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viernes, 10 de abril de 2015

De la “talking-cure” a la “writing-cure”

¿Puede la escritura ser terapéutica?



La cura por la palabra escrita

De la “talking-cure” a la “writing-cure”

Por Ps. Alejandro de Barbieri


Una de las cosas que Viktor Frankl tuvo la oportunidad de hacer durante su internación en los campos de concentración, fue escribir. En pequeños papelitos que mantenía ocultos, fue registrando sus ideas. De esa manera comenzó a realizar la idea de escribir un libro, lo cual lo “mantuvo vivo”. También escribió luego de salir del campo y de esa manera registró su proceso vivencial.

En este trabajo nos propondremos presentar el uso de la palabra escrita (en diferentes versiones) como una herramienta muy iluminadora para el proceso de Logoterapia.

Hoy en día estamos viviendo una época en donde las comunicaciones electrónicas han mostrado ser una herramienta para la relación cotidiana. Los terapeutas tenemos la obligación de incorporar este nuevo mundo para comprender mejor a nuestros pacientes y hacerlos más comprometidos con su proceso. No podemos mirar todo esto como “cosas de los jóvenes” y así distanciarnos de la realidad. Intentaremos hacer comprender la importancia de la palabra escrita del paciente, la palabra escrita del terapeuta, sus ventajas y dificultades.

Para ejemplificarlo, presentaremos dos casos en donde el uso de estas herramientas facilitó el proceso de terapia, mejoró la relación del paciente consigo mismo, lo hizo ser más creativo y activo.

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Escribo desde que tengo uso de lápiz, no por cierto de razón, que todavía no la alcanzo.
 Pablo Neruda.



Introducción

Estamos reunidos hoy acá porque hace muchos años, una persona vivió un hecho muy traumático y decidió sentarse a escribirlo. Esa persona fue Viktor Frankl. Enclaustrado en el campo de concentración, angustiado y preocupado por la suerte de sus seres queridos y por su “Logoterapia”, empieza a escribir en papelitos para que sus palabras lo trasciendan a él mismo (más allá de su muerte).

Luego, como todos sabemos, al salir del campo, se encierra a relatar y escribir su experiencia. Me imagino lo doloroso que debe haber sido este proceso. Cuando probablemente una reacción normal y de muchos, fue la necesidad de olvidar lo vivido, para poder seguir adelante. Sin embargo, Frankl, decide sacarlo afuera, revivir el dolor reciente para poder curarse. Y escribirlo. Dejarlo escrito para siempre.

Vemos que hay una secuencia del acto de escritura y su propia vida, su proceso de elaboración del dolor y de la pérdida. Y por supuesto, como todos sabemos, escribiendo relatando en el fondo del sufrimiento, la esperanza.

El libro “El hombre en busca de sentido” es uno de los libros más vivenciales de Frankl, quizá le siga después “Lo que no está escrito en mis libros”. Al tratarse de sus memorias, este último también tiene un carácter más vivencial que otros. La obra restante de Frankl se ve teñida de su ser más racional. Es interesante destacar como su primer libro sigue siendo la puerta de acceso a la Logoterapia. La vivencia como dadora de sentido.

Esta experiencia de Frankl, que relato como inicio de este trabajo, nos es familiar a todos. Seguramente nosotros recordamos hechos difíciles (o no) de nuestra vida, y recordamos haber ido escribiendo, en diarios, en notas, en cuadernos, en poemas, aquellas vivencias. Esta es la necesidad del hombre por dejar testimonio vivencial a través de cuentos y relatos; la necesidad por concretar en la escritura las vivencias que nos harán trascender, que hablarán de nosotros aún cuando nosotros ya no estemos.

Como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano “Escribo para poder juntar mis pedazos”. Cuando uno escribe lo vivido, arma el puzzle de sí mismo, se enfrenta con el propio dolor y con la esperanza de superarlo. Pero, llegar al punto de escribir, implica un trabajo con uno mismo, vencer resistencias y animarse. Animarse a encontrarse, a perderse, a volverse a encontrar.

Hoy en día estamos viviendo una época en donde las comunicaciones electrónicas han mostrado ser una herramienta para la relación cotidiana. Los terapeutas tenemos el desafío de incorporar este nuevo mundo para comprender mejor a nuestros pacientes y más aún para ayudarlos a comprometerse más con su propio proceso. No podemos mirar todo esto como “cosas de los jóvenes” y así distanciarnos de la realidad.

En este trabajo nos propondremos presentar el uso de la palabra escrita (en diferentes versiones) como una herramienta muy iluminadora para el proceso de Logoterapia, proceso de hacer consciente lo espiritual reprimido.

Intentaremos hacer comprender la importancia de la palabra escrita del paciente, la palabra escrita del terapeuta, sus ventajas y dificultades.

Así también, presentaremos dos casos en donde el uso de estas herramientas facilitó el proceso de terapia, mejoró la relación del paciente consigo mismo, lo hizo ser más creativo y activo.


1. El sentido de la palabra escrita:

La palabra escrita como testimonio de lo que somos, de lo que estamos siendo, de lo que queremos ser.

Cuando le preguntaron a Borges sobre un libro suyo, del cual se cumplían ya 20 años de publicado, respondió: “hace ya tanto tiempo que he escrito ese libro que no se puede decir que yo sea el autor”.

La paradoja de nuestra identidad, queda escrita para luego ser leída y releída por nosotros y por nuestros seres queridos y por aquellos a quienes no conocemos, pero queremos que quieran lo que nosotros queremos, queremos que nos conozcan, queremos quererlos.

Gracias a la intención de Frankl y a la dedicación de escribir, nace su Logoterapia, se redime, se cura de su dolor y sigue adelante.

Muchos de nosotros conocemos esa experiencia. Una experiencia de íntima relación conmigo mismo, de soledad, en donde necesito escribir, escribirme, dar cuenta de mi mundo emocional.

Quizá al principio, escriba para que nadie lo lea, solo para mi mismo, para saber quien soy, para encontrarme en mis palabras.

Luego los amigos nos van convenciendo de que vale la pena, de que la palabra vale y de a poquito nos vamos animando a compartir lo escrito.


2. La palabra escrita y la terapia:

Hace ya algunos años que ha surgido la llamada “terapia narrativa”. Dentro de esta denominación, está comprendida una gran gama de enfoques y de usos de las narraciones en psicoterapia.

Este es un aporte personal, que refleja mi quehacer en la clínica, con mis pacientes y conmigo. No podría afirmar o negar el vínculo con la terapia narrativa, o si se podría plantear una Logoterapia narrativa.

Cabe aclarar que no se trata sólo del uso de cuentos en psicoterapia, como metáforas portadoras de significados, para facilitar el proceso o para hacerle ver al paciente un contenido. En este caso, se trata de invitarlo a que escriba sobre el propio proceso de terapia, sobre lo que va sintiendo, lo que ha pasado en la semana, si surgió algún recuerdo, si después de la última sesión se quedó pensando en algo, etc. Así como también registrar sueños, pensamientos, traer viejos escritos propios, etc.

En el transcurso de un proceso terapéutico, uno vive muchas emociones, recuerdos, pensamientos, sensaciones que a medida que vamos tocando ciertos temas, nos invaden. Si logramos escribirlas, se facilita el proceso de encuentro con uno mismo, nos hace ser más honestos con nosotros, con lo que nos pasa.

Cuando el paciente realiza su psicoterapia solo con frecuencia horario semanal, y luego vuelve a la siguiente semana para cumplir con el rito, es importante ir generando cierta conexión entre semana y semana, para que el proceso no se “deposite” solo en la hora semanal de encuentro con el terapeuta.

Porque la terapia no es solo esa hora; la terapia es la vida, es todo lo que pasa antes durante y lo que pasa después, y la palabra escrita, el recuerdo espontáneo, el registro de emociones, el correo de un familiar que le dice que lo extraña, el mail que le envió a su madre dos años atrás donde le cuenta lo sola que se siente, etc. Todas estas vivencias están allí depositadas en computadoras, en Pc, deseando salir a la luz. Son un espejo infalible e ineludible para el paciente, ya que es más que la palabra de su terapeuta, es casi como un sueño, una carta que se ha escrito para sí mismo.

