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jueves, 14 de mayo de 2015

El sentido del Yo en el Niño

El sentido del Yo en el Niño

Los niños de alguna manera se autoprotegen. Algunos se retraen para evitar ser dañados. Otros se fabrican fantasías para entretenerse y hacer sus vidas más fáciles y viables. Algunos juegan-trabajan-aprenden (pues todo está conectado) como si nada importara, dejando fuera todo lo que es doloroso. Otros se protegen dando cualquier tipo de golpe; tales niños son lo que obtienen mayor atención, lo que con frecuencia tiende a reforzar esa misma conducta tan aborrecida por los adultos. Los niños hacen lo que pueden para abrirse paso, para sobrevivir.

El empuje de los niños es hacia el crecimiento. Haciendo frente a las carencias e interrupciones del funcionamiento natural, adoptan alguna conducta que parece servirles para abrirse paso. Puede que actúen en forma agresiva, hostil, iracunda, hiperactiva. Tal vez se recojan a mundos de su propia hechura. Puede que hablen lo menos posible o nada. Quizás se pongan temerosos de todos o todo, o de alguna cosa especial que afecta su propia vida y de todos los que de alguna manera están involucrados con ellos. Excepcionalmente, puede que se vuelvan amables y "buenos" en exceso. Tal vez se aferren odiosamente a los adultos de su mundo. Puede que se orinen en la cama, se ensucien en sus pantalones, tengan asma, alergias, tics, dolores de estómago, dolores de cabeza, accidentes. No hay límite a lo que un niño puede hacer en su intento para que se preocupen de sus necesidades.

A medida que el niño se convierte en adolescente, puede que estas conductas se exageren más o se transformen en otras nuevas tales como la seducción y la promiscuidad, o el abuso del alcohol y otras drogas. Bajo estos intentos de hacer frente, siempre hay necesidades insatisfechas que derivan en la pérdida del sentido del yo.

A veces el niño funciona en su vida con ideas que no le pertenecen, que no son legítimamente suyas. A menudo los niños crecen creyendo lo que oyen acerca de sí mismos, tragándose entera la información errada sobre ellos mismos. Por ejemplo, un niño tal vez crea que es estúpido porque su padre, en un momento de ira, lo llamó así a causa de su propia frustración. Puede que recoja un mensaje implícito, no verbal de que es torpe, porque sus padres se ríen de él cuando bota algo o se impacientan continuamente con sus laboriosos intentos de hacer cosas. A menudo los niños asumen y actúan las características y descripciones que han recogido de los demás. Mi tarea, entonces, como terapeuta, es ayudar al niño a separarse de estas evaluaciones externas y autoconceptos errados, y ayudarlo a redescubrir su propio ser.

Así que cuando trabajo con un niño, un adolescente, o también con un adulto, sé que necesitaremos retroceder y recordar, recuperar, renovar y reforzar algo que alguna vez tuvo cuando bebé y que ahora parece perdido. A medida que despiertan sus sentidos, que comienza a conocer nuevamente su cuerpo, puede reconocer, aceptar y expresar sus sentimientos perdidos. Aprende que puede hacer elecciones y verbalizar sus deseos, necesidades, pensamientos e ideas. A medida que aprende quién es y lo acepta en su diferenciación con uno, se contactará con usted, y usted lo sabrá. Es capaz de hacerlo ya sea que tenga 3 u 83 años de edad.

Yo trabajo para construir el sentido del yo del niño, para reforzar las funciones de contacto y para renovar su propio contacto con sus sentidos, cuerpo, sentimientos y uso de su intelecto. Mientras lo hago, las conductas y síntomas que ha usado para su mal conducida expresión y crecimiento, frecuentemente desaparecen sin que se percate plenamente de que sus comportamientos están cambiando. Su toma de conciencia es redirigida a la percepción sana de sus propias funciones de contacto, su propio organismo, y por ende, a conductas más satisfactorias.



Fuente: Violet Oaklander, Ventanas a nuestros niños. Terapia gestáltica para niños y adolescentes, p. 57-59.

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