Anatomía del momento creativo
1. Preparar el camino
Es el momento en que te sumerges en
el problema, en busca de cualquier
formación que pueda resultar relevante. Es entonces cuando dejas
vagabundear libremente tu imaginación, cuando te abres a cualquier cosa que sea
incluso apenas pertinente con respecto al problema. La idea consiste en reunir una amplia gama de
datos, de modo que elementos insólitos e improbables puedan comenzar a encajar
una con otra.
Importante: ser receptivo, poder
escuchar abiertamente y bien.
Impedimentos: “fijación funcional”
(trampa a la rutina); “psicoesclerosis” (endurecimiento de las actitudes). La
autocensura; la frustración.
La frustración surge en el momento en que la mente analítica,
racional, en busca de una solución, alcanza el límite de sus habilidades.
Aunque
a nadie le gustan la frustración y el desánimo, las personas que mantienen su
creatividad a lo largo de toda la vida
llegan a aceptar que los períodos de angustia constituyen una parte
necesaria de la totalidad del proceso creativo. Cuando la oscuridad es vista
como un preludio necesario a la luz creativa, es menos probable que se atribuya
la frustración a la ineptitud personal o reciba el rótulo de “mala”. Esta
visión más positiva de la ansiedad puede fomentar una mayor disposición a
continuar intentando solucionar un problema a pesar de la frustración.
2. Incubación
Una vez que has reflexionado acerca
de todas las piezas relevantes y empujado hasta el límite tu mente racional,
puedes dejar que el problema se cueza a fuego lento. Aquí es donde digieres
todo lo que has reunido. Mientras que la preparación exige un trabajo activo,
la incubación es más pasiva, un estado en que mucho de lo que sucede se
desarrolla fuera de tu conciencia enfocada, en el inconciente.
Aunque de vez en cuando puedas
extraer el problema de esta zona crepuscular de tu mente y dedicarle toda tu
atención, tu mente continúa buscando una solución aunque estés o no pensando en
forma conciente en ello. Ciertamente, la respuesta puede llegar en un sueño o
en ese estado nebuloso semejante al sueño, en que estás a punto de dormirte o
en cuanto te despiertas por la mañana.
A menudo, subestimamos el poder del
inconciente, pero éste, es mucho más fértil para las iluminaciones creativas
que el conciente.
Otra fortaleza del inconciente
radica en que es el almacén de todo lo que sabes y conoces, incluidas cosas que
no puedes evocar rápidamente al nivel conciente. El conocimiento inconciente
suele manifestarse más como una sensación percibida de lo acertado: una
corazonada.
Nuestra intuición se alimenta directamente
del vasto archivo de información que es un libro abierto para el
inconciente, pero hasta cierto punto cerrado para el conciente.
3. Soñar despiertos
Cuando estamos más abiertos a la
inventiva del inconciente es en aquellos momentos en que no pensamos en nada en
particular. Es por eso que “soñar despierto” es tan útil en la búsqueda de la
creatividad. Después de haberse sumergido en un problema, da muy buenos frutos
dejarlo de lado por un tiempo.
Cualquier momento en que podamos soñar despiertos y relajarnos es útil
para el proceso creativo: una ducha, un largo trayecto en coche, una caminata
en silencio.
4. Iluminación
Con suerte, la inmersión y el soñar
despierto llevan a la iluminación, cuando de repente se te ocurre la respuesta
como salida de la nada. Ésta es la etapa que en general, se lleva toda la
gloria y la atención. Es el momento que la gente anhela y ansía, aquel en que
exclamamos: ¡Eureka!
Pero el pensamiento solo –aunque sea
todo un hallazgo revelador- todavía no es un acto creativo. La etapa final es
la traducción, es decir, cuando
tomas tu idea y la transformas en acción.
Traducir tu iluminación en realidad convierte tu gran idea en algo más que un
simple pensamiento pasajero; la idea se vuelve útil para ti y para los demás.
Cualquier modelo de las etapas del
proceso creativo constituye sólo una aproximación tosca a un proceso que en
realidad es muy fluido y puede seguir una diversidad de rumbos. Un escritor o
artista podrá experimentar una serie continua de iluminaciones que los llevarán
desde el comienzo hasta el final de la obra. Un inventor quizá dedique la mayor
parte de su tiempo de trabajo a la preparación y ejecución: ese 90% del genio
que, como nos dijo Edison, es transpiración, no inspiración.
Más a menudo, en el curso de una
creación compleja como escribir una guión cinematográfico o proyectar un
edificio, el acto de creación es una larga serie de actos, con múltiples y
sucesivas preparaciones, frustraciones, incubaciones, iluminaciones y
traducciones a la acción.
Una dimensión importante de la creatividad –en especial los esfuerzos que influyen en los demás y por los cuales la gente se hace famosa- es el público. El acto creativo tiene una dimensión social de importancia crucial. “Ser creativo significa que haces algo que, ante todo, es fuera de lo común”, opina Howard Gardner.
Referencia
bibliográfica: Goleman, Daniel. (2000). El espíritu creativo. Buenas Aires: Ediciones
Vergara.
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