Páginas

martes, 15 de diciembre de 2015

Excusas (-ante la responsabilidad-).

Excusas (-ante la responsabilidad-).

La nuestra es una sociedad permisiva. Se ha puesto de moda culpar al pasado, al medio ambiente y a debilidades genéticas y psicológicas, por cualquier falla o conducta equivocada. Un estudiante violento es disculpado en nombre de las condiciones desordenadas de su hogar; un alcohólico por su estructura genética, y un golpeador de su esposa por su carácter agresivo. Ciertamente, el pasado no puede cambiarse, ni genes, ni tendencias. Pero se puede controlar la forma como vive uno dentro de esas condiciones. El estudiante violento debe darse cuenta de que su responsabilidad no repetir la actitud de “todos contra todos” de sus padres, en sus relaciones con los que lo rodean. El alcohólico debe ver que su responsabilidad es no tomar esa primera bebida, que desatará su respuesta genética al alcohol. El golpeador de su mujer debe comprender que si bien no es responsable de sus impulsos agresivos, sí es de lo que hace con tales impulsos.



Cuando el espíritu no está bloqueado, cuando los recursos del espíritu están al menos ligeramente accesibles, el individuo se encuentra en capacidad de ejercitar su voluntad de sentido a través de una selección responsable de alternativas. Nuestra sociedad ha ido muy lejos en el sentido de disculpar la irresponsabilidad, especialmente dentro de la familia. Los padres son responsables por los hijos pequeños; los hijos mayores por los padres ancianos; las parejas, el uno del otro.



Muchas personas culpan a “los errores de los padres” de su propia infelicidad y mal comportamiento. Elisabeth Lúkas habla del complejo de los “malos padres”, que justifica a muchos adultos no asumir su responsabilidad ante sus dificultades. Escribe: “Se culpa a los padres por haber sido sumamente estrictos, demasiado autoritarios, muy indiferentes, bastante insoportables, excesivamente protectores, extremadamente exigentes o democráticos, o inseguros, o exageradamente inconscientes”. Difícilmente puede encontrarse comportamiento paterno que no puede ser utilizado como excusa. Cuando los hijos empiezan a culpar a sus padres, parecen sentirse relevados de una responsabilidad que en realidad es de ellos mismos.




Fuente: Joseph B. Fabry. “Señales del camino hacia el sentido”. Ediciones LAG. 

martes, 8 de diciembre de 2015

Nuestro hogar es el camino

Un mensaje de Navidad de Thầy (Thích Nhất Hạnh)


La temporada navideña es la época para estar con la familia, cuando, donde sea que nos encontremos, tratamos de buscar un camino de vuelta a casa para estar con nuestros seres queridos. Muchos de nosotros decoramos nuestra casa y buscamos maneras de hacer de nuestro hogar un lugar cálido y acogedor. Todos anhelamos tener un lugar que sea seguro y amoroso, donde sintamos que no tenemos que ir a ningún otro lado, ni buscar nada más. Ese lugar lo podemos llamar nuestro “verdadero hogar”. Todos tenemos este anhelo, este profundo deseo de estar en nuestro verdadero hogar.


Buscando nuestro hogar
Jesús, tan pronto como nació, se vio en la necesidad de estar huyendo y fue un refugiado, un fugitivo sin hogar. Cuando creció y se volvió un hombre joven, sucedió lo mismo; era un errático sin un hogar real a donde regresar. En uno de sus discursos, él dijo que incluso los pájaros tienen sus propios nidos a donde regresar, y los conejos y las ardillas tienen sus madrigueras, pero que el Hijo del Hombre no tenía un lugar en donde reposar su cabeza, un lugar al que pudiera llamar hogar.

El Príncipe Siddharta, como adulto, pero antes de convertirse en Buda, se encontró en una situación similar. Había nacido en una familia real que era privilegiada y adinerada. Él podía tener todo lo que quisiera en el mundo material. Tenía una bella esposa y un buen hijo. Tenía un futuro brillante por delante, destinado a volverse rey y gobernante de un gran imperio. Pero aun así, él no se sentía cómodo incluso teniendo todo esto. Él no se sentía como en casa. Él no estaba en paz. Por ello, un día decidió dejar a su familia en busca de su verdadero hogar, la paz interior.

Tanto Jesús como Siddharta estaban en búsqueda de su verdadero hogar. Ellos querían encontrar una morada cálida donde no tuvieran que buscar nada más, y donde se sintieran verdaderamente en paz y en casa. Los occidentales tienen un dicho: “No hay nada como el hogar”, que expresa el sentimiento de que no hay nada como regresar a casa después de haber estado lejos. Pero aun así, muchos de nosotros no nos sentimos en casa, no sentimos que tenemos un lugar a donde regresar, incluso estando con nuestras propias familias. Eso se debe a que en nuestras familias puede no haber suficiente calidez, suficiente amor, tranquilidad, paz o felicidad.

Algunos de nosotros vivimos en el país donde nacimos, pero aun así queremos escapar e ir a otro lado. Sentimos que no tenemos un lugar de origen. Algunos judíos sienten que todavía no tienen una patria. Han estado errantes y buscando por miles de años un lugar, un pedazo de tierra, al que puedan llamar hogar. Y nosotros –los occidentales- todos tenemos un país al que podemos llamar nuestra tierra natal, pero incluso así, algunos no estamos contentos y queremos dejarlo. Esto se debe a que no hemos encontrado nuestro verdadero hogar en nuestro corazón. En esta temporada navideña, aun si compramos un árbol de Navidad y decoramos nuestro hogar, no significa necesariamente que hemos encontrado nuestro verdadero hogar, o que estamos en paz viviendo en nuestro país de origen. Para que nuestro hogar sea verdadero, necesita haber seguridad, satisfacción, calidez y amor.


Nuestro verdadero hogar
Al final, Jesús encontró su verdadero hogar en su corazón. Él encontró la luz en su corazón y reveló a sus discípulos cómo ellos también tenían su propia luz, y les enseñó a mostrarla para que también pudieran verla los demás. Siddharta enseñó que el verdadero hogar de uno se encuentra en el momento presente. Enseñó que cada uno de nosotros tenemos una isla interior donde podemos estar sanos y salvos. Si sabemos cómo regresar a esta isla, podemos entrar en contacto con nuestros ancestros de sangre y espirituales, con las maravillas del mundo, y con nuestro propio ser. En la isla de nuestro verdadero ser, podemos encontrar paz y plenitud.

