viernes, 20 de noviembre de 2015

La riqueza de la vida espiritual procede de vivir solos

La riqueza de la vida espiritual procede de vivir solos.

Si vivimos en el olvido, si nos perdemos en el pasado o en el futuro, si nos dejamos arrastrar por nuestros deseos, ira e ignorancia, no podremos vivir cada momento de nuestra vida profundamente. No estaremos en contacto con lo que ocurre en el momento presente y nuestras relaciones con los demás se volverán superficiales y se empobrecerán.

Algunos días nos sentimos vacíos, exhaustos y tristes, no somos realmente nosotros mismos. En esos días, por más que intentemos estar en contacto con los demás, nuestros esfuerzos serán inútiles. Cuanto más lo intentamos, menos lo logramos. Cuando esto nos ocurra hemos de dejar de intentar estar en contacto con el mundo exterior y volver a entrar en contacto con nosotros mismos, para «estar solos». Hemos de cerrar la puerta a la sociedad, regresar a nosotros mismos y practicar la respiración consciente, observando a fondo lo que ocurre tanto en nuestro interior como a nuestro alrededor. Aceptamos todos los fenómenos que observamos, les decimos «hola» y les sonreímos. Y nos dedicamos a hacer cosas sencillas, como meditar andando o sentados, lavar la ropa, barrer el suelo, preparar el té o limpiar el cuarto de baño, con plena consciencia. De este modo recuperaremos la riqueza de nuestra vida espiritual.

El Buda era alguien que vivía una vida despierta, que vivía constantemente en el momento presente de una forma relajada y estable. Era una persona rica, rica en libertad, alegría, comprensión y amor. Aunque estuviera sentado en el rocoso peñasco del Monte del Buitre, a la sombre del bosquecillo de cañas de bambú del monasterio de Venuvana o bajo el tejado de paja de su cabaña en Jetavana, el Buda era el Buda, una persona serena, satisfecha y parca en palabras. Cualquiera podía ver que su presencia fomentaba en gran medida la armonía de la comunidad. Era el principal pilar para ella. Para los monjes y monjas, el simple hecho de saber que él estaba cerca influía activamente en la comunidad. Muchos discípulos del Buda, incluyendo los cientos de discípulos veteranos que tenía, inspiraban una confianza parecida en quienes los observaban. El rey Prasenajit de Kosala dijo en una ocasión al Buda que lo que le hacía confiar tanto en él era el modo de vivir pausado, sereno y feliz de los monjes y monjas que practicaban bajo su guía.

Si vivimos de manera consciente, dejaremos de ser pobres, porque nuestra práctica de vivir en el momento presente nos hace ser ricos en alegría, paz, comprensión y amor. Aunque nos encontremos con una persona pobre de espíritu, podemos observarla en profundidad y llegar hasta el fondo de su ser y ayudarla con eficacia.

Cuando vemos una película malsana o leemos una mala novela, si ya somos pobres de corazón y de mente, y débiles en consciencia, esa película o ese libro nos irritarán y empobrecerán más aún. Pero si somos ricos en consciencia, descubriremos lo que yace en el fondo de esa película o novela. Probablemente veremos en profundidad el mundo interior del director de la película o del autor de la novela. Al observarlas con la mirada de un crítico literario o cinematográfico, veremos cosas que la mayoría de la gente no ve, e incluso una película o un libro malos podrán enseñarnos algo. Así, no nos empobreceremos al ver la película o al leer el libro. Al ser plenamente conscientes de cada detalle del momento presente, somos capaces de aprovecharlo. Ésta es la mejor forma de todas de vivir solo.





Fuente: Thich Nhat Hanh, ‘Cita con la vida; el arte de vivir en el presente’. 

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