miércoles, 17 de febrero de 2016

Ser Padres Gestálticos: Aprendiendo en el camino

Ser padre o madre, es como la Gestalt: totalmente vivencial. Todo lo que yo haya leído o me hayan contado alguna vez sobre la maternidad, no alcanza para hacerme una idea real de cómo es ser madre. Yo lo viví como una gran crisis que cambió toda mi vida, (para mejor).

De hecho, ser madre de mi único hijo, Enzo, (4 años de edad), activó “algo” en mí, una nueva versión del mundo, que tiene que ver con la trascendencia, con ser una mejor persona y un buen referente para mi hijo. Maduré de pronto, me pregunté qué quería en la vida, me di cuenta de todo el tiempo que había perdido viviendo por vivir. De repente supe que el camino que había elegido era el que yo quería seguir, y sentí mucha fuerza para caminarlo firmemente. Desperté. Mi hijo me dio esa fuerza y esa seguridad para avanzar como paso firme. Le dio sentido a mi vida. Se me activó la parte profesional, me volví muy productiva y trabajadora. Y es que yo quería ser “alguien” para mi hijo.

La tarea de ser mamá, no ha sido nada fácil. Ha sido la tarea más difícil que me ha tocado desempeñar y hay escritos míos que evidencian esta angustia y desesperación. Sobre todo, en la etapa de los 2 años de edad, que me fue muy difícil de manejar, porque no entendía a mi hijo.

Sentí la necesidad de escribirle muchas veces para que él pudiera leer esos escritos cuando sea grande, y supiera las cosas que había, como una ayuda memoria de su vida.

Aquí algunos ejemplos:
Querido Enzo: tienes 2 años y medio y pareces un adolescente rebelde que quiere lograr su autonomía. A veces eres dócil y obediente, otras, desafiante, autosuficiente, crees que puedes hacer las cosas solo, y no me dejas ayudarte. No sé cómo tratarte”.

Ya te saqué los pañales, aprendiste en una semana, pero a veces creo que controlas con el tema de la orina. Te veo retorciéndote y aguantándote y te pregunto si quieres ir al baño y me dices que “No”. ¡Para mí, es evidente que “Sí”! te digo que vayamos, que yo también quiero orinar. Te digo que tú primero y me dices que “No”. Me siento yo, y comienzas a gritar como un loco “sal que yo quiero hacer…”, te digo que ya no puedo pararme, que estoy a mitad de proceso, y te haces pipí frente a mí en los pantalones. ¿Dime si no es para desquiciar a cualquiera?

“A veces las cosas son muy difíciles contigo. Esa ambivalencia que tienes de primero decir no, después sí, después otra vez no, ¡me desespera! Es como leí en un libro que me prestó tu profesora del nido, como un “síndrome pre-menstrual permanente”…¡eso sí lo entiendo bien!, y viendo las cosas de esa manera, ahora te tengo un poco más de paciencia…

Debo confesar que hasta que llegué a ésta etapa, había sido tolerante con el mundo, tenía mucha paciencia, pero mi hijo me sobrepasó. Rompía mi armonía a cada momento, y yo tuve que trabajar conmigo misma para que la situación pudiera ser llevadera…y felizmente, lo logramos. La etapa pasó y vinieron otras, donde la comunicación con mi hijo es mucho mejor y más divertida.

Y así como vivo dificultades, también vivo cosas lindas y graciosas como:
Querido Enzo: el otro día me hiciste reír mucho. Te terminaste de lavar los dientes y refregaste el cepillo en el jabón diciendo: “para no hablar palabras feas”… y lo más gracioso de todo, es que después te lo metiste a la boca!

Regresé de la peluquería, y nadie había notado algún cambio en mí, excepto yo. Me miraste deslumbrado y me dijiste: “Mamita, ¿Dónde te has ido? ¿Por qué estás tan bonita?” Fue un momento sublime para mí. ¡Te diste cuenta, te abracé y te llené de besos!”.