Siddharta encontró su verdadero hogar y se transformó en Buda. Él quiso que todo mundo fuera capaz de encontrarlo. Cuando Buda cumplió 80 años, sabía que pronto dejaría esta vida, y sintió mucha compasión por sus discípulos y amigos, porque vio que muchos de ellos no habían encontrado aún su verdadero hogar. Él sabía que cuando llegara el momento de que su maestro muriera, ellos se sentirían perdidos y abandonados. En ese tiempo, se encontraba practicando el retiro de la temporada de lluvias, a las afueras de la ciudad de Vaishali, al norte del río Ganges. Durante esa temporada se enfermó bastante. El Venerable Ananda, el ayudante de Buda, pensó que su maestro moriría pronto, por lo que fue al bosque a esconderse detrás de unos árboles para llorar. Pero Buda utilizó sus poderes de concentración para desacelerar el progreso de su enfermedad y para encontrar fuerzas para vivir unas semanas más, de forma que pudiera regresar a su tierra natal, Kapilavastu, y morir ahí en paz.


La Isla Interior
Al terminar el retiro de la temporada de lluvias, Buda fue a la ciudad de Vaishali a visitar a sus discípulos, los monjes, monjas y amigos laicos de la Sangha. A donde fuera que iba, daba una charla de Dharma de pocos minutos. Estas pláticas cortas se centraban comúnmente en el tema “nuestro verdadero hogar”. El sentía que después de su muerte, habría muchos discípulos que se sentirían perdidos, por lo que Buda les enseñó que todos ellos tenían un lugar de refugio al cual regresar, y que deberían refugiarse sólo ahí.

Nosotros también deberíamos aprender a regresar y refugiarnos en esa morada, en vez de tomar refugio en otras personas o cosas. Ese lugar de refugio es la “Isla del Ser”; es el Dharma. Ahí, uno puede encontrar paz y protección y encontrarse con sus ancestros y sus raíces. Ese es nuestro verdadero hogar –nuestra isla interior donde está la luz del Dharma verdadero. Al regresar allí, uno encuentra luz, uno encuentra paz y seguridad, y uno está protegido de la obscuridad. La “Isla del Ser” es un lugar de refugio seguro de las olas turbulentas que, de otra forma, arrasarían con nosotros. Tomar refugio en nuestra isla interior es una práctica muy importante.

En Plum Village tenemos una canción que se llama: “Siendo una isla para uno mismo”[1]. Esta canción es sobre la práctica de tomar refugio en uno mismo. Si aún sentimos que no hemos encontrado nuestro verdadero hogar, que no tenemos un lugar al cual podemos llamar hogar, que todavía no hemos llegado a él y que queremos buscar un lugar de origen, sintiéndonos solos o perdidos, entonces esta práctica es para nosotros. Esta canción nos puede ayudar a regresar y tomar refugio en nuestra isla interior.


Nuestro refugio de práctica
Alrededor del siglo IV o V, cuando estas pláticas fueron traducidas al chino, los monjes tradujeron la “Isla del Ser” como ‘tự châu’ (‘tự significa ser y châu’ significa isla). “Queridos monjes, practiquen siendo ustedes una isla, sabiendo cómo tomar refugio en ustedes mismos”. Esas fueron las palabras que Buda pronunció un mes antes de morir. Si consideramos que somos almas gemelas de Buda, que somos sus verdaderos estudiantes, debemos tomar su consejo y dejar de buscar un lugar de origen en el espacio y en el tiempo. Debemos buscar este verdadero hogar dentro de nuestro propio ser, dentro de nuestro propio corazón; ahí es donde está todo lo que estamos buscando. Ahí podemos tocar a nuestros ancestros, de sangre y espirituales, y tocar nuestras raíces, nuestra herencia. Ahí podemos encontrar paz y estabilidad. Ahí podemos encontrar la luz de la sabiduría. Permitámonos tomar refugio en nuestra propia isla –en la isla del Dharma. No tomamos refugio en ninguna otra persona, ni siquiera en Thầy.

El amor de Buda es inmenso. Él sabía que habría muchos estudiantes que se sentirían perdidos cuando él ya no estuviera, por lo que les recordó que su cuerpo no era algo permanente ni eterno. Él les enseñó que el lugar más valioso en el cual podían tomar refugio, era su propia isla interior. Nosotros sabemos que siempre está ahí para nosotros. No tenemos que tomar un avión, un autobús o un tren para llegar allí. Con nuestra respiración consciente y con nuestros pasos conscientes, podemos llegar de inmediato. Nuestra isla interior es nuestro verdadero refugio. Es nuestra práctica del Dharma.

Esta Navidad, si compras y traes a casa un árbol de Navidad para decorar, recuerda que tu “Verdadero Hogar” no se encuentra fuera de ti, sino que está justo en tu propio corazón. No tenemos que traer nada a nuestra casa para sentirnos satisfechos. Todo lo que necesitamos está en nuestro corazón. No necesitamos practicar por muchos años o viajar lejos para llegar a nuestro verdadero hogar. Si sabemos cómo generar la energía de la plena conciencia y la concentración, entonces, con cada respiración, con cada paso, llegamos a nuestro verdadero hogar. Nuestro verdadero hogar no es un lugar separado de nosotros por el espacio y el tiempo. No es algo que podamos comprar. Nuestro verdadero hogar está justo en el aquí y en el ahora; sólo necesitamos saber cómo regresar a él y estar verdaderamente presentes.



El hogar en el momento presente
Cuando estaba reflexionando sobre qué mensaje enviar a mis amigos y estudiantes foráneos para que pudieran practicar, de forma que pudieran ser como Jesús o como Buda, realicé una caligrafía que dice:  “No hay camino al hogar, nuestro hogar es el camino.”

En la práctica de Plum Village, los medios y los fines no son dos cosas separadas. No hay camino de vuelta al hogar, nuestro hogar es el camino. Una vez que damos un paso en el camino a casa, en ese instante estamos ahí. Tampoco hay camino a la felicidad, la felicidad es el camino. De igual forma, no hay camino hacia el Nirvana, el Nirvana es el camino. Cada respiración y cada paso tienen la capacidad de traernos de vuelta a nuestro verdadero hogar, justo aquí y ahora. Ésta es la práctica fundamental de Plum Village. Éste es el mensaje que Thầy quiere enviar a sus estudiantes durante la temporada navideña. Si quieres enviar una tarjeta de felicitación a tus amigos y seres queridos, también puedes enviarles este mensaje. Si puedes practicarlo verdaderamente, entonces el enviarlo tendrá un significado profundo; pero si no quieres practicarlo, el mensaje tendrá muy poca sustancia.
Disfrutemos de nuestra práctica de volver a casa en esta temporada navideña. Permitámonos estar verdaderamente en nuestro hogar interior y, así, volvernos un hogar para nuestros seres queridos y nuestros amigos.

