles a los niños a mostrar más empatía es enorme. Aquellos que tienen fuertes capacidades empáticas tienden a ser menos agresivos y participan en una mayor cantidad de acciones pro sociales, tales como ayudar y compartir. Como resultado de ello, los niños empáticos son más apreciados por pares y adultos y tienen más éxito en la escuela y en el trabajo. No resulta sorprendente que los niños empáticos crezcan con una mayor capacidad de lograr un contacto íntimo en sus relaciones con sus cónyuges, amigos e hijos.

Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional.

viernes, 11 de marzo de 2016

La Disciplina Positiva

La Disciplina Positiva
Muy pocos padres tienen problemas en aprender los principios de la atención positiva, pero la disciplina positiva es otra historia. Cuando hablo de disciplina positiva me refiero simplemente al hecho de que usted necesita contar con formas bien pensadas, previsibles y apropiadas según la edad de responder a la mala conducta de sus hijos.


¿Qué haría en la situación siguiente?

Las vendedoras de la pequeña joyería quedaron de una pieza, como la mayoría de los clientes. En el medio de la tienda, durante el día más concurrido de las vacaciones, un niño de cinco años tenía un berrinche completo, sacudiendo los brazos y pateando, gritando con toda la capacidad de los pulmones, peligrosamente cerca de una vitrina con joyas finas. Su madre, aparentemente tan despreocupada por lo que la rodeaba como su hijo, se sentó junto a él con las piernas cruzadas en posición de loto y comenzó una conversación.
—Vamos Benji, debes hablarme sobre lo que ocurre en lugar de llorar. No puedo comprender cuál es el problema si lloras. Sé que estás enfadado, pero debes decirme qué te molesta si quieres que haga algo al respecto.
—Yo te diré lo que me molesta —musitó la propietaria de la joyería, preguntándose si tendría el coraje o la fuerza de echar tanto a la madre como al hijo de la tienda. En lugar de ello, se limitó a observar y esperar, preguntándose qué pensaría la madre con respecto al efecto que este incidente le estaba produciendo a su hijo.

La madre de la joyería tenía la creencia errónea de que siempre hay que razonar con los niños y ofrecerles opciones, aun cuando se comporten mal más allá de los límites sociales aceptados. Tal como lo escribe William Damon en su libro Greater Expectations: Overcoming the Culture of Indulgence in Our Homes and Schools (Mayores expectativas: sobreponerse a la cultura de la indulgencia en nuestros hogares y en la escuela). "Todos los jóvenes necesitan disciplina en un sentido positivo y restringido. Si los niños pretenden aprender capacidades productivas, necesitan desarrollar la disciplina a fin de aprovechar al máximo sus talentos innatos. También deben encontrar una disciplina firme y coherente cada vez que ponen a prueba los límites de las normas sociales (como lo hacen todos los niños de vez en cuando)". En realidad, es imposible desarrollar un estilo de padre que apunte a mejorar el CE de sus hijos sin mostrar también una forma coherente y efectiva de disciplinarlos. Pero tal como se lo dirán los docentes y asesores psicopedagógicos, se trata de un área en la que muchos padres norteamericanos experimentan grandes dificultades. Aunque existen cientos de libros sobre la manera de disciplinar mejor a sus hijos, la disciplina efectiva se reduce realmente a unos pocos principios y estrategias:
  1. Establezca reglas y límites claros y aténgase a ellos. Si puede, escríbalos y fíjelos sobre la pared.
  2. Déle a su hijo advertencias y señales cuando comienza a comportarse mal. Es la mejor manera de enseñarle el autocontrol.
  3. Defina el comportamiento positivo reforzando la buena conducta con elogios y afecto e ignorando la conducta que sólo apunta a llamar la atención.
  4. Eduque a su hijo conforme a sus expectativas. En general, los padres no emplean el tiempo suficiente para hablar con sus hijos acerca de los valores y las normas, y por qué estos son importantes.
  5. Prevenga los problemas antes de que se produzcan. Según la psicología de la conducta, la mayoría de los problemas se producen como resultado de un estímulo o una señal específica. La comprensión y eliminación de dichas señales lo ayudarán a evitar situaciones que dan lugar a una mala conducta.
  6. Cuando se viola una norma o un límite claramente establecido, en forma intencional o de otro modo, aplique de inmediato un castigo adecuado. Sea coherente y haga exactamente lo que dijo que haría.
  7. Cuando un castigo es necesario, asegúrese de que guarde relación con la infracción a la regla o la mala conducta (que el castigo se ajuste al delito).
  8. Siéntase cómodo con un conjunto de técnicas disciplinarias. Las que se recomiendan con mayor frecuencia incluyen:

