Resumen
El niño preescolar hace sus primeras
incursiones en el mundo social y comienzan a asistir a centros de educación,
este hecho reafirma su proceso de autonomía y de desarrollo individual pero a
la vez trae consigo momentos de tensión y ansiedad a los pequeños. Comprender
las reglas y normas por los cuales se mueven las relaciones sociales puede ser
complicado y expresar sus sentimientos a través de palabras aún más, sobretodo
en esta edad cuando el uso del lenguaje es todavía muy limitado.
Los niños preescolares son artistas
innatos y seres simbólicos, su sentido de la intuición hace que puedan
expresarse a través del arte y del juego sin necesidad de demasiadas pautas, ya
que éste es un medio de expresión que les pertenece y les resulta más
placentero y familiar.
La Intervención Terapéutica “Arteterapia
para niños en edad preescolar“ basa su metodología en el juego y en la
capacidad creativa de resignificar la realidad, siendo aspectos claves de la
terapia: la relación con el terapeuta, los límites y el espacio tanto físico
como simbólico.
Los objetivos que se buscan en esta
intervención son: estimular la búsqueda de resoluciones creativas, favorecer el
proceso de reafirmación de la individualidad y facilitar la expresión de emociones
dentro de un entorno seguro como es el espacio del juego.
Introducción
Desde mi experiencia en el trabajo con
niños pequeños surgen muchos interrogantes y la necesidad de crear una
metodología de trabajo que sea específica para los niños en edad preescolar,
que estuviera adecuad a sus necesidades y que respondiera a una serie de conflictos
y de sucesos que se dan en esta edad.
La terapia artística es un medio que
puede ayudar al niño a atravesar esta etapa de su vida, estableciendo una vía
de comunicación y expresión de las emociones y ayudándolo en su proceso de
autonomía y autoafirmación.
En el desarrollo de esta investigación
ha sido de gran importancia la “Teoría de los objetos y los fenómenos
transicionales” de D.W. Winnicott, y los aportes de H. Gardner. A continuación haré
una breve descripción de las diferentes características de la etapa preescolar
y de como el niño de esta edad hace uso del juego simbólico y del arte como
medio de comunicación y posteriormente desarrollaré los aspectos principales de
una intervención de arteterapia creada especialmente para el niño preescolar.
1. El mundo del niño preescolar
El niño preescolar hace sus primeras
incursiones en el mundo social comienzan a asistir a centros de educación, pasa
más tiempo alejados de sus padres y de los familiares, esta situación reafirma
su proceso de autonomía y de desarrollo individual pero a la vez trae consigo
momentos de tensión y ansiedad a los pequeños. El comienzo de una vida social autónoma
fuera de la protección de los padres y la llegada del lenguaje es una
experiencia muy excitante, pero también conlleva exigencias a nivel social que
tensionan al niño, lejos ya de la seguridad de los cuidados maternales. Comprender
las reglas y normas por los cuales se mueven las relaciones sociales puede ser
complicado y expresar sus sentimientos a través de palabras aún más sobretodo
en esta edad cuando el uso del lenguaje es todavía muy limitado.
Los niños preescolares son artistas
innatos, su sentido de la intuición hace que puedan expresarse a través de las
artes sin necesidad de demasiadas pautas, el arte es un medio de expresión que
les pertenece y les resulta placentero y familiar.
El juego simbólico se une a la intuición
para potenciar su capacidad de creación y a la gran imaginación que es
característica en esta etapa del desarrollo infantil.
Viéndolo de este punto de vista el mundo
del niño preescolar es complejo y difícil de entender si tenemos en cuenta que
estos niños no tienen un desarrollo del lenguaje adecuado para expresar sus
sentimientos o contarnos exactamente que es lo que creen.
Por parte de los padres la crianza
presenta dificultades, momentos familiares difíciles que pueden resolverse bien
si los cuidadores están advertidos, informados o pueden ser ayudados.
Resolverse bien significa establecer una
vía de comunicación para desanudar conflictos y aliviar el sufrimiento.