El otro día me dijiste: “Mamá, soy el niño más afortunado del mundo, porque cuántos niños quisieran que tú seas su manita, y yo tuve suerte de que tú fueras mi mamá”.
Mamá, yo te amo y te adoro del tamaño del lago Titicaca”.

Bueno, y luego de transcribir una pequeña muestra de mis escritos, quisiera compartir algunas reflexiones sobre lo que significa para mí ser gestáltica y madre al mismo tiempo.


1.- Ser terapeuta gestáltica no me inmuniza de cometer errores.

He aprendido en la práctica que soy un ser humano, que aprendo día a día a ser mamá, y que los conocimientos de terapia que puede tener, a veces me sirven y a veces no me dan resultado, sobre todo en los momentos de crisis o estrés, que me olvido de todo lo que aprendí y actúo tal cual lo hicieron conmigo. Es algo que he observado repentinamente: en tiempos de tranquilidad y armonía, la Gestalt y todo lo aprendido, puede aplicarse perfectamente, pero cuando hay crisis, emergencias, caos, estrés, mi árbol (genealógico) se impone, y cometo errores.

Soy consciente también que por más bien que crea que le estoy haciendo a mi hijo, lo voy a herir en algo, ya sea voluntaria o involuntariamente. Que la madre perfecta no existe, y si existe, tal vez esa “perfección” sea la principal causante de las heridas del hijo.


2.- Los límites: acto de malabarismo.

Ser una madre gestáltica hace que constantemente esté buscando el equilibrio entre ponerle límites a mi hijo y dejarlo ser. Entre estimularle la imaginación, el teatro, el juego, la creatividad y el restringirle los excesos de energía que rebasan los límites de lo permitido. Es darle permiso para que exprese su rabia, pero hasta cierto punto…sin pasarse de la raya.

Siempre tuve la loca idea de que cuando sea madre, iba a ser muy amorosa y que le pondría los límites a mi hijo con mucho amor y armonía, pero en la práctica, me di cuenta de que eso no me funcionaba con mi hijo, porque no me obedecía. Le daba muchas explicaciones de por qué tenía que hacer esto o aquello, y nada, no me obedecía, y muy por el contrario, si hacía caso a las personas que lo hacían más firmemente, y a veces con brusquedad. Y es que jamás me imaginé que tendría un hijo tan independiente, rebelde y combativo…

Algo que me ha funcionado muy bien, para que obedezca, es el juego. Hacer las cosas jugando o bien hacer un espacio de juego con él, donde yo no proponga nada, sino que me abandono a sus reglas, donde él disfruta, se ríe a carcajadas, lo pasa bien, está satisfecho con ese tiempo de juego que necesita con su mamá y en el momento en que vienen las obligaciones, la cosa es más llevadera, no tiene tanto problema en obedecer, lavarse los dientes, o cambiarse.


3.- Mi hijo, mi maestro.

Mi hijo para mí, es un pequeño maestrito que me recuerda diariamente qué es lo sano, y cuan neurótica puedo ser como adulta por darle mayor importancia, a veces, a los parámetros que exige la sociedad para la crianza de los niños.

Ejemplo de ello, es la alimentación. Cuando el chico está lleno, dice “ya no quiero”, me llené. Pero los introyectos sociales tipo “una buena madre tiene que alimentar bien a su hijo”, hace que no respete su proceso y le lance un “tienes que comer”… o tenga que negociarle “esto comes, y esto dejas” o “cómete la carne”…”, etc. ¿Por qué simplemente si ya no quiere comer, no come?

Me doy cuenta en mi hijo, de lo que es un ser espontáneo, puro. Lo observo maravillada cómo se asombra, cómo disfruta de la música, cómo baila sin la menor vergüenza, como se ríe a carcajadas, con todas sus ganas, cómo llora desconsoladamente, y como se recupera con un abrazo y un beso de su papá o mamá…pienso que los adultos tenemos mucho que aprender de los niños! Ahí es cuando veo en vivo “el ciclo de la experiencia” de forma sana, sin interrupciones de ningún tipo. Él está en contacto con su organismo, sabe lo que necesita, lo pide, si no lo consigue se enoja, expresa abiertamente su rabia, si quiere ir al baño, tiene que ir en ese momento y no puede esperar… ¡Es tan sencillo y difícil al mismo tiempo!