Con confianza y amor, Thầy





[1] Breathing in I go back to the island within myself. There are beautiful trees within the island. There are clear streams of water. There are birds, sunshine, and fresh air. Breathing out I feel safe. I enjoy going back to my island.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Las Formas Internas

La gatha de «Cómo conocer la mejor forma de vivir solo» se inicia con la estrofa: «No persigáis el pasado». «Perseguir el pasado» significa lamentar lo que ya ha ocurrido en el pasado. Lamentamos haber perdido las bellas cosas del pasado de las que ya no disfrutamos en el presente. El Buda comenta esta estrofa diciendo: «Cuando alguien piensa en cómo era su cuerpo en el pasado, en qué sentía en el pasado, en las percepciones que tenía en el pasado, en cómo eran sus factores mentales en el pasado, y en cómo era su conciencia en el pasado; cuando piensa en todo eso y su mente se apega a esas cosas del pasado y se deja esclavizar por ellas, esa persona está persiguiendo el pasado».

El Buda nos enseñó que no hemos de perseguir el pasado porque «el pasado ha dejado de ser». Cuando nos perdemos en pensamientos sobre el pasado, nos estamos perdiendo el presente. La vida sólo existe en el momento presente. Perdernos el presente es perdernos la vida. El Buda nos lo explicó con una gran claridad: hemos de despedirnos del pasado para regresar al presente. Regresar al presente es estar en contacto con la vida.

¿Qué dinámica de nuestra conciencia es la que nos impulsa a volver al pasado y a vivir con las imágenes que rememoramos de él? Las fuerzas de las que se compone están construidas por las formaciones internas (en sánscrito, samyójana), los factores mentales que surgen en nosotros y que nos atan al pasado. Las cosas que vemos, oímos, olemos, saboreamos, tocamos, imaginamos o pensamos pueden también generar en nosotros formaciones internas: como el deseo, la irritación, la ira, la confusión, el miedo, la ansiedad, la desconfianza y otras emociones parecidas. Las formaciones internas están presentes en el fondo de la conciencia de cada uno de nosotros.

Las formaciones internas influyen en nuestra conciencia y en nuestra conducta diaria. Nos hacen pensar, decir y hacer cosas de las que ni siquiera somos conscientes. Como nos impulsan a actuar así, se llaman también ataduras, porque nos obligan a actuar de determinadas maneras.

En los comentarios se suelen mencionar nueve clases de formaciones internas: el deseo, el odio, la arrogancia, la ignorancia, las ideas falsas, el apego, la duda, la envidia y el egoísmo. La ignorancia, la falta de claridad mental, es la formación interna principal. Es el material burdo del que están hechas las otras formaciones internas. Aunque haya nueve, como el «deseo» normalmente se cita en primer lugar, suele utilizarse para representar a todas las formaciones internas. En el Kaccana-Bhaddekaratta el monje Kaccana explica:

Amigos míos, ¿qué significa el pasado? Morar en el pasado significa alguien que piensa: «En el pasado mis ojos eran de esta manera y la forma (con la que mis ojos estaban en contacto), de aquella otra» y, al pensar así, es presa del deseo. Y al ser presa de él, experimenta un anhelo. Y esta sensación le hace permanecer en el pasado.

El comentario de Kaccana podría hacernos pensar que la única formación interna que nos ata al pasado es el deseo. Pero cuando Kaccana se refiere al «deseo» lo está usando para representar a todas las formaciones internas: el odio, la duda, la envidia y las restantes. Todas ellas nos atan y nos mantienen sujetos al pasado.


A veces el simple hecho de oír el nombre de alguien que se portó mal con nosotros hace que nuestras formaciones internas de aquella época nos lleven automáticamente al pasado y que revivamos el sufrimiento padecido. El pasado es el hogar tanto de los recuerdos dolorosos como de los recuerdos felices. Dejarse absorber por el pasado es estar muerto al momento presente. No resulta fácil desprendernos del pasado y volver a vivir en el momento presente. Cuando intentemos hacerlo, hemos de resistirnos a la fuerza de las formaciones internas que hay en nosotros. Hemos de aprender a transformarlas, para tener la libertad de poder estar atentos al momento presente.



Fuente: Thich Nhat Hanh, 'Cita con la vida; el arte de vivir en el presente'.

viernes, 20 de noviembre de 2015

La riqueza de la vida espiritual procede de vivir solos

La riqueza de la vida espiritual procede de vivir solos.

Si vivimos en el olvido, si nos perdemos en el pasado o en el futuro, si nos dejamos arrastrar por nuestros deseos, ira e ignorancia, no podremos vivir cada momento de nuestra vida profundamente. No estaremos en contacto con lo que ocurre en el momento presente y nuestras relaciones con los demás se volverán superficiales y se empobrecerán.

Algunos días nos sentimos vacíos, exhaustos y tristes, no somos realmente nosotros mismos. En esos días, por más que intentemos estar en contacto con los demás, nuestros esfuerzos serán inútiles. Cuanto más lo intentamos, menos lo logramos. Cuando esto nos ocurra hemos de dejar de intentar estar en contacto con el mundo exterior y volver a entrar en contacto con nosotros mismos, para «estar solos». Hemos de cerrar la puerta a la sociedad, regresar a nosotros mismos y practicar la respiración consciente, observando a fondo lo que ocurre tanto en nuestro interior como a nuestro alrededor. Aceptamos todos los fenómenos que observamos, les decimos «hola» y les sonreímos. Y nos dedicamos a hacer cosas sencillas, como meditar andando o sentados, lavar la ropa, barrer el suelo, preparar el té o limpiar el cuarto de baño, con plena consciencia. De este modo recuperaremos la riqueza de nuestra vida espiritual.

El Buda era alguien que vivía una vida despierta, que vivía constantemente en el momento presente de una forma relajada y estable. Era una persona rica, rica en libertad, alegría, comprensión y amor. Aunque estuviera sentado en el rocoso peñasco del Monte del Buitre, a la sombre del bosquecillo de cañas de bambú del monasterio de Venuvana o bajo el tejado de paja de su cabaña en Jetavana, el Buda era el Buda, una persona serena, satisfecha y parca en palabras. Cualquiera podía ver que su presencia fomentaba en gran medida la armonía de la comunidad. Era el principal pilar para ella. Para los monjes y monjas, el simple hecho de saber que él estaba cerca influía activamente en la comunidad. Muchos discípulos del Buda, incluyendo los cientos de discípulos veteranos que tenía, inspiraban una confianza parecida en quienes los observaban. El rey Prasenajit de Kosala dijo en una ocasión al Buda que lo que le hacía confiar tanto en él era el modo de vivir pausado, sereno y feliz de los monjes y monjas que practicaban bajo su guía.

Si vivimos de manera consciente, dejaremos de ser pobres, porque nuestra práctica de vivir en el momento presente nos hace ser ricos en alegría, paz, comprensión y amor. Aunque nos encontremos con una persona pobre de espíritu, podemos observarla en profundidad y llegar hasta el fondo de su ser y ayudarla con eficacia.

