Preocuparse por los niños y consentir
cualquiera de sus caprichos son dos cosas muy diferentes. Atención positiva significa brindar a los niños aliento y apoyo emocional
en forma tal que resulten claramente reconocidos por el niño. Este tipo de
cuidado es algo más que un elogio por una buena calificación obtenida en una prueba,
o un abrazo y un beso de buenas noches. Implica una participación activa en la
vida emocional de su hijo. Tal como lo veremos, esto significa jugar con
sus niños más pequeños o participar en actividades con sus hijos mayores en una
forma que no resulta muy diferente de la que experimentan los niños en un asesoramiento
profesional.
De la investigación surge también que
una relación abierta y solícita con su hijo producirá a largo plazo el efecto
de hacer crecer en él la imagen de sí mismo y sus capacidades de decisión, y
posiblemente incluso mejorará su salud. Un estudio presentado por los
psicólogos Linda Russek y Gary Schwartz en el curso de la reunión de marzo de
1996 de la American Psychosomatic Society muestra la importancia que puede
tener para el futuro de sus hijos la edificación de una relación positiva.
Estos investigadores informaron acerca de un estudio iniciado hace treinta y
cinco años cuando se solicitó a ochenta y siete hombres del Harvard College,
todos de alrededor de veinte años, que ofrecieran evaluaciones escritas sobre
el cuidado y el apoyo recibido por parte de sus padres.
Después de examinar a estos mismos
participantes treinta y cinco años después, con una edad de más de cincuenta
años, se descubrió que los sujetos que como estudiantes secundarios habían
descrito a sus padres como más cariñosos, tuvieron una menor cantidad de
enfermedades graves en su edad madura, incluyendo enfermedades del corazón e
hipertensión, independientemente de los factores claves de riesgo como la
historia familiar, la edad, y el cigarrillo. Tal como podía esperarse, los
jóvenes que habían calificado a sus padres de injustos seconvirtieron en
hombres de edad madura con las enfermedades físicas más graves.
Estudios como estos subrayan el
importante papel que desempeñamos para la salud mental y física de nuestros
niños. Una tendencia creciente entre los terapeutas infantiles es entrenar a
los padres a participar en la terapia de juego de sus hijos, poniendo el acento
en la aceptación y la consideración positiva. En los años sesenta, Bernard
Guerney, entonces profesor en la Universidad de Rutgers, creó técnicas de
formación para que los padres actuaran como terapeutas substitutos de sus hijos
con dificultades, concluyendo que muchos niños tenían problemas no porque sus
padres fueran maliciosos o perturbados, sino porque sus padres carecían de las
capacidades inherentes para desarrollar una relación positiva con ellos.
Más recientemente, el Dr. Russell
Barkley, uno de los principales expertos del país en trastornos por déficit de
atención en los niños, sugiere en su libro Taking Charge of ADHD (hacerse cargo
de los trastornos por déficit de atención), que los padres de niños
"difíciles" les dediquen veinte minutos diarios de "tiempo
especial" a sus hijos como una forma de asegurar que reciban los
beneficios de la atención positiva. Aunque esto resulta particularmente
importante para los niños que experimentan trastornos por déficit de atención
—que suelen recibir demasiada atención negativa y crítica por parte de los
docentes, pares y miembros de la familia— es una buena receta para todos los
niños (aunque en la mayoría de los casos, dedicarle un "tiempo
especial" dos o tres veces por semana sería algo más realista).
Para los niños de menos de nueve años,
Barkley sugiere que los padres fijen un período particular para participar con
su hijo en una actividad lúdica. Durante este período, los padres deberían
crear una atmósfera carente de juicios, en la que pueda translucirse interés,
entusiasmo y aceptación. Según Barkley, los principios generales del
"tiempo especial" incluyen:
- Elogie a su hijo por las conductas adecuadas (por ejemplo, "¡Qué torre enorme estás construyendo!") pero sea preciso, sincero y evite la adulación excesiva.
- Demuestre interés por lo que su hijo está haciendo, participando en la actividad, describiendo lo que ve y reflejando sus sentimientos cuando sea posible (por ejemplo, "Parece que realmente te gusta que esos dos tipos luchen entre sí. Pero no pareces enojado, por lo que supongo que te diviertes luchando").
- No haga preguntas ni dé órdenes. Su trabajo es observar y reflejar lo que usted ve, no controlar o guiar.
Si sus hijos tienen entre cuatro y nueve
años, trate de programar un período de juego en una hora determinada varios
días a la semana, asegurándose de que esa hora sea respetada y coherente. Para
los niños de más de nueve años, sería demasiado difícil programar horas de
juego rígidas; debería más bien buscar oportunidades para pasar un tiempo
similar con sus hijos desarrollando actividades apropiadas según la edad, sin
emitir juicios.
Fuente: Lawrence Shapiro. Inteligencia Emocional de los niños. Guía para padres sobre Inteligencia
Emocional.
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