  • A. Las reprimendas: es lo primero que deben hacer los padres, y se utiliza con suficiente frecuencia. Véase el Capítulo 7 para un análisis sobre la forma de reprender a sus hijos para que su conducta cambie sin que desarrollen resentimiento hacia usted o una auto imagen negativa.
  • B. Las consecuencias naturales: esta estrategia se refiere a dejar que sus hijos experimenten las consecuencias lógicas de su mala conducta a fin de que perciban por qué una norma en particular es importante. 
  • Por ejemplo, a un niño que pierde el tiempo cuando su madre está tratando de apurarlo para que tome el ómnibus escolar, se lo podría hacer caminar hasta la escuela y hacer que le explique al director la razón por la que llega tarde. (Sin embargo, las consecuencias naturales pueden a veces ser poco realistas o incluso peligrosas, como cuando usted quiere enseñarle a su pequeño que no debe correr en la calle, o por qué no debe jugar con fuego.)
  • C. El rincón: tal vez la técnica disciplinaria más comúnmente indicada. La medida del rincón consiste en ubicar a su hijo en un rincón neutro y poco estimulante durante un período breve (un minuto por cada año de la edad del niño). Esto también puede resultar efectivo cuando los niños se conducen mal en lugares públicos.
  • D. Quitar un privilegio: cuando los niños son demasiado grandes para ir al rincón, los padres suelen eliminar un privilegio. La televisión, el tiempo para jugar con el videojuego y el tiempo para utilizar el teléfono parecen funcionar bien. Evite quitar un privilegio que eliminaría al mismo tiempo una experiencia importante para el desarrollo de su hijo. Por ejemplo, sería mejor establecer para un adolescente una hora de regreso al hogar más temprana durante un mes que impedirle hacer un viaje escolar de una sola noche.
  • E. La sobre corrección: esta técnica se recomienda a menudo para conseguir un cambio rápido en la conducta. Cuando su hijo se conduce mal, debe repetir la conducta correcta por lo menos diez veces o durante veinte minutos. Por ejemplo, si su hijo regresó a casa de la escuela, arrojó su chaqueta y sus libros al piso, e ignoró su saludo, usted le pediría que vuelva a salir y a entrar a la casa diez veces en forma adecuada, con un saludo cordial, guardando sus libros y colgando su chaqueta.
  • F. Un sistema de puntaje: para problemas crónicos, la mayoría de los psicólogos recomiendan un sistema en el que los niños ganan puntos por conductas positivas claramente definidas. Dichos puntos pueden aprovecharse para recompensas inmediatas o a largo plazo. Las malas conductas dan como resultados la resta de puntos.

Tal como lo veremos a lo largo de este libro, surge claramente de las investigaciones que si usted quiere educar a un niño con un CE elevadores mejor que sea excesivamente estricto y no excesivamente indulgente. En un estudio estadístico de USA Today, de los 101 ex mejores estudiantes secundarios seleccionados anualmente por su elevado desempeño académico, su talento y servicio a la comunidad, el 49 por ciento describió a sus padres como más estrictos que otros padres.


Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional. pp. 38-43.

Como Desarrollar Una Atención Positiva

Preocuparse por los niños y consentir cualquiera de sus caprichos son dos cosas muy diferentes. Atención positiva significa brindar a los niños aliento y apoyo emocional en forma tal que resulten claramente reconocidos por el niño. Este tipo de cuidado es algo más que un elogio por una buena calificación obtenida en una prueba, o un abrazo y un beso de buenas noches. Implica una participación activa en la vida emocional de su hijo. Tal como lo veremos, esto significa jugar con sus niños más pequeños o participar en actividades con sus hijos mayores en una forma que no resulta muy diferente de la que experimentan los niños en un asesoramiento profesional.

De la investigación surge también que una relación abierta y solícita con su hijo producirá a largo plazo el efecto de hacer crecer en él la imagen de sí mismo y sus capacidades de decisión, y posiblemente incluso mejorará su salud. Un estudio presentado por los psicólogos Linda Russek y Gary Schwartz en el curso de la reunión de marzo de 1996 de la American Psychosomatic Society muestra la importancia que puede tener para el futuro de sus hijos la edificación de una relación positiva. Estos investigadores informaron acerca de un estudio iniciado hace treinta y cinco años cuando se solicitó a ochenta y siete hombres del Harvard College, todos de alrededor de veinte años, que ofrecieran evaluaciones escritas sobre el cuidado y el apoyo recibido por parte de sus padres.



Después de examinar a estos mismos participantes treinta y cinco años después, con una edad de más de cincuenta años, se descubrió que los sujetos que como estudiantes secundarios habían descrito a sus padres como más cariñosos, tuvieron una menor cantidad de enfermedades graves en su edad madura, incluyendo enfermedades del corazón e hipertensión, independientemente de los factores claves de riesgo como la historia familiar, la edad, y el cigarrillo. Tal como podía esperarse, los jóvenes que habían calificado a sus padres de injustos seconvirtieron en hombres de edad madura con las enfermedades físicas más graves.

Estudios como estos subrayan el importante papel que desempeñamos para la salud mental y física de nuestros niños. Una tendencia creciente entre los terapeutas infantiles es entrenar a los padres a participar en la terapia de juego de sus hijos, poniendo el acento en la aceptación y la consideración positiva. En los años sesenta, Bernard Guerney, entonces profesor en la Universidad de Rutgers, creó técnicas de formación para que los padres actuaran como terapeutas substitutos de sus hijos con dificultades, concluyendo que muchos niños tenían problemas no porque sus padres fueran maliciosos o perturbados, sino porque sus padres carecían de las capacidades inherentes para desarrollar una relación positiva con ellos.

Más recientemente, el Dr. Russell Barkley, uno de los principales expertos del país en trastornos por déficit de atención en los niños, sugiere en su libro Taking Charge of ADHD (hacerse cargo de los trastornos por déficit de atención), que los padres de niños "difíciles" les dediquen veinte minutos diarios de "tiempo especial" a sus hijos como una forma de asegurar que reciban los beneficios de la atención positiva. Aunque esto resulta particularmente importante para los niños que experimentan trastornos por déficit de atención —que suelen recibir demasiada atención negativa y crítica por parte de los docentes, pares y miembros de la familia— es una buena receta para todos los niños (aunque en la mayoría de los casos, dedicarle un "tiempo especial" dos o tres veces por semana sería algo más realista).

Para los niños de menos de nueve años, Barkley sugiere que los padres fijen un período particular para participar con su hijo en una actividad lúdica. Durante este período, los padres deberían crear una atmósfera carente de juicios, en la que pueda translucirse interés, entusiasmo y aceptación. Según Barkley, los principios generales del "tiempo especial" incluyen:

  1. Elogie a su hijo por las conductas adecuadas (por ejemplo, "¡Qué torre enorme estás construyendo!") pero sea preciso, sincero y evite la adulación excesiva.
  2. Demuestre interés por lo que su hijo está haciendo, participando en la actividad, describiendo lo que ve y reflejando sus sentimientos cuando sea posible (por ejemplo, "Parece que realmente te gusta que esos dos tipos luchen entre sí. Pero no pareces enojado, por lo que supongo que te diviertes luchando").
  3. No haga preguntas ni dé órdenes. Su trabajo es observar y reflejar lo que usted ve, no controlar o guiar.
Si sus hijos tienen entre cuatro y nueve años, trate de programar un período de juego en una hora determinada varios días a la semana, asegurándose de que esa hora sea respetada y coherente. Para los niños de más de nueve años, sería demasiado difícil programar horas de juego rígidas; debería más bien buscar oportunidades para pasar un tiempo similar con sus hijos desarrollando actividades apropiadas según la edad, sin emitir juicios.


Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional.

Como convertirse en un Padre con un CE elevado

Los investigadores que estudian cómo reaccionan los padres con sus hijos han descubierto que existen tres estilos generales de ser padres: el autoritario, el permisivo y el autorizado. Los padres autoritarios establecen normas estrictas y esperan que sean obedecidas. Creen que los niños deberían ser "mantenidos en su lugar", y los desalientan a expresar sus opiniones. Los padres autoritarios tratan de dirigir un hogar sobre la base de la estructura y la tradición, aunque en muchos casos su énfasis en el orden y el control se vuelve una carga para el niño. En su libro, Raising a Responsible Child (Educando a un niño responsable), Elizabeth Ellis escribe: "Según muchos estudios, los niños de familias autoritarias que ejercen un control rígido no la pasan muy bien. (...) Tienden a ser infelices y reservados, y tienen dificultades para confiar en los demás. Presentan los niveles más bajos de autoestima (comparados con los niños educados por padres que no ejercen un control tan marcado)".

El padre permisivo, por otra parte, busca mostrar la mayor aceptación y transmitir el mayor aliento posible, pero tiende a ser muy pasivo cuando se trata de fijar límites o de responder a la desobediencia. Los padres permisivos no imponen exigencias fuertes y ni siquiera tienen metas muy claras para sus hijos, creyendo que se les debería permitir un desarrollo conforme a sus inclinaciones naturales.


Los padres autorizados, contrariamente a los padres autoritarios y a los permisivos, logran equilibrar límites claros con un ambiente estimulante en el hogar. Ofrecen una orientación, pero no ejercen control; dan explicaciones para lo que hacen permitiendo al mismo tiempo que los niños contribuyan en la toma de decisiones importantes. Los padres autorizados valoran la independencia de sus hijos pero los comprometen con criterios elevados de responsabilidad hacia la familia, los pares y la comunidad. El comportamiento dependiente e infantil es desalentado. Se alienta y elogia la competencia. Tal como podría esperarse, numerosos estudios consideran que los padres autorizados tienen el estilo que puede permitir el crecimiento de niños con confianza en sí mismos, independientes, imaginativos, adaptables y simpáticos con grados elevados de inteligencia emocional. Aunque estas definiciones amplias pueden resultar útiles para las investigaciones, de muchas maneras son también demasiado simplistas. En realidad, frecuentemente se encuentran familias donde hay un padre autoritario y otro permisivo. Estos padres pueden en realidad equilibrarse entre sí en la forma en que educan a sus hijos. En otras familias, vemos padres autoritarios en algunos aspectos de la crianza de sus hijos, pero demasiado permisivos en otras áreas. Pueden describirse más como padres demasiado indulgentes que como padres permisivos aunque, según Elizabeth Ellis, el efecto neto es el mismo. Según Ellis, los padres norteamericanos promedio pueden amar a sus hijos en forma algo excesiva para su propio bien, resultándoles muy difícil negar a estos cualquier cosa que quieran.



Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia Emocional.