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lunes, 22 de febrero de 2016

¿De qué tratan las Inteligencias Múltiples?

La Teoría de las Inteligencias Múltiples fue desarrollada por el psicólogo estadounidense de Howard Gardner, quien al estar consciente del limitado concepto de “inteligencia”, y propuso la existencia de ocho inteligencias  para ampliar el alcance del potencial humano, sugiriendo que la inteligencia más bien trata de la capacidad (habilidad) que poseemos para resolver problemas y crear productos.

H. Gardner, menciona que:
  1. Todos poseemos las ocho inteligencias; y funcionan juntas de un modo único para cada persona.
  2. La mayoría de las personas pueden desarrollar cada inteligencia hasta alcanzar un nivel adecuado de competencia; y que lo alcanzamos se recibimos apoyo, enriquecimiento y formación adecuadas.
  3. En general, las inteligencias funcionan juntas de modo complejo; las inteligencias interactúan entre sí.
  4. Existen muchas maneras de ser inteligente en cada categoría; existe una rica diversidad de atributos que la persona manifiesta.


Cada persona es única, tendrá una visión particular y poseerá diferentes capacidades para el aprendizaje. Cuando la persona (en este caso, el niño o la niña) se implica en reflexionar sobre sus propios procesos de aprendizaje, pueden seleccionar estrategias adecuadas para resolver problemas y serán capaces de defenderse solos cuando se enfrenten a nuevos retos para aprender.

Cuanta posibilidad intelectual, y cuanta capacidad de desarrollo poseemos, sin embargo, cuando analizamos los programas de enseñanza que se imparten en muchas instituciones y que obligan a los alumnos, a los niños a seguir, observamos que se limitan a concentrarse en el predominio de las inteligencias lingüística y matemática dando mínima importancia a las otras posibilidades del conocimiento. Razón por la cual muchos alumnos que no se destacan en el dominio de las inteligencias académicas tradicionales, no tienen reconocimiento y se diluye así su aporte al ámbito cultural y social, y algunos llegan a pensar que son unos fracasados, cuando en realidad se están suprimiendo sus talentos.

Por lo anterior descrito, sabemos entonces que no existe una inteligencia general que crezca o se estanque, sino un elenco múltiple de aspectos de la inteligencia, algunos mucho más sensibles que otros a la modificación de estímulos adecuados.

En la actualidad se habla del desarrollo integral del niño, es decir que incluya todos los aspectos del desarrollo (físico, sexual, cognitivo, social, moral, lenguaje, emocional, etc.), en esto se basa la teoría del Desarrollo de las Inteligencias Múltiples.

Existen dos tipos de experiencias extremas claves en el desarrollo de las inteligencias que es importante tomar en cuenta, las experiencias cristalizantes y las experiencias paralizantes. Las primeras, las experiencias cristalizantes, son hitos en la historia personal, claves para el desarrollo del talento y de las habilidades en las personas. A menudo estos hechos se producen en la temprana infancia. Estas experiencias son las que encienden la chispa de una inteligencia e inician su desarrollo hacia la madurez.

Por otro lado las experiencias paralizantes existen como contrapartida de las anteriores, se refieren a aquellas experiencias que bloquean el desarrollo de una inteligencia, están llenas de emociones negativas, capaces de frenar el normal desarrollo de las inteligencias. Sensaciones de miedo, vergüenza, culpa, odio, impiden crecer intelectualmente. Es probable así, que luego de esta experiencia un niño decida no acercarse más a un instrumento musical o no dibujar más porque ya decidió que “no sabe hacerlo”.

La Teoría de las Inteligencias Múltiples ha impactado a aquellos que están envueltos de una forma u otra en el proceso enseñanza-aprendizaje. En muchas ciudades de los Estados Unidos, en Puerto Rico, Filipinas, Singapur, así como en Europa, han surgido escuelas en donde se llevan a cabo actividades encaminadas a desarrollar las distintas inteligencias que el individuo posee.