Cuando vemos una película malsana o leemos una mala novela, si ya somos pobres de corazón y de mente, y débiles en consciencia, esa película o ese libro nos irritarán y empobrecerán más aún. Pero si somos ricos en consciencia, descubriremos lo que yace en el fondo de esa película o novela. Probablemente veremos en profundidad el mundo interior del director de la película o del autor de la novela. Al observarlas con la mirada de un crítico literario o cinematográfico, veremos cosas que la mayoría de la gente no ve, e incluso una película o un libro malos podrán enseñarnos algo. Así, no nos empobreceremos al ver la película o al leer el libro. Al ser plenamente conscientes de cada detalle del momento presente, somos capaces de aprovecharlo. Ésta es la mejor forma de todas de vivir solo.





Fuente: Thich Nhat Hanh, ‘Cita con la vida; el arte de vivir en el presente’. 

domingo, 8 de noviembre de 2015

La Disciplina Positiva, proviene de Alfred Adler

La disciplina positiva es una corriente en educación que surge del psiquiatra Alfred Adler, discípulo de Freud, a través del desarrollo que realiza Rudolf Dreikus y la aplicación realizada por las psicólogas Jane Nelsen y Lynn Lottbasados.

En un principio las bases de ambas corrientes son diversas, ya que Adler procede del psicoanálisis y su trabajo parte de elementos cognitivos. Según dice Jane Nelsen: «Los niños que se portan mal son “niños desanimados” que tienen ideas erróneas sobre la manera de lograr su objetivo primario de pertenecer». El subrayado es mío, para dejar claro que estamos ante un sistema interpretativo basado en las “ideas”, cogniciones de la persona, distante en sus presupuestos del sistema emocional.
Sin embargo, la distancia de las raíces no lo es en las consecuencias prácticas, y la disciplina positiva y la educación emocional tienen muchos puntos de contacto. Eso es lo que querría dejar evidente en este post: las coincidencias tan sustanciales y todo el camino en común que realizan ambas corrientes.
  1. Todas las ideas de respeto son comunes a ambos sistemas. Respeto al niño como sujeto de sus acciones. Con el respeto se establece la base para el desarrollo de la autonomía de cada persona.
  2. Para la disciplina positiva la pertenencia es la clave de interpretación del funcionamiento social de las personas. Para la educación emocional la necesidad de vínculo y pertenencia es la necesidad que viene inmediatamente después de las necesidades fisiológicas básicas en la pirámide de necesidades. La coincidencia en insistir en el punto es muy grande, por ejemplo, la disciplina positiva dice: «Lo importante no es ganar a los niños, sino ganárselos, para ello el adulto debe invertir tiempo en motivar y enseñar competencias esenciales para la vida» (Dreikus).
  3. Se comparte la misma idea de trabajar la responsabilidad, que mira al futuro, y no la culpa, que mira al pasado.
  4. La mirada positiva llena de atención y curiosidad hacia el niño, es una actitud que promueve la disciplina positiva. Para la educación emocional se trataría de la actitud de aceptación positiva. Para ambos sistemas una actitud esencial de los docentes que permite la educación. La clave y el punto de coincidencia, sería confianza en el alumno.
  5. Involucrar al niño en las soluciones. Dar al alumno capacidad real de decidir. Esto es también un punto de coincidencia: hacer al alumno protagonista real de su aprendizaje.
  6. No utilizar el castigo, dice la disciplina positiva. Esto la educación emocional lo dice del siguiente modo: no establezcas tu relación sobre el miedo, sino sobre el cariño y la confianza. Ambas corrientes coinciden de nuevo en este punto. Ambas han sido precursoras de cambios que la educación ya ha incorporado.
La conclusión que yo saco es que a lo largo del siglo XX la psicología y la pedagogía han alcanzado un gran desarrollo con muchos puntos coincidentes, desarrollo. Básicamente un mayor conocimiento de la persona ha llevado a establecerla como sujeto activo de su aprendizaje, a través de muchos modos prácticos, que son las diversas corrientes.
La educación no puede dejar de incorporar todos esos avances que constituyen actualmente competencias imprescindibles para los profesores. La educación del siglo XXI no puede seguir enseñando con sistemas del siglo XIX sin incorporar todos los avances del XX.
En el caso concreto que nos concierne, la disciplina positiva, mi opinión es que la Educación Emocional tiene una base antropológica más rica y con muchos más matices, una concepción de la persona humana más amplia y por ello proporciona una mejor base para la educación. Los fenómenos emocionales son parte central de lo adquirido en el siglo XX por la psicología y la educación, y aunque la disciplina positiva los respeta exquisitamente y los utiliza como indicadores, debido a sus raíces aún no los incluye como elemento central del sistema.


Fuente: https://antonioesquivias.wordpress.com/2014/10/27/la-educacion-emocional-y-la-disciplina-positiva-de-alfred-adler/

5 Criterios para una Disciplina Efectiva

5 Criterios para una disciplina efectiva

  1. Ayuda a los niños a tener un sentido de conexión. (Pertenencia y significado).
  2. Es respetuosa y alentadora. (Amable y firme al mismo tiempo).
  3. Es efectiva a largo plazo. (Considera lo que el niño está pensando, sintiendo, aprendiendo y decidiendo acerca de sí mismo y de su mundo y qué hacer en el futuro para sobrevivir o prosperar).
  4. Enseña importantes habilidades sociales y de vida. (Respeto, preocupación por los demás, solución de problemas y cooperación, así como las habilidades para contribuir en su hogar, su escuela o su comunidad).
  5. Invita a los niños a descubrir sus capacidades. (Alienta el uso constructivo del poder personal y la autonomía).


¿Para qué nos sirve como padres?
Disciplina Positiva nos sirve para desarrollar relaciones sanas basadas en el amor y el respeto mutuo que promueven una convivencia familiar exitosa y además nos sirve para:
  • Propiciar relaciones basadas en el amor y respeto mutuo
  • Prevenir y corregir malas conductas
  • Ayudar a los niños a sentirse conectados
  • Establecer firmeza y amabilidad al mismo tiempo 
  • Lograr efectividad a largo plazo
  • Enseñar habilidades sociales y de vida
  • Invitar a los niños a descubrir sus capacidades
  • Enfocarnos en soluciones y no en castigos
  • Tomar los errores como oportunidades de aprendizaje
  • Enseñar a enfrentar y resolver problemas
  • Hacer niño/as más amorosos, sociables y cooperativos


