El vacío existencial
El vacío
existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y
puede deberse a la doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se
convirtió en un verdadero ser humano. Al principio de la historia de la
humanidad, el hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que
conforman la conducta del animal y le confieren seguridad; seguridad que, como
el paraíso, le está hoy vedada al hombre para siempre: el hombre tiene que
elegir; pero, además, en los últimos tiempos de su transcurrir, el hombre ha
sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de contrafuerte a su
conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un instinto
que le diga lo que ha de hacer, y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo
que debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría hacer. En
su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que
otras personas quieren que haga (totalitarismo).
Mi equipo del departamento neurológico
realizó una encuesta entre los pacientes y los enfermos del Hospital
Policlínico de Viena y en ella se reveló que el 55 % de las personas
encuestadas acusaban un mayor o menor grado de vacío existencial. En otras
palabras, más de la mitad de ellos habían experimentado la pérdida del
sentimiento de que la vida es significativa.
Este vacío existencial se manifiesta
sobre todo en un estado de tedio. Podemos comprender hoy a Schopenhauer cuando
decía que, aparentemente, la humanidad estaba condenada a bascular eternamente
entre los dos extremos de la tensión y el aburrimiento. De hecho, el hastío es
hoy causa de más problemas que la tensión y, desde luego, lleva más casos a la
consulta del psiquiatra. Estos problemas se hacen cada vez más críticos, pues
la progresiva automatización tendrá como consecuencia un gran aumento del
promedio de tiempo de ocio para los obreros. Lo único malo de ello es que
muchos quizás no sepan qué hacer con todo ese tiempo libre recién adquirido.
Pensemos, por ejemplo, en la
"neurosis del domingo", esa especie de depresión que aflige a las
personas conscientes de la falta de contenido de sus vidas cuando el trajín de
la semana se acaba y ante ellos se pone de manifiesto su vacío interno. No
pocos casos de suicidio pueden rastrearse hasta ese vacío existencial. No es
comprensible que se extiendan tanto los fenómenos del alcoholismo y la
delincuencia juvenil a menos que reconozcamos la existencia del vacío
existencial que les sirve de sustento. Y esto es igualmente válido en el caso
de los jubilados y de las personas de edad.
Sin contar con que el vacío existencial
se manifiesta enmascarado con diversas caretas y disfraces. A veces la
frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de
poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero.
En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su
lugar la voluntad de placer. Esta es la razón de que la frustración existencial
suele manifestarse en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío
existencial, podemos observar que la libido sexual se vuelve agresiva.
Algo parecido sucede en las neurosis.
Hay determinados tipos de mecanismos de retroacción y de formación de círculos
viciosos que trataré más adelante. Sin embargo una y otra vez se observa que
esta sintomatología invade las existencias vacías, en cuyo seno se desarrolla y
florece. En estos pacientes el síntoma que tenemos que tratar no es una
neurosis noógena. Ahora bien, nunca conseguiremos que el paciente se sobreponga
a su condición si no complementamos el tratamiento psicoterapéutico con la
logoterapia, ya que al llenar su vacío existencial se previene al paciente de
ulteriores recaídas. Así pues, la logoterapia está indicada no sólo en los
casos noógenos como señalábamos antes, sino también en los casos psicógenos y,
sobre todo, en lo que yo he denominado "(pseudo)neurosis
somatógenas". Desde esta perspectiva se justifica la afirmación que un día
hiciera Magda B. Arnold2:
"Toda terapia debe ser, además, logoterapia, aunque sea en un grado
mínimo."
Fuente:
Viktor Frankl, ‘El hombre en busca de sentido’.
2. Magda B. Arnold y John A. Gasson, "The
Human Person, The Ronald Press Company, Nueva York, 1954, p. 618.
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