La sombra
El
Alter Ego
Muy en conexión con la
Persona, se encuentra ese “otro lado” de nuestra personalidad que conscientemente
no mostramos en público, y que Jung llamó simbólicamente la Sombra. Está constituida por lo que
consideramos inferior en nuestra personalidad. Mientras más fuerte y rígida una
Persona y más nos identificamos con ella, más debemos negar otros aspectos
importantes de nuestra personalidad que pueden contradecirla. Estos aspectos
son reprimidos al inconsciente y contribuyen a la formación de la Sombra. Esta, de uno u otro modo, encontrará
siempre formas de expresión, la mayoría de las veces a través de mecanismos de
defensa de la proyección.
La sombra se refiere a lo
que comúnmente denominamos nuestro Doble, el Alter Ego, el personaje negro,
sombrío u oscuro que llevamos dentro. Es nuestro otro Yo. Es aquella parte de nuestra personalidad que ha sido
reprimida en nuestro cuidado del Yo ideal comprometido con la máscara. Cuando
figura en nuestros sueños y fantasías, la Sombra
representa el inconsciente personal.
“La
sombra representa un problema ético que desafía a la entera personalidad del
Yo, pues nadie puede hacer consciente la Sombra sin considerable dispendio de
decisión moral. En efecto, en tal realización se trata de reconocer como
efectivamente presentes los aspectos oscuros de la personalidad. Este acto es
el fundamento indispensable de todo conocimiento de sí, y consiguientemente
encuentra, por regla general, resistencia considerable. Si el autoconocimiento
se asume como medida terapéutica, constituye a menudo un proceso laborioso que
puede llevar largo tiempo”.
Las
verdaderas razones de
este mecanismo arquetípico radican en la naturaleza misma del Ego, el cual se
desarrolla como el resultado de un encuentro del Self –como potencial dirección
de la personalidad- y la realidad colectiva externa. En nuestras primeras
experiencias acerca de lo que es bueno o malo, base de la aceptación de sí
mismo, los comienzos de la conciencia son investidos de las normas y
expectativas de la colectividad externa. El niño se acepta a sí mismo, en
términos de ajustamiento y adecuación. La armonía con el Self y también con la
conciencia, aparecen al comienzo dependientes de las aceptaciones externas y de
la Persona (donde los padres y el ambiente familiar son fundamentales). Estos nos
permiten asimilar conscientemente los valores individuales (que son
fundamentalmente variables a esa edad), para ser incorporados a la imagen que
el Ego tiene de sí mismo. Por eso, esos contenidos son sometidos a la
represión.
No
desaparecen de ningún modo;
continúan funcionando como un invisible alter ego que parece (muchas veces por
el uso frecuente de la proyección) estar fuera de uno mismo. Hay que anotar
además, que las cualidades reprimidas
pueden ser muy básicas para las estructuras fundamentales de la personalidad
so pena que, porque reprimidas, permanezcan primitivas y, por tanto, negativas.
En efecto, si bien los
contenidos de la Sombra son
removidos de la conciencia del ego, continúan
vivos como complejos emocionales. Pero esto también los remueve de la
supervisión del Yo, y pueden así continuar una existencia sin ser chequeados y
con manifestaciones disruptivas sorprendentes. Muchas veces la Sombra es observada por los demás (cuando éstos
saben “ver”), aunque el sujeto mismo no tiene conciencia de lo que manifiesta.
Es
necesario reconocer a la Sombra
El reconocimiento de la
Sombra –cuando no se sabe con prudencia el proceso- puede acarrear un verdadero
shock de variados grados de intensidad, lo cual en general depende de la fuerza
de las convicciones morales y éticas de cada cual.
Existen
diversas y posibles reacciones frente a la Sombra desde el punto de vista más bien
extraterapéutico:
- Podemos rehusar el enfrentarnos con ella;
- O bien, cuando la reconocemos como parte de nuestra vida, podríamos querer eliminarla o colocarla en su sitio inmediatamente.
- Podemos rehusar el que tenemos responsabilidad en ella, y dejarla que saiga su camino, sin supervisión alguna;
- O bien, podemos “sufrirla” de manera constructiva, como partede nuestra personalidad, lo cual puede conducirnos a una actitud de humildad y a un sentido de lo humano saludables y, eventualmente, a nuevos insights y horizontes más amplios acerca de nosotros mismos, del mundo y la cultura que nos rodean.
Cuando este shock ocurre,
-en general en el proceso terapéutico- pueden ocurrir diversas posibilidades:
Una es que el individuo
sea sobrepasado por el inconsciente y caiga en la psicosis o en una depresión suicida.
El terapeuta debe reemplazar aquí el ego desplomado, a través de la
transferencia. No es cosa muy fácil, por supuesto.
Una segunda posibilidad
es que el sujeto acoja ingenuamente los contenidos del inconsciente colectivo y
caiga en obsesiones extrañas y excéntricas ideas qu3e lo apartarán de su medio
social.
La tercera puede pasar
más corrientemente, fuera de las sesiones terapéuticas. El sujeto, después de
graves angustias, restaura su modo habitual preterapéutico de funcionar, pero
muy debajo de su natural habilidad. Es una especia de regresión a una etapa que
le funcionaba bien, pero ahora empobrecida. El problema es que este hombre
recurrirá ahora con más facilidad a proyectar su sombra, echando a los demás la
culpa de sus inhabilidades actuales.
La
aceptación de la Sombra
involucra el darse cuenta de datos y hechos. De ningún modo significa que la Sombra debe ser actualizada
indiscriminadamente. Esto sería más bien una identificación y no una
aceptación. Es importante que los elementos inconscientes nos hablen a nosotros en vez de a través de nosotros. La represión –dice
Jung- (o el dejar ir y hacer) aparecen siempre más fácil que la disciplina. La represión es opuesta
a la disciplina, y nos hace más inconscientes nuestros motivos, más
irresponsables por tanto, y nos inclina hacia caminos de patología a través de
la proyección. Aunque no somos responsables de los modos en que somos o sentimos, tenemos que ser
responsables de los modos en que
actuamos. La disciplina está en la habilidad
para actuar de una manera contraria a nuestros sentimientos, cuando es
necesario, sabiendo que no podemos resistir todos nuestros impulsos y
siempre. El control yoico, a diferencia de la represión, es una prerrogativa
muy exclusiva del ser Humano, como también una necesidad. Hay veces en que no
será posible restringir nuestros impulsos; pero, en todo caso, podemos poner un
esfuerzo consiente para ponerle elementos aditivos mitigantes o, al menos,
pedirnos disculpas a nosotros mismos o a los demás.
Tratar con la sombra, en
síntesis, implica dificultades. Hay que estar buscando sus trazas para traerlas
a la conciencia, lo cual tampoco es fácil: esto es lo que soy y lo que soy
capaz de hacer.
Lectura extraída del libro: “Introducción a la Psicología de Jung”, (1995).