Además, el niño preescolar, está
experimentando un veloz desarrollo psíquico, mucho mayor que el del escolar de
más edad, y por consiguiente los efectos de los traumas son comparativamente
grandes en la edad del preescolar (Winnicott, 1996).
La autonomía y la escolarización
A partir de los primeros meses de vida
el niño comienza un proceso por el cual empezará a independizarse de la madre
de manera paulatina. En la edad preescolar con el comienzo de la
escolarización, para la mayoría, se produce las primeras experiencias en que el
niño se ve alejado de su madre por periodos más prolongados, en estos momentos
la conducta de apego se intensifica por el temor (Bowlby, 1985). Este período
puede considerarse un momento crítico para el proceso de autonomía del niño,
por lo cual podemos considerar que si lo atraviesa de manera exitosa, en
relación a que no se producen traumas por la separación, la adaptación del niño
con el medio en el momento de la escolarización será mejor y de manera más
natural.
2. El niño preescolar: un ser simbólico
En los primeros años de su desarrollo,
los niños aprenden a dominar los sistemas se símbolos de la cultura, pero este
dominio es, en gran medida, un asunto privado. Sin duda, los chicos se dedican
a explorar para que sirve o no sirve cada sistema: experimentan y juegan
activamente con él, y en este proceso suelen lograr efectos que a ellos les
resultan muy agradables y a otros les parecen maravillosos.(Gardner, 1982)
El juego simbólico del niño preescolar
se desarrolla más allá de su lenguaje y de su ámbito familiar, los niños de
esta edad tienden a captar el mundo y a representar sus experiencias con la
realidad a través de numerosas actividades que realizan constantemente, ya sea
a través de la expresión gráfica, la pintura, contando historias, construyendo
con bloques, jugando con muñecos, bailando, cantando, realizando un juego
fingido o jugando a adquirir un rol. El juego simbólico representa para el niño
una oportunidad de experimentar los papeles que a la larga asumirá en el mundo
adulto, esto se da, por ejemplo, en el juego con muñecas o cuando recrea
fragmentos de acontecimientos o deseos a través de sus dibujos. El juego se une
a la intuición para potenciar su capacidad de creación y la gran imaginación
que es característica en esta etapa del desarrollo infantil. Cuando el niño
lleva a cabo un juego de fingir realiza una actividad mental diferente
(Gardner, 1991) el niño reconoce lo que un objeto es, pero finge que es otra
cosa, o finge que él, que es un niño, es un adulto o un animal, por ejemplo.
Los niños son conscientes de que están
fingiendo y raramente resultan confundidos por esta conducta, si no más bien se
deleitan con ella ya que le produce un gran placer.
Durante los primeros años de vida, buena
parte del conocimiento por guiones es manifiesto en las clases de secuencias
simbólicas o “fingidas”, o de “juego fingido”, en las que los niños juegan
solos con accesorios de tamaño infantil, con otros niños o con los padres
(Gardner, 1991, Pág. 80)
A partir de esto podemos decir que en
los primeros años los niños se vuelven capaces de imaginar, de ver un objeto
como si fuera otro y de creer en un estado de las cosas diferente al que los
sentidos perciben. Esta posibilidad le da al pequeño un gran y nuevo poder que le
permite la creación de obras de arte y productos de la imaginación de carácter
único y personal ya que provienen directamente de la mente del niño y de su
capacidad simbólica de ver el mundo. También podemos decir que existe en el niño
preescolar una capacidad de resignificación de la realidad, que es uno de los
aspectos claves de la Intervención Terapéutica que posteriormente desarrollaré.
Según Gardner (1994) entre los
preescolares es lícito hablar de lenguaje preescolar, el lenguaje metafórico de
los niños preescolares se da cuando el niño le da una nueva denominación a un
objeto, basada en la semejanza perceptiva, en la similitud de acción o
combinado la percepción y la acción.
El lenguaje simbólico del arte
Cuando el lenguaje verbal no está
todavía desarrollado a niveles en que el niño sea capaz de expresarse en
palabras con toda su intención y significado es posible que mucha información y
expresión se dé a través de otras formas de comunicación como puede ser el
movimiento corporal, el juego simbólico o la expresión a través de materiales
plásticos. Los niños de esta edad son artistas innatos, su sentido de la
intuición hace que puedan expresarse a través de las artes sin necesidad de
demasiadas pautas, el arte es un medio de expresión que les pertenece y les
resulta placentero y familiar.