¿Qué soluciona?
Como Disciplina Positiva es una metodología basada en principios humanistas, sirve para solucionar todos los desafíos de crianza que los padres enfrentamos en el día a día, tales como:
  • Berrinches y mal comportamiento
  • Peleas entre hermanos
  • Luchas de poder y desobediencia
  • Problemas a la hora del sueño
  • Problemas alimenticios
  • Conflictos para llevar rutinas
  • Rebeldía en la adolescencia
  • Y todas las cuestiones relacionadas a la crianza




lunes, 2 de noviembre de 2015

El sentido del sufrimiento

El sentido del sufrimiento


Cuando uno se enfrenta con una situación inevitable, insoslayable, siempre que uno tiene que enfrentarse a un destino que es imposible cambiar, por ejemplo, una enfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, precisamente entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa de todo es la actitud que tomemos hacia el sufrimiento, nuestra actitud al cargar con ese sufrimiento.
Citaré un ejemplo muy claro: en una ocasión, un viejo doctor en medicina general me consultó sobre la fuerte depresión que padecía. No podía sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto hacía dos años y a quien él había amado por encima de todas las cosas. ¿De qué forma podía ayudarle? ¿Qué decirle? Pues bien, me abstuve de decirle nada y en vez de ello le espeté la siguiente pregunta: "¿Qué hubiera sucedido, doctor, si usted hubiera muerto primero y su esposa le hubiera sobrevivido?" "¡Oh!", dijo, "¡para ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!" A lo que le repliqué: "Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte."
No dijo nada, pero me tomó la mano y, quedamente, abandonó mi despacho. El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio.
Claro está que en este caso no hubo terapia en el verdadero sentido de la palabra, puesto que, para empezar, su sufrimiento no era una enfermedad y, además, yo no podía dar vida a su esposa. Pero en aquel preciso momento sí acerté a modificar su actitud hacia ese destino inalterable en cuanto a partir de ese momento al menos podía encontrar un sentido a su sufrimiento.
Uno de los postulados, básicos de la logoterapia estriba en que el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido.
Ni que decir tiene que el sufrimiento no significará nada a menos que sea absolutamente necesario; por ejemplo, el paciente no tiene por qué soportar, como si llevara una cruz, el cáncer que puede combatirse con una operación; en tal caso sería masoquismo, no heroísmo.
La psicoterapia tradicional ha tendido a restaurar la capacidad del individuo para el trabajo y para gozar de la vida; la logoterapia también persigue dichos objetivos y aún va más allá al hacer que el paciente recupere su capacidad de sufrir, si fuera necesario, y por tanto de encontrar un sentido incluso al sufrimiento. En este contexto, Edith Weisskopf-Joelson, catedrática de psicología de la Universidad de Georgia, en su artículo sobre logoterapia4 defiende que "nuestra filosofía de la higiene mental al uso insiste en la idea de que la gente tiene que ser feliz, que la infelicidad es síntoma de desajuste. Un sistema tal de valores ha de ser responsable del hecho de que el cúmulo de infelicidad inevitable se vea aumentado por la desdicha de ser desgraciado". En otro ensayo5 expresa la esperanza de que la logoterapia "pueda contribuir a actuar en contra de ciertas tendencias indeseables en la cultura actual estadounidense, en la que se da al que sufre incurablemente una oportunidad muy pequeña de enorgullecerse de su sufrimiento y de considerarlo enaltecedor y no degradante", de forma que "no sólo se siente desdichado, sino avergonzado además por serlo".
Hay situaciones en las que a uno se le priva de la oportunidad de ejecutar su propio trabajo y de disfrutar de la vida, pero lo que nunca podrá desecharse es la inevitabilidad del sufrimiento. Al aceptar el reto de sufrir valientemente, la vida tiene hasta el último momento un sentido y lo conserva hasta el fin, literalmente hablando. En otras palabras, el sentido de la vida es de tipo incondicional, ya que comprende incluso el sentido del posible sufrimiento.
Traigo ahora a la memoria lo que tal vez constituya la experiencia más honda que pasé en un campo de concentración. Las probabilidades de sobrevivir en uno de estos campos no superaban la proporción de 1 a 28 como puede verificarse por las estadísticas. No parecía posible, cuanto menos probable, que yo pudiera rescatar el manuscrito de mi primer libro, que había escondido en mi chaqueta cuando llegué a Auschwitz. Así pues, tuve que pasar el mal trago y sobreponerme a la pérdida de mi hijo espiritual. Es más, parecía como si nada o nadie fuera a sobrevivirme, ni un hijo físico, ni un hijo espiritual, nada que fuera mío. De modo que tuve que enfrentarme a la pregunta de si en tales circunstancias mi vida no estaba huérfana de cualquier sentido.
Aún no me había dado cuenta de que ya me estaba reservada la respuesta a la pregunta con la que yo mantenía una lucha apasionada, respuesta que muy pronto me sería revelada. Sucedió cuando tuve que abandonar mis ropas y heredé a cambio los harapos de un prisionero que habían enviado a la cámara de gas nada más poner los pies en la estación de Auschwitz. En vez de las muchas páginas de mi manuscrito encontré en un bolsillo de la chaqueta que acababan de entregarme una sola página arrancada de un libro de oraciones en hebreo, que contenía la más importante oración judía, el Shema Yisrael. ¿Cómo interpretar esa "coincidencia" sino como el desafío para vivir mis pensamientos en vez de limitarme a ponerlos en el papel?
Un poco más tarde, según recuerdo, me pareció que no tardaría en morir. En esta situación crítica, sin embargo, mi interés era distinto del de mis camaradas. Su pregunta era: "¿Sobreviviremos a este campo? Pues si no, este sufrimiento no tiene sentido." La pregunta que yo me planteaba era algo distinta: "¿Tienen todo este sufrimiento, estas muertes en torno mío, algún sentido? Porque si no, definitivamente, la supervivencia no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de una casualidad —ya se sobreviva o se escape a ella— en último término no merece ser vivida."



4. Edith Weisskopf-Joelson, Same Comments on a Viennese School of Psychiatry. "The Journal of Abnormal and Social Psychology", vol.  51., pp. 701-3 (1955).
5. Edith Weisskopf-Joelson, Logotherapy and Existencial Análisis, "Acta psychotherap.", vol. 6, pp. 193-204 (1958).