4.- La importancia de la “congruencia”.

He observado en la práctica, cómo le enseño a mi hijo con el ejemplo. Si yo grito como histérica, él también grita.  Si yo le doy manotazo, él me contesta el golpe con otro.

El hará lo que yo haga, le diga lo que le diga. Si no quiero que grite, yo no puedo gritar. Si no quiero que coma en la habitación, nadie en la casa lo puede hacer tampoco. Esa congruencia entre lo que se dice y lo que se hace es importantísima, y me recuerda a la importancia que se le da al lenguaje no verbal en Gestalt. Lo que le queda a él como aprendizaje es lo que vivencia y percibe a través de sus sentidos.


5.- La bendita culpa.

Algo que me imagino le habrá pasado a los padres y terapeutas gestálticos, es tener que dejar los hijos a cargo de otros, como familiares, mientras nosotros hacemos maratones de fines de semana.

Es a veces pasar varios fines de semana sin estar con mi hijo, y a veces dudo si estoy haciendo lo correcto, pues mi hijo no volverá a ser pequeño, y pienso que él debería ser la prioridad en mi vida. Pero también me gusta hacer terapia y disfruto mucho de mi trabajo. La culpa por dejarlo ha sido un tema que algunas veces me sigue persiguiendo, así sepa que él está perfectamente bien cuidado en casa de familiares. Coincide que a veces se enferma cuando lo dejo encargado, y esas “coincidencias”, para mí no son casualidades sino mensajes.

He aprendido a equilibrar todo y a no cometer excesos. Si tengo un taller de fin de semana, el lunes, compenso y la paso con mi hijo como sea. Si puedo faltar al taller, encontrando un reemplazo, lo hago para pasar el fin de semana con mi hijo. Si el taller es de sumo interés para mí, me organizo y lo dejo al cargo de familiares. Voy compensando mis ausencias con calidad de tiempo, haciendo cosas que no se olviden, como llevarlo al teatro, ir a un bonito parque, ir a darle de comer a las palomas, que monte caballo, etc.

Y así, aprendiendo de mis errores y aciertos, se me han ido pasando los años muy rápidamente, y mirando hacia atrás, veo que no le he hecho tan mal, que tengo un hijo precioso y vivaz, que es una bendición de Dios.


6.- El cambio generacional.

De hecho, estamos en otra época, antes los hijos obedecíamos y punto. Ahora, los niños son diferentes, son más estimulados, más informados, más rebeldes, y nosotros, como padres, con nuestra propia experiencia de crianza, hemos quedado totalmente obsoletos en la forma de educar.

El paradigma cambió y estamos en un limbo de no saber qué hacer. Lo veo en mis colegas, en mis pacientes, en mis amigas, ¡que no saben qué hacer sobre todo con sus hijos adolescentes! No saben qué hacer con la temprana curiosidad e iniciación sexual. He oído repetir una y otra vez: “a su edad yo jugaba con muñecas…”, no saben qué hacer con los problemas generados por el uso y abuso de internet, etc.
Como padres, nos queda ajustarnos creativamente a la nueva realidad social de nuestros hijos, a tener la plena conciencia de que el mundo que les ha tocado vivir, es diferente al nuestro, el de ellos cambia vertiginosamente año a año con una rapidez que nosotros hemos vivido recién en décadas. Tenemos que aprender juntos, padres e hijos a sobrevivir en estos tiempos e ir forjando un nuevo tipo de educación, más humanista, donde exista mucho más comunicación y aceptación de ambas partes.

He aquí nuestra responsabilidad como gestálticos, de hacer un trabajo de hormiga, primero con nosotros mismos, para transmitirlo luego a nuestros hijos, a otros padres, a otros profesionales y al resto del mundo.
-Perú-

Fuente: “Ser padres gestálticos”. Por: Ana Cecilia Sáenz Avalos. P. 19 – 24.


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