Ya se habla de “Escuelas de Inteligencias Múltiples”, donde los estudiantes aprenden y se fortalecen intelectualmente a través de un currículo que en vez de enfatizar la enseñanza a través de las inteligencias, las escuelas enfatizan la enseñanza “para” la inteligencia. Los alumnos son motivados para que puedan lograr las metas que se han propuesto alcanzar.

Los docentes desarrollan estrategias didácticas que toman en cuenta las diferentes posibilidades de adquisición del conocimiento que tiene el niño. Si éste no comprende a través de la inteligencia que se elige para informarle, consideran que existen por lo menos siete diferentes caminos más para intentarlo.

Los padres tienen participación activa en la planificación de actividades que ayudan a enriquecer el currículo y asisten a reuniones donde se discute el progreso de sus hijos, además en casa estimulan, comprenden y alientan a sus hijos en el desarrollo de sus capacidades.

Se abre así a partir de esta Teoría de las Inteligencias Múltiples una ruptura con viejos paradigmas de la enseñanza. A continuación, se describe cada inteligencia.

Inteligencia Lingüística: Capacidad de utilizar las palabras de manera eficaz, ya sea oralmente (por ejemplo, como narrador, orador o político) o por escrito (poetas, dramaturgos, editores, periodistas). Esta inteligencia incluye la capacidad de manera la sintaxis o la estructura del lenguaje, la fonología o los sonidos del lenguaje, la semántica o los significados de las palabras, y las dimensiones pragmáticas o usos prácticos del lenguaje. Algunos de estos usos son la retórica (uso del lenguaje para convencer a otros de que realicen una acción determinada), la mnemotecnia (uso del lenguaje para recordar información), la explicación (uso del lenguaje para informar) y el metalenguaje (uso del lenguaje para hablar del propio lenguaje).

Inteligencia lógico-matemática: Capacidad de utilizar los números con eficacia (matemáticos, contables, estadísticos) y de razonar bien (científicos, programadores, informáticos, especialistas en lógica). Esta inteligencia incluye la sensibilidad a patrones y relaciones lógicas, afirmaciones y proposiciones (si…entonces, causa-efecto), funciones y otras abstracciones relacionadas. Los procesos empleados en la inteligencia lógico-matemática incluyen: categorización, clasificación, deducción, generalización, cálculo y prueba de hipótesis.

Inteligencia espacial: Capacidad de percibir el mundo visuo-espacial de manera precisa (por ejemplo, como un cazador, un escolta o un guía) y de llevar a cabo transformaciones basadas en esas percepciones (interioristas, arquitectos, artistas, inventores). Esta inteligencia implica sensibilidad al color, las líneas, la forma, el espacio y las relaciones entre estos elementos. Incluye la capacidad de visualizar, de representar gráficamente ideas visuales o espaciales, y de orientarse correctamente en una matriz espacial.

Inteligencia cinético-corporal: Dominio del propio cuerpo para expresar ideas y sentimientos (actores, mimos, atletas o bailarines), y facilidad para utilizar las manos en la creación o transformación de objetos (artesanos, escultores, mecánicos, cirujanos). Esta inteligencia incluye habilidades físicas específicas, como la coordinación, el equilibrio, la destreza, la fuerza, la flexibilidad y la velocidad, además de capacidades propioceptivas, táctiles y hápticas.

Inteligencia musical: Capacidad de percibir (como un aficionado a la música), discriminar (críticos musicales), transformar (compositores) y expresar (intérpretes) las formas musicales. Esta inteligencia incluye la sensibilidad al ritmo, el tono o la melodía, y al timbre o color de una pieza musical. Se puede entender la música desde una perspectiva figural o “de arriba hacia abajo” (global, intuitiva), formal o “de abajo hacia arriba” (analítica, técnica), o ambas.

Inteligencia interpersonal: Capacidad de percibir y distinguir los estados anímicos, las intenciones, las motivaciones y los sentimientos de otras personