¿Puede la escritura ser terapéutica?
La cura por la palabra escrita
De la “talking-cure” a
la “writing-cure”
Por Ps. Alejandro de Barbieri
Una de las cosas que Viktor Frankl tuvo la oportunidad de
hacer durante su internación en los campos de concentración, fue escribir. En
pequeños papelitos que mantenía ocultos, fue registrando sus ideas. De esa
manera comenzó a realizar la idea de escribir un libro, lo cual lo “mantuvo
vivo”. También escribió luego de salir del campo y de esa manera registró su
proceso vivencial.
En este trabajo nos propondremos presentar el uso de la
palabra escrita (en diferentes versiones) como una herramienta muy iluminadora
para el proceso de Logoterapia.
Hoy en día estamos viviendo una época en donde las
comunicaciones electrónicas han mostrado ser una herramienta para la relación
cotidiana. Los terapeutas tenemos la obligación de incorporar este nuevo mundo
para comprender mejor a nuestros pacientes y hacerlos más comprometidos con su
proceso. No podemos mirar todo esto como “cosas de los jóvenes” y así
distanciarnos de la realidad. Intentaremos hacer comprender la importancia de
la palabra escrita del paciente, la palabra escrita del terapeuta, sus ventajas
y dificultades.
Para ejemplificarlo, presentaremos dos casos en donde el
uso de estas herramientas facilitó el proceso de terapia, mejoró la relación
del paciente consigo mismo, lo hizo ser más creativo y activo.
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Escribo desde que tengo uso de lápiz, no por
cierto de razón, que todavía no la alcanzo.
Pablo Neruda.
Introducción
Estamos reunidos hoy acá porque hace muchos años, una
persona vivió un hecho muy traumático y decidió sentarse a escribirlo. Esa
persona fue Viktor Frankl. Enclaustrado en el campo de concentración,
angustiado y preocupado por la suerte de sus seres queridos y por su
“Logoterapia”, empieza a escribir en papelitos para que sus palabras lo
trasciendan a él mismo (más allá de su muerte).
Luego, como todos sabemos, al salir del campo, se encierra
a relatar y escribir su experiencia. Me imagino lo doloroso que debe haber sido
este proceso. Cuando probablemente una reacción normal y de muchos, fue la
necesidad de olvidar lo vivido, para poder seguir adelante. Sin embargo,
Frankl, decide sacarlo afuera, revivir el dolor reciente para poder curarse. Y
escribirlo. Dejarlo escrito para siempre.
Vemos que hay una secuencia del acto de escritura y su
propia vida, su proceso de elaboración del dolor y de la pérdida. Y por
supuesto, como todos sabemos, escribiendo relatando en el fondo del
sufrimiento, la esperanza.
El libro “El hombre en busca de sentido” es uno de los
libros más vivenciales de Frankl, quizá le siga después “Lo que no está escrito
en mis libros”. Al tratarse de sus memorias, este último también tiene un
carácter más vivencial que otros. La obra restante de Frankl se ve teñida de su
ser más racional. Es interesante destacar como su primer libro sigue siendo la
puerta de acceso a la Logoterapia. La vivencia como dadora de sentido.
Esta experiencia de Frankl, que relato como inicio de este
trabajo, nos es familiar a todos. Seguramente nosotros recordamos hechos
difíciles (o no) de nuestra vida, y recordamos haber ido escribiendo, en
diarios, en notas, en cuadernos, en poemas, aquellas vivencias. Esta es la
necesidad del hombre por dejar testimonio vivencial a través de cuentos y
relatos; la necesidad por concretar en la escritura las vivencias que nos harán
trascender, que hablarán de nosotros aún cuando nosotros ya no estemos.
Como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano “Escribo
para poder juntar mis pedazos”. Cuando uno escribe lo vivido, arma el puzzle de
sí mismo, se enfrenta con el propio dolor y con la esperanza de superarlo.
Pero, llegar al punto de escribir, implica un trabajo con uno mismo, vencer
resistencias y animarse. Animarse a encontrarse, a perderse, a volverse a
encontrar.