Vacío Existencial, por V. Frankl

El vacío existencial


El vacío existencial es un fenómeno muy extendido en el siglo XX. Ello es comprensible y puede deberse a la doble pérdida que el hombre tiene que soportar desde que se convirtió en un verdadero ser humano. Al principio de la historia de la humanidad, el hombre perdió algunos de los instintos animales básicos que conforman la conducta del animal y le confieren seguridad; seguridad que, como el paraíso, le está hoy vedada al hombre para siempre: el hombre tiene que elegir; pero, además, en los últimos tiempos de su transcurrir, el hombre ha sufrido otra pérdida: las tradiciones que habían servido de contrafuerte a su conducta se están diluyendo a pasos agigantados. Carece, pues, de un instinto que le diga lo que ha de hacer, y no tiene ya tradiciones que le indiquen lo que debe hacer; en ocasiones no sabe ni siquiera lo que le gustaría hacer. En su lugar, desea hacer lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren que haga (totalitarismo).
Mi equipo del departamento neurológico realizó una encuesta entre los pacientes y los enfermos del Hospital Policlínico de Viena y en ella se reveló que el 55 % de las personas encuestadas acusaban un mayor o menor grado de vacío existencial. En otras palabras, más de la mitad de ellos habían experimentado la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa.
Este vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Podemos comprender hoy a Schopenhauer cuando decía que, aparentemente, la humanidad estaba condenada a bascular eternamente entre los dos extremos de la tensión y el aburrimiento. De hecho, el hastío es hoy causa de más problemas que la tensión y, desde luego, lleva más casos a la consulta del psiquiatra. Estos problemas se hacen cada vez más críticos, pues la progresiva automatización tendrá como consecuencia un gran aumento del promedio de tiempo de ocio para los obreros. Lo único malo de ello es que muchos quizás no sepan qué hacer con todo ese tiempo libre recién adquirido.
Pensemos, por ejemplo, en la "neurosis del domingo", esa especie de depresión que aflige a las personas conscientes de la falta de contenido de sus vidas cuando el trajín de la semana se acaba y ante ellos se pone de manifiesto su vacío interno. No pocos casos de suicidio pueden rastrearse hasta ese vacío existencial. No es comprensible que se extiendan tanto los fenómenos del alcoholismo y la delincuencia juvenil a menos que reconozcamos la existencia del vacío existencial que les sirve de sustento. Y esto es igualmente válido en el caso de los jubilados y de las personas de edad.
Sin contar con que el vacío existencial se manifiesta enmascarado con diversas caretas y disfraces. A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa mediante una voluntad de poder, en la que cabe su expresión más primitiva: la voluntad de tener dinero. En otros casos, en que la voluntad de sentido se frustra, viene a ocupar su lugar la voluntad de placer. Esta es la razón de que la frustración existencial suele manifestarse en forma de compensación sexual y así, en los casos de vacío existencial, podemos observar que la libido sexual se vuelve agresiva.
Algo parecido sucede en las neurosis. Hay determinados tipos de mecanismos de retroacción y de formación de círculos viciosos que trataré más adelante. Sin embargo una y otra vez se observa que esta sintomatología invade las existencias vacías, en cuyo seno se desarrolla y florece. En estos pacientes el síntoma que tenemos que tratar no es una neurosis noógena. Ahora bien, nunca conseguiremos que el paciente se sobreponga a su condición si no complementamos el tratamiento psicoterapéutico con la logoterapia, ya que al llenar su vacío existencial se previene al paciente de ulteriores recaídas. Así pues, la logoterapia está indicada no sólo en los casos noógenos como señalábamos antes, sino también en los casos psicógenos y, sobre todo, en lo que yo he denominado "(pseudo)neurosis somatógenas". Desde esta perspectiva se justifica la afirmación que un día hiciera Magda B. Arnold2: "Toda terapia debe ser, además, logoterapia, aunque sea en un grado mínimo."


Fuente: Viktor Frankl, ‘El hombre en busca de sentido’.



2Magda B. Arnold y John A. Gasson, "The Human Person, The Ronald Press Company, Nue­va York, 1954, p. 618.

Sensación, Emoción y Sentimiento

Los sentimientos son un camino para encontrar y contactar con las áreas de sentido en nuestra vida, de ahí la importancia de trabajar y profundizar en ellos ya que mientras más capacidad de sentir tenga la persona, más autoconocimiento y crecimiento de sí misma tendrá.

¿Qué es una sensación? Es la reacción fisiológica que deja huella en el cuerpo. Al hablar de sentimientos forzosamente tenemos que hablar de las sensaciones que lo acompañan.

¿Qué es una emoción? Es un sentimiento breve, de aparición abrupta y corta, tienen q ver con la sobrevivencia, no son aprendidas, tiene manifestaciones físicas conscientes. No sabes distinguirlas del sentimiento por su brevedad. Su objetivo es la supervivencia y el desarrollo.

¿Qué es un sentimiento? Es más prolongado y suave que la emoción, tiene que ver con una experiencia cognitiva, dependen de la cultura, algunas creencias los pueden bloquear. Un sentimiento es una sensación corporal que la persona interpreta y concretiza, bautiza con un nombre desde su experiencia, cultura, creencias. Es una percepción de un determinado estado del cuerpo junto con la percepción de un determinado modo de pensar y concebir lo que nos pasa.

Características sentimientos: son amorales, (no son ni buenos ni malos), espontáneos (queramos o no sentimos, no los pensamos), pertenecen a la condición humana, tienen duración e intensidad, siempre son indicadores de una necesidad, son únicos e irrepetibles, comunican de manera no verbal generalmente, diversos, informan de aquello que es significativo, motivan y organizan la acción, clarifican el pensamiento y la toma de decisiones, generadores de comportamientos éticos, favorecen el autoconocimiento. Los sentimientos me dan dignidad.



Fuente: Alejandro Unikel y Adriana León Portilla (2013, SMAEL). 

lunes, 28 de septiembre de 2015

Arteterapia con niños en edad preescolar

Resumen
El niño preescolar hace sus primeras incursiones en el mundo social y comienzan a asistir a centros de educación, este hecho reafirma su proceso de autonomía y de desarrollo individual pero a la vez trae consigo momentos de tensión y ansiedad a los pequeños. Comprender las reglas y normas por los cuales se mueven las relaciones sociales puede ser complicado y expresar sus sentimientos a través de palabras aún más, sobretodo en esta edad cuando el uso del lenguaje es todavía muy limitado.
Los niños preescolares son artistas innatos y seres simbólicos, su sentido de la intuición hace que puedan expresarse a través del arte y del juego sin necesidad de demasiadas pautas, ya que éste es un medio de expresión que les pertenece y les resulta más placentero y familiar.
La Intervención Terapéutica “Arteterapia para niños en edad preescolar“ basa su metodología en el juego y en la capacidad creativa de resignificar la realidad, siendo aspectos claves de la terapia: la relación con el terapeuta, los límites y el espacio tanto físico como simbólico.

Los objetivos que se buscan en esta intervención son: estimular la búsqueda de resoluciones creativas, favorecer el proceso de reafirmación de la individualidad y facilitar la expresión de emociones dentro de un entorno seguro como es el espacio del juego.

Introducción
Desde mi experiencia en el trabajo con niños pequeños surgen muchos interrogantes y la necesidad de crear una metodología de trabajo que sea específica para los niños en edad preescolar, que estuviera adecuad a sus necesidades y que respondiera a una serie de conflictos y de sucesos que se dan en esta edad.
La terapia artística es un medio que puede ayudar al niño a atravesar esta etapa de su vida, estableciendo una vía de comunicación y expresión de las emociones y ayudándolo en su proceso de autonomía y autoafirmación.
En el desarrollo de esta investigación ha sido de gran importancia la “Teoría de los objetos y los fenómenos transicionales” de D.W. Winnicott, y los aportes de H. Gardner. A continuación haré una breve descripción de las diferentes características de la etapa preescolar y de como el niño de esta edad hace uso del juego simbólico y del arte como medio de comunicación y posteriormente desarrollaré los aspectos principales de una intervención de arteterapia creada especialmente para el niño preescolar.