Los años preescolares son descritos por
Gardner (1990); como la “Edad de oro de la creatividad”, esta es la época en
que todo niño irradia habilidades artísticas, sus creaciones son de carácter
personal y muy imaginativas, el niño resulta muy seducido por materiales que pueda
captar a través de los sentidos. La pintura puede significar un instrumento
adecuado para la expresión y para el desarrollo del juego, ya que de forma
natural los niños muestran conocimientos simbólicos e intuitivos y son capaces
de crear obras pictóricas que representen simbólicamente su mundo. Las artes
proporcionan al pequeño un marco especial de expresión en los cuales se sienten
cómodos de expresar lo que sienten a través de símbolos.
Sin precisamente demasiado apoyo por
parte de los adultos, la mayoría de los niños de dos años disfrutan
garabateando. Y parecen descubrir por sí mismos un conjunto de maneras de hacer
líneas, puntos y formas geométricas sencillas.
A la edad de tres o cuatro años, estos
niños empiezan a dibujar de un modo figurativo: la figura humana, determinadas
figuras animales y determinados objetos como árboles y soles se distribuyen por
los lienzos del preescolar. Estas representaciones no son copias serviles de
los objetos, ni dibujos de objetos, sino que, más bien, los niños de esta edad
intentan crear un equivalente en forma gráfica de su concepción general del
objeto (Gardner,1990, Pág. 43)
La mayoría de los niños en edad
preescolar demuestran excitación cuando se le ofrece un material para trabajar,
y a partir de eso comienzan a crear y a contar que es lo que están haciendo,
arman historias que son capaces de contar verbalmente, o muchas veces prefieren
no hablar ya que la creación plástica se convierte en una forma más fluida de
lenguaje que las palabras,en donde puede representar las imágenes tal como se
les presentan en su cabeza.
3. La importancia del desarrollo de la
creatividad y el arte dentro del proceso de autonomía del niño
El niño: un ser creador
Según Winnicott( 1971) la creatividad es
universal y corresponde a la condición del ser humano de sentirse vivo, la
creatividad se ve reflejada en la capacidad que tiene el individuo de responder
ante la realidad exterior y los fenómenos exteriores, y esta capacidad se puede
ir enriqueciendo con la experiencia vital.
La capacidad creativa del niño tiene su
origen en las relaciones objetales ( Winnicott, 1971) que el bebé establece con
la madre y con objetos externos. En un comienzo es el ambiente posibilitador
creado por la madre el que proporciona al niño la experiencia de omnipotencia creativa,
la madre satisface las necesidades instintivas del niño sin frustrar ni
privarlo. Gracias a la adaptación, la madre da al niño la oportunidad de crearse
la ilusión del dominio mágico de los objetos. Posteriormente la tarea de la
madre será la de desilusionar y frustrar al bebé en forma gradual para que éste
pueda hacer frente a la pérdida de la omnipotencia, pero para ello es
importante que antes le haya ofrecido al niño suficientes oportunidades de
ilusión.
Según Winnicott el proceso de
ilusión-desilusión es básico para la adaptación de la persona a la realidad y a
través de éste, el niño, toma conciencia del mundo objetivo y su mundo subjetivo,
la relación y tensión entre ambos es la que da al niño el impulso y la
oportunidad de crear. La tensión entre la realidad objetiva y la subjetividad
del niño se disipa en la zona intermedia del espacio transicional, pero para la
formación de dicho espacio es básico que el niño halla aprendido a crear.
La creatividad refuerza la zona
intermedia entre el sujeto y el exterior y a la vez un espacio transicional
fuerte estimula el desarrollo de la creatividad. Las experiencias creativas ayudan
los niños a expresar y enfrentar sus sentimientos, también fomenta el
crecimiento mental en niños porque provee oportunidades para ensayar nuevas ideas
y probar nuevas formas de pensar y de solucionar problemas.