Hoy en día estamos viviendo una época en donde las comunicaciones
electrónicas han mostrado ser una herramienta para la relación cotidiana. Los
terapeutas tenemos el desafío de incorporar este nuevo mundo para comprender
mejor a nuestros pacientes y más aún para ayudarlos a comprometerse más con su
propio proceso. No podemos mirar todo esto como “cosas de los jóvenes” y así
distanciarnos de la realidad.
En este trabajo nos propondremos presentar el uso de la
palabra escrita (en diferentes versiones) como una herramienta muy iluminadora
para el proceso de Logoterapia, proceso de hacer consciente lo espiritual
reprimido.
Intentaremos hacer comprender la importancia de la palabra
escrita del paciente, la palabra escrita del terapeuta, sus ventajas y
dificultades.
Así también, presentaremos dos casos en donde el uso de
estas herramientas facilitó el proceso de terapia, mejoró la relación del
paciente consigo mismo, lo hizo ser más creativo y activo.
1. El sentido de la palabra escrita:
La palabra escrita como testimonio de lo que somos, de lo
que estamos siendo, de lo que queremos ser.
Cuando le preguntaron a Borges sobre un libro suyo, del
cual se cumplían ya 20 años de publicado, respondió: “hace ya tanto tiempo que
he escrito ese libro que no se puede decir que yo sea el autor”.
La paradoja de nuestra identidad, queda escrita para luego
ser leída y releída por nosotros y por nuestros seres queridos y por aquellos a
quienes no conocemos, pero queremos que quieran lo que nosotros queremos,
queremos que nos conozcan, queremos quererlos.
Gracias a la intención de Frankl y a la dedicación de
escribir, nace su Logoterapia, se redime, se cura de su dolor y sigue adelante.
Muchos de nosotros conocemos esa experiencia. Una
experiencia de íntima relación conmigo mismo, de soledad, en donde necesito
escribir, escribirme, dar cuenta de mi mundo emocional.
Quizá al principio, escriba para que nadie lo lea, solo
para mi mismo, para saber quien soy, para encontrarme en mis palabras.
Luego los amigos nos van convenciendo de que vale la pena,
de que la palabra vale y de a poquito nos vamos animando a compartir lo
escrito.
2. La palabra escrita y la terapia:
Hace ya algunos años que ha surgido la llamada “terapia
narrativa”. Dentro de esta denominación, está comprendida una gran gama de
enfoques y de usos de las narraciones en psicoterapia.
Este es un aporte personal, que refleja mi quehacer en la
clínica, con mis pacientes y conmigo. No podría afirmar o negar el vínculo con
la terapia narrativa, o si se podría plantear una Logoterapia narrativa.
Cabe aclarar que no se trata sólo del uso de cuentos en
psicoterapia, como metáforas portadoras de significados, para facilitar el
proceso o para hacerle ver al paciente un contenido. En este caso, se trata de
invitarlo a que escriba sobre el propio proceso de terapia, sobre lo que va
sintiendo, lo que ha pasado en la semana, si surgió algún recuerdo, si después
de la última sesión se quedó pensando en algo, etc. Así como también registrar
sueños, pensamientos, traer viejos escritos propios, etc.
En el transcurso de un proceso terapéutico, uno vive muchas
emociones, recuerdos, pensamientos, sensaciones que a medida que vamos tocando
ciertos temas, nos invaden. Si logramos escribirlas, se facilita el proceso de
encuentro con uno mismo, nos hace ser más honestos con nosotros, con lo que nos
pasa.
Cuando el paciente realiza su psicoterapia solo con
frecuencia horario semanal, y luego vuelve a la siguiente semana para cumplir
con el rito, es importante ir generando cierta conexión entre semana y semana,
para que el proceso no se “deposite” solo en la hora semanal de encuentro con
el terapeuta.
Porque la terapia no es solo esa hora; la terapia es la
vida, es todo lo que pasa antes durante y lo que pasa después, y la palabra
escrita, el recuerdo espontáneo, el registro de emociones, el correo de un familiar
que le dice que lo extraña, el mail que le envió a su madre dos años atrás
donde le cuenta lo sola que se siente, etc. Todas estas vivencias están allí
depositadas en computadoras, en Pc, deseando salir a la luz. Son un espejo
infalible e ineludible para el paciente, ya que es más que la palabra de su
terapeuta, es casi como un sueño, una carta que se ha escrito para sí mismo.