1. El mundo del niño preescolar

El niño preescolar hace sus primeras incursiones en el mundo social comienzan a asistir a centros de educación, pasa más tiempo alejados de sus padres y de los familiares, esta situación reafirma su proceso de autonomía y de desarrollo individual pero a la vez trae consigo momentos de tensión y ansiedad a los pequeños. El comienzo de una vida social autónoma fuera de la protección de los padres y la llegada del lenguaje es una experiencia muy excitante, pero también conlleva exigencias a nivel social que tensionan al niño, lejos ya de la seguridad de los cuidados maternales. Comprender las reglas y normas por los cuales se mueven las relaciones sociales puede ser complicado y expresar sus sentimientos a través de palabras aún más sobretodo en esta edad cuando el uso del lenguaje es todavía muy limitado.
Los niños preescolares son artistas innatos, su sentido de la intuición hace que puedan expresarse a través de las artes sin necesidad de demasiadas pautas, el arte es un medio de expresión que les pertenece y les resulta placentero y familiar.
El juego simbólico se une a la intuición para potenciar su capacidad de creación y a la gran imaginación que es característica en esta etapa del desarrollo infantil.

Viéndolo de este punto de vista el mundo del niño preescolar es complejo y difícil de entender si tenemos en cuenta que estos niños no tienen un desarrollo del lenguaje adecuado para expresar sus sentimientos o contarnos exactamente que es lo que creen.
Por parte de los padres la crianza presenta dificultades, momentos familiares difíciles que pueden resolverse bien si los cuidadores están advertidos, informados o pueden ser ayudados.

Resolverse bien significa establecer una vía de comunicación para desanudar conflictos y aliviar el sufrimiento.
Además, el niño preescolar, está experimentando un veloz desarrollo psíquico, mucho mayor que el del escolar de más edad, y por consiguiente los efectos de los traumas son comparativamente grandes en la edad del preescolar (Winnicott, 1996).

La autonomía y la escolarización
A partir de los primeros meses de vida el niño comienza un proceso por el cual empezará a independizarse de la madre de manera paulatina. En la edad preescolar con el comienzo de la escolarización, para la mayoría, se produce las primeras experiencias en que el niño se ve alejado de su madre por periodos más prolongados, en estos momentos la conducta de apego se intensifica por el temor (Bowlby, 1985). Este período puede considerarse un momento crítico para el proceso de autonomía del niño, por lo cual podemos considerar que si lo atraviesa de manera exitosa, en relación a que no se producen traumas por la separación, la adaptación del niño con el medio en el momento de la escolarización será mejor y de manera más natural.



2. El niño preescolar: un ser simbólico

En los primeros años de su desarrollo, los niños aprenden a dominar los sistemas se símbolos de la cultura, pero este dominio es, en gran medida, un asunto privado. Sin duda, los chicos se dedican a explorar para que sirve o no sirve cada sistema: experimentan y juegan activamente con él, y en este proceso suelen lograr efectos que a ellos les resultan muy agradables y a otros les parecen maravillosos.(Gardner, 1982)
El juego simbólico del niño preescolar se desarrolla más allá de su lenguaje y de su ámbito familiar, los niños de esta edad tienden a captar el mundo y a representar sus experiencias con la realidad a través de numerosas actividades que realizan constantemente, ya sea a través de la expresión gráfica, la pintura, contando historias, construyendo con bloques, jugando con muñecos, bailando, cantando, realizando un juego fingido o jugando a adquirir un rol. El juego simbólico representa para el niño una oportunidad de experimentar los papeles que a la larga asumirá en el mundo adulto, esto se da, por ejemplo, en el juego con muñecas o cuando recrea fragmentos de acontecimientos o deseos a través de sus dibujos. El juego se une a la intuición para potenciar su capacidad de creación y la gran imaginación que es característica en esta etapa del desarrollo infantil. Cuando el niño lleva a cabo un juego de fingir realiza una actividad mental diferente (Gardner, 1991) el niño reconoce lo que un objeto es, pero finge que es otra cosa, o finge que él, que es un niño, es un adulto o un animal, por ejemplo.
Los niños son conscientes de que están fingiendo y raramente resultan confundidos por esta conducta, si no más bien se deleitan con ella ya que le produce un gran placer.
Durante los primeros años de vida, buena parte del conocimiento por guiones es manifiesto en las clases de secuencias simbólicas o “fingidas”, o de “juego fingido”, en las que los niños juegan solos con accesorios de tamaño infantil, con otros niños o con los padres (Gardner, 1991, Pág. 80)
A partir de esto podemos decir que en los primeros años los niños se vuelven capaces de imaginar, de ver un objeto como si fuera otro y de creer en un estado de las cosas diferente al que los sentidos perciben. Esta posibilidad le da al pequeño un gran y nuevo poder que le permite la creación de obras de arte y productos de la imaginación de carácter único y personal ya que provienen directamente de la mente del niño y de su capacidad simbólica de ver el mundo. También podemos decir que existe en el niño preescolar una capacidad de resignificación de la realidad, que es uno de los aspectos claves de la Intervención Terapéutica que posteriormente desarrollaré.
Según Gardner (1994) entre los preescolares es lícito hablar de lenguaje preescolar, el lenguaje metafórico de los niños preescolares se da cuando el niño le da una nueva denominación a un objeto, basada en la semejanza perceptiva, en la similitud de acción o combinado la percepción y la acción.

El lenguaje simbólico del arte
Cuando el lenguaje verbal no está todavía desarrollado a niveles en que el niño sea capaz de expresarse en palabras con toda su intención y significado es posible que mucha información y expresión se dé a través de otras formas de comunicación como puede ser el movimiento corporal, el juego simbólico o la expresión a través de materiales plásticos. Los niños de esta edad son artistas innatos, su sentido de la intuición hace que puedan expresarse a través de las artes sin necesidad de demasiadas pautas, el arte es un medio de expresión que les pertenece y les resulta placentero y familiar.
Los años preescolares son descritos por Gardner (1990); como la “Edad de oro de la creatividad”, esta es la época en que todo niño irradia habilidades artísticas, sus creaciones son de carácter personal y muy imaginativas, el niño resulta muy seducido por materiales que pueda captar a través de los sentidos. La pintura puede significar un instrumento adecuado para la expresión y para el desarrollo del juego, ya que de forma natural los niños muestran conocimientos simbólicos e intuitivos y son capaces de crear obras pictóricas que representen simbólicamente su mundo. Las artes proporcionan al pequeño un marco especial de expresión en los cuales se sienten cómodos de expresar lo que sienten a través de símbolos.
Sin precisamente demasiado apoyo por parte de los adultos, la mayoría de los niños de dos años disfrutan garabateando. Y parecen descubrir por sí mismos un conjunto de maneras de hacer líneas, puntos y formas geométricas sencillas.
A la edad de tres o cuatro años, estos niños empiezan a dibujar de un modo figurativo: la figura humana, determinadas figuras animales y determinados objetos como árboles y soles se distribuyen por los lienzos del preescolar. Estas representaciones no son copias serviles de los objetos, ni dibujos de objetos, sino que, más bien, los niños de esta edad intentan crear un equivalente en forma gráfica de su concepción general del objeto (Gardner,1990, Pág. 43)
La mayoría de los niños en edad preescolar demuestran excitación cuando se le ofrece un material para trabajar, y a partir de eso comienzan a crear y a contar que es lo que están haciendo, arman historias que son capaces de contar verbalmente, o muchas veces prefieren no hablar ya que la creación plástica se convierte en una forma más fluida de lenguaje que las palabras,en donde puede representar las imágenes tal como se les presentan en su cabeza.