Es importante que el niño pueda sentirse
un ser creador, ya que el acto de creación en sí, reafirma el sentimiento de
estar vivo y a la vez acentúa la subjetividad de la experiencia ya que
intensifica el apoderamiento de la experiencia vital y el hecho de sentir que,
es el propio niño el que está viviéndola, el que la está haciendo suya. La habilidad
de ser creativo ayuda a consolidar la salud emocional de los niños, ya que la
creatividad es la forma más libre de expresión propia, no hay nada más
satisfactorio para los niños que poder expresarse completa y libremente, todo
lo que los niños necesitan para ser verdaderamente creativos es la libertad para
comprometerse y esforzarse en convertir la actividad en la cual están
trabajando en algo propio, ya que toda actividad creativa es el proceso de la
expresión propia que ayuda a reconocer y a celebrar el aspecto único de la
subjetividad del niño, frente a la objetividad de la realidad.
Del objeto transicional al arte
En el proceso de autonomía del niño las
relaciones con los objetos externos son de gran importancia, en un primer
momento este objeto se verá representado por el cuerpo de la madre, luego este
lugar lo ocuparán objetos que recordarán al niño la presencia materna, lo que
Winnicott llama objetos transicionales, como una mantita o un peluche, por
ejemplo.
Poco a poco estos objetos serán dejados
de lado y este espacio de transición entre el niño y la realidad será ocupado
por actividades creativas como el arte y la cultura ( Winnicott, 1971).
En este sentido el crecimiento del niño
toma la forma de un intercambio continuo entre la realidad exterior e interior,
por la cual cada una es enriquecida por la otra.
Al llegar a un estado de madurez el niño
ha desarrollado un interior y un exterior y se va liberando del cuidado
materno, en el interior del niño se encuentra su verdadero Yo, el cual, si es
fuerte, puede relacionarse con la realidad externa sin sufrir traumas. El
objeto transicional representa el viaje del niño desde la subjetividad pura a
la objetividad, desde la indiferenciación con la madre a la aceptación de ésta
como objeto exterior con el cual puede establecer una relación objetal. Para
Winnicott, resulta más importante el hecho de que el objeto transicional
represente a la madre y precisamente no sea la madre, esto indica que se ha
aceptado algo como no-Yo, aunque este algo no sea tampoco del todo
perteneciente a la realidad exterior /objetiva. Esta es la paradoja que en
opinión del autor debe ser tolerada, de manera que no es operativo formular la
pregunta de si el objeto transicional fue creado por el niño o le fue
presentado desde el exterior, la aceptación de esta paradoja, supone la de
todos aquellos fenómenos que no pueden ser considerados enteramente subjetivos
ni objetivos, y que abarcan todo el campo de los fenómenos culturales. En este
sentido si el objeto transicional se abandona y pierde importancia, no es
porque desaparezca la zona de experiencia que éste expresa, sino porque
precisamente su significación se ha extendido para abarcar todo el espacio
propio de lo cultural (Winnicott, 1971). En condiciones de salud, hay una
evolución desde el fenómeno de transición, y el uso de objetos transicionales
hasta la plena capacidad para el juego. Con el tiempo estos objetos van
perdiendo su función y simplemente se van desvaneciendo y se convierten en el
grupo de fenómenos que se van ampliando hasta constituir todo el dominio del
juego infantil y de las actividades e intereses culturales.
Potenciar el desarrollo de actividades
artísticas en la edad preescolar puede facilitar su proceso de autonomía ya que
a través de éstas el niño se apodera de la experiencia vital para hacerla suya,
el acto de crear significa para el niño la comprensión de ser una persona subjetiva
escindida de la realidad objetiva. El arte ejecutado de manera libre da reflejo
al niño de que él es persona, ya que en esta actividad el niño pone en juego
sus propias creencias y sentimientos para encontrarse a sí mismo, lejos de la
protección materna y familiar.
Fragmento de Artículo: Arteterapia - Papeles de arteterapia y educación
artística para la inclusión social 159Vol.
4/ 2009 (págs: 159-175).