La palabra escrita ayuda a la derreflexión. Hay pacientes que se resisten a escribir sus vivencias porque saben que una vez escritas, “no se podrán arrepentir”. Mientras la palabra es “hablada” queda en un “no.mundo”, un mundo íntimo entre paciente y terapeuta, un mundo silencioso.

Cuando sale a luz lo conversado, siempre es objeto de miedos e inseguridades. Cuando nuestra palabra como terapeuta sale del consultorio y es revelada a otros, siempre nos preocupamos pensando, “¿habrá entendido la madre de mi paciente, (padre, médico, novio, etc.) lo que quise decir?” Y si nuestra palabra es escrita entonces corremos mucho más riesgo.

Estas reflexiones nos hacen pensar en los primeros terapeutas que tuvieron el coraje de contar lo que hacían y decían en el ámbito secreto y privado del consultorio. Y mucho más en los grandes narradores de la psicoterapia de hoy, que logran transformar con gran maestría, un “caso de psicoterapia” en una “historia de vida”. Porque de esto se trata, somos grandes receptores de historias, de vida, historias de desamor, de desesperanza y de sufrimiento. Es sumamente importante que esta historia pueda ser contada, guardada, reservada para cuando el paciente quiera recurrir a ella, lo pueda hacer.

Y lo más increíble aún, estas historias forman parte de nuestra historia. Son parte de mi vida cotidiana; de mi lucha cotidiana por vivir; forman parte de mi historia.

Repaso mis archivos, los mails que me mandan los pacientes, los chat que mantienen con sus novios que están lejos o cerca, los sueños que han registrado cuidadosamente. Todo esto descansa en mis archivos y siento ganas de pedirles permiso a todos para contar su historia. Porque todas son historias que merecen ser contadas, merecen salir del cajón olvidado para iluminar otras vidas. Para ayudarnos a ayudar a los demás, para poder identificarnos con los otros. Recordemos que Anna O hablaba de la “talking-cure”. El pasaje de la palabra hablada a la escrita ya se está haciendo y se hace desde hace tiempos, desde otros lugares y espacios. Hoy día el espacio terapéutico es nutrido no solo de la palabra hablada, sino también de la palabra escrita del propio paciente.

El paciente escribe sobre lo que le pasa en la vida (sueños, preocupaciones) luego esto lo trae al proceso de terapia, se lo trabaja, y entonces esto se vuelve a reciclarse nuevamente.

En otros trabajos anteriores hemos subrayado que “lo que cura es el vínculo.” Este trabajo intenta seguir en la misma línea, sumando estrategias para favorecer y acrecentar el vínculo entre paciente y terapeuta.

La Logoterapia propone por parte del paciente una actitud activa participativa, haciéndose responsable de su recuperación. En este sentido se contrapone al modelo médico tradicional, en donde el médico era el portador del saber, el paciente ignoraba las causas y remedios a su enfermedad y aquel le aplicaba la medicina adecuada.

Michale Lambert, presidente de la Society for Psychotherapy Research, logró ponderar en diversos estudios, la contribución respectiva de los distintos factores responsables del cambio. (Lambert (Asay, T. y Lambert, M., 1999) Estos son los resultados:

  • Técnica del terapeuta: 15%
  • Expectativas positivas del paciente: 15%
  • La relación terapéutica: 30%
  • Factores del paciente: 40% (actividad, participación, motivación, involucramiento y creatividad).

Estas investigaciones apoyan de alguna manera, los enfoques de psicoterapia que dan mayor importancia al paciente y su actividad. Pero claro está que para que el paciente tome este lugar, el terapeuta también debe estar muy activo, ser creativo y lograr que su paciente se involucre.

Por todo esto entonces, es que sugerimos el escribir como parte de lo que algunos llaman “trabajo entre sesiones.” Personalmente, siempre les pido a mis pacientes al final de cada sesión, que “no se desconecten” de lo que hemos trabajado ese día, para facilitar el proceso.




Extraido de la fuente: http://logoforo.com/%C2%BFpuede-la-escritura-ser-terapeutica/

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