3. La importancia del desarrollo de la creatividad y el arte dentro del proceso de autonomía del niño

El niño: un ser creador
Según Winnicott( 1971) la creatividad es universal y corresponde a la condición del ser humano de sentirse vivo, la creatividad se ve reflejada en la capacidad que tiene el individuo de responder ante la realidad exterior y los fenómenos exteriores, y esta capacidad se puede ir enriqueciendo con la experiencia vital.
La capacidad creativa del niño tiene su origen en las relaciones objetales ( Winnicott, 1971) que el bebé establece con la madre y con objetos externos. En un comienzo es el ambiente posibilitador creado por la madre el que proporciona al niño la experiencia de omnipotencia creativa, la madre satisface las necesidades instintivas del niño sin frustrar ni privarlo. Gracias a la adaptación, la madre da al niño la oportunidad de crearse la ilusión del dominio mágico de los objetos. Posteriormente la tarea de la madre será la de desilusionar y frustrar al bebé en forma gradual para que éste pueda hacer frente a la pérdida de la omnipotencia, pero para ello es importante que antes le haya ofrecido al niño suficientes oportunidades de ilusión.
Según Winnicott el proceso de ilusión-desilusión es básico para la adaptación de la persona a la realidad y a través de éste, el niño, toma conciencia del mundo objetivo y su mundo subjetivo, la relación y tensión entre ambos es la que da al niño el impulso y la oportunidad de crear. La tensión entre la realidad objetiva y la subjetividad del niño se disipa en la zona intermedia del espacio transicional, pero para la formación de dicho espacio es básico que el niño halla aprendido a crear.
La creatividad refuerza la zona intermedia entre el sujeto y el exterior y a la vez un espacio transicional fuerte estimula el desarrollo de la creatividad. Las experiencias creativas ayudan los niños a expresar y enfrentar sus sentimientos, también fomenta el crecimiento mental en niños porque provee oportunidades para ensayar nuevas ideas y probar nuevas formas de pensar y de solucionar problemas.
Es importante que el niño pueda sentirse un ser creador, ya que el acto de creación en sí, reafirma el sentimiento de estar vivo y a la vez acentúa la subjetividad de la experiencia ya que intensifica el apoderamiento de la experiencia vital y el hecho de sentir que, es el propio niño el que está viviéndola, el que la está haciendo suya. La habilidad de ser creativo ayuda a consolidar la salud emocional de los niños, ya que la creatividad es la forma más libre de expresión propia, no hay nada más satisfactorio para los niños que poder expresarse completa y libremente, todo lo que los niños necesitan para ser verdaderamente creativos es la libertad para comprometerse y esforzarse en convertir la actividad en la cual están trabajando en algo propio, ya que toda actividad creativa es el proceso de la expresión propia que ayuda a reconocer y a celebrar el aspecto único de la subjetividad del niño, frente a la objetividad de la realidad.

Del objeto transicional al arte
En el proceso de autonomía del niño las relaciones con los objetos externos son de gran importancia, en un primer momento este objeto se verá representado por el cuerpo de la madre, luego este lugar lo ocuparán objetos que recordarán al niño la presencia materna, lo que Winnicott llama objetos transicionales, como una mantita o un peluche, por ejemplo.
Poco a poco estos objetos serán dejados de lado y este espacio de transición entre el niño y la realidad será ocupado por actividades creativas como el arte y la cultura ( Winnicott, 1971).
En este sentido el crecimiento del niño toma la forma de un intercambio continuo entre la realidad exterior e interior, por la cual cada una es enriquecida por la otra.
Al llegar a un estado de madurez el niño ha desarrollado un interior y un exterior y se va liberando del cuidado materno, en el interior del niño se encuentra su verdadero Yo, el cual, si es fuerte, puede relacionarse con la realidad externa sin sufrir traumas. El objeto transicional representa el viaje del niño desde la subjetividad pura a la objetividad, desde la indiferenciación con la madre a la aceptación de ésta como objeto exterior con el cual puede establecer una relación objetal. Para Winnicott, resulta más importante el hecho de que el objeto transicional represente a la madre y precisamente no sea la madre, esto indica que se ha aceptado algo como no-Yo, aunque este algo no sea tampoco del todo perteneciente a la realidad exterior /objetiva. Esta es la paradoja que en opinión del autor debe ser tolerada, de manera que no es operativo formular la pregunta de si el objeto transicional fue creado por el niño o le fue presentado desde el exterior, la aceptación de esta paradoja, supone la de todos aquellos fenómenos que no pueden ser considerados enteramente subjetivos ni objetivos, y que abarcan todo el campo de los fenómenos culturales. En este sentido si el objeto transicional se abandona y pierde importancia, no es porque desaparezca la zona de experiencia que éste expresa, sino porque precisamente su significación se ha extendido para abarcar todo el espacio propio de lo cultural (Winnicott, 1971). En condiciones de salud, hay una evolución desde el fenómeno de transición, y el uso de objetos transicionales hasta la plena capacidad para el juego. Con el tiempo estos objetos van perdiendo su función y simplemente se van desvaneciendo y se convierten en el grupo de fenómenos que se van ampliando hasta constituir todo el dominio del juego infantil y de las actividades e intereses culturales.
Potenciar el desarrollo de actividades artísticas en la edad preescolar puede facilitar su proceso de autonomía ya que a través de éstas el niño se apodera de la experiencia vital para hacerla suya, el acto de crear significa para el niño la comprensión de ser una persona subjetiva escindida de la realidad objetiva. El arte ejecutado de manera libre da reflejo al niño de que él es persona, ya que en esta actividad el niño pone en juego sus propias creencias y sentimientos para encontrarse a sí mismo, lejos de la protección materna y familiar.


Fragmento de Artículo: Arteterapia - Papeles de arteterapia y educación artística para la inclusión social 159Vol. 4/ 2009 (págs: 159-175).