miércoles, 17 de febrero de 2016

Adquisición de Valores e Influencia Social


El desarrollo de valores y actitudes

El aprendizaje de los valores y de las actitudes es un proceso lento y gradual, en el que influyen distintos factores y agentes. Aunque son decisivos los rasgos de personalidad y el carácter de cada quien también desempeñan un papel muy importante las experiencias personales previas, el medio donde crecemos, las actitudes que nos transmiten otras personas significativas, la información y las vivencias escolares, los medios masivos de comunicación, etc.

Los valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no de manera simplemente receptiva, sino que se van construyendo y se ven influidos por el entorno social. También están determinados por la capacidad intelectual de razonamiento que una persona posee en un momento dado de su vida. La formación de valores en niños y adolescentes va ligada estrechamente al desarrollo de su conducta moral.


Tanto Émile Durkheim (sociólogo, 1858-1917) como Jean Piaget (psicólogo, 1896-1980) distinguen la moral autónoma de la moral heterónoma. La primera que aparece en el desarrollo del individuo, durante la infancia, es la moral heterónoma (que consiste en hacer lo que un poder o ley extraña han determinado como adecuado o no). En este tipo de moral los niños se sienten obligados a cumplir las normas morales porque así lo determina una autoridad superior. Los individuos no hacen una elección libre, conciente o responsable, no juzgan las normas morales por el valor que contienen en sí mismas, sino en función de la jerarquía o autoridad de quien las impone.

Desde esta posición se va pasando poco a poco a una moral autónoma; el ahora adolescente empieza a ser capaz de juzgar las normas morales en función de la bondad o maldad y de la intención de los actos, independientemente de quién las dice. Es el momento en que surgen las ideas igualitarias, que se van convirtiendo en apoyos para la noción de equidad y justicia, y se reconocen valores comunes a toda la comunidad humana.

Saberse parte de una colectividad lleva a comprender que cada uno debe afrontar una parte proporcional de las cargas. Cada uno tiene que calibrar cuál es su parte en cualquier tarea que interesa a los demás. Es decir, al que es recto le sale espontáneamente impedir que otro haga la parte que le corresponde.

La rectitud lleva a emprender muchas tareas en beneficio de los demás. Hay que conocer los propios límites, pero también hay que vivir la tensión de que la realidad acerque a que las cosas sean como deben ser.

No hay edades fijas en las que podamos predecir con certeza que una persona pasa de una moral heterónoma a una moral autónoma. De hecho, hay individuos que nunca desarrollan la autonomía moral y otros que lo hacen relativamente pronto. ¿Por qué sucede así? Debido a características de personalidad y al peso de la influencia social en el desarrollo moral de los individuos.

La moralidad sólo se desarrolla en el intercambio de unos individuos y otros en el grupo de los iguales. Las relaciones cooperativas entre iguales, que están basadas en el respeto mutuo y la reciprocidad, son las que llevan a que el sujeto pueda llegar a razonar moralmente.


La influencia social en los valores personales

Los valores no son predisposiciones innatas y no vienen programados en ninguno de nuestros genes; hay que descubrirlos, formarlos, construirlos, podemos modificarlos.

Existe la influencia que ejercen los otros en el desarrollo de nuestras actitudes y valores. Pero, ¿quiénes son los otros? ¿Por qué es importante la influencia social? Se pueden enumerar una larga lista de esos otros que se reconocen fácilmente: los padres y hermanos (la familia directa), amigos, novio(a), las personas que se admiran (“ídolos” personales), profesores, etc. Todos ellos son agentes socializadores, pues de ellos se aprenden los códigos y costumbres que ayudan a ubicarnos como un miembro más de un grupo social. Pero también existen otros agentes socializadores, tal vez más abstractos y escurridizos, que influyen en los valores y no siempre se reconocen. Es decir, los medios de comunicación y, hoy día, las redes sociales y medios digitales.

Estos agentes socializadores llegan a ser otro significativo que puede influir decisivamente para promover valores y actitudes positivas en las personas (jóvenes, adultos).


En este sentido, resulta valioso que se clarifiquen nuestros valores personales como los valores que recibimos de los demás, y que tengamos la capacidad de juzgar si son o no positivos, qué consecuencias tienen en nuestras vidas y cómo nos afectan en nuestra relación con los demás. 


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