La palabra escrita ayuda a la derreflexión. Hay pacientes
que se resisten a escribir sus vivencias porque saben que una vez escritas, “no
se podrán arrepentir”. Mientras la palabra es “hablada” queda en un “no.mundo”,
un mundo íntimo entre paciente y terapeuta, un mundo silencioso.
Cuando sale a luz lo conversado, siempre es objeto de
miedos e inseguridades. Cuando nuestra palabra como terapeuta sale del
consultorio y es revelada a otros, siempre nos preocupamos pensando, “¿habrá
entendido la madre de mi paciente, (padre, médico, novio, etc.) lo que quise
decir?” Y si nuestra palabra es escrita entonces corremos mucho más riesgo.
Estas reflexiones nos hacen pensar en los primeros
terapeutas que tuvieron el coraje de contar lo que hacían y decían en el ámbito
secreto y privado del consultorio. Y mucho más en los grandes narradores de la
psicoterapia de hoy, que logran transformar con gran maestría, un “caso de
psicoterapia” en una “historia de vida”. Porque de esto se trata, somos grandes
receptores de historias, de vida, historias de desamor, de desesperanza y de
sufrimiento. Es sumamente importante que esta historia pueda ser contada,
guardada, reservada para cuando el paciente quiera recurrir a ella, lo pueda
hacer.
Y lo más increíble aún, estas historias forman parte de
nuestra historia. Son parte de mi vida cotidiana; de mi lucha cotidiana por
vivir; forman parte de mi historia.
Repaso mis archivos, los mails que me mandan los pacientes,
los chat que mantienen con sus novios que están lejos o cerca, los sueños que
han registrado cuidadosamente. Todo esto descansa en mis archivos y siento
ganas de pedirles permiso a todos para contar su historia. Porque todas son
historias que merecen ser contadas, merecen salir del cajón olvidado para
iluminar otras vidas. Para ayudarnos a ayudar a los demás, para poder
identificarnos con los otros. Recordemos que Anna O hablaba de la “talking-cure”.
El pasaje de la palabra hablada a la escrita ya se está haciendo y se hace
desde hace tiempos, desde otros lugares y espacios. Hoy día el espacio
terapéutico es nutrido no solo de la palabra hablada, sino también de la
palabra escrita del propio paciente.
El paciente escribe sobre lo que le pasa en la vida
(sueños, preocupaciones) luego esto lo trae al proceso de terapia, se lo
trabaja, y entonces esto se vuelve a reciclarse nuevamente.
En otros trabajos anteriores hemos subrayado que “lo que
cura es el vínculo.” Este trabajo intenta seguir en la misma línea, sumando
estrategias para favorecer y acrecentar el vínculo entre paciente y terapeuta.
La Logoterapia propone por parte del paciente una actitud
activa participativa, haciéndose responsable de su recuperación. En este
sentido se contrapone al modelo médico tradicional, en donde el médico era el
portador del saber, el paciente ignoraba las causas y remedios a su enfermedad
y aquel le aplicaba la medicina adecuada.
Michale Lambert, presidente de la Society for Psychotherapy
Research, logró ponderar en diversos estudios, la contribución respectiva de
los distintos factores responsables del cambio. (Lambert (Asay, T. y Lambert,
M., 1999) Estos son los resultados:
- Técnica del terapeuta: 15%
- Expectativas positivas del paciente: 15%
- La relación terapéutica: 30%
- Factores del paciente: 40% (actividad, participación,
motivación, involucramiento y creatividad).
Estas investigaciones apoyan de alguna manera, los enfoques
de psicoterapia que dan mayor importancia al paciente y su actividad. Pero
claro está que para que el paciente tome este lugar, el terapeuta también debe
estar muy activo, ser creativo y lograr que su paciente se involucre.
Por todo esto entonces, es que sugerimos el escribir como
parte de lo que algunos llaman “trabajo entre sesiones.” Personalmente, siempre
les pido a mis pacientes al final de cada sesión, que “no se desconecten” de lo
que hemos trabajado ese día, para facilitar el proceso.
Extraido de la fuente: http://logoforo.com/%C2%BFpuede-la-escritura-ser-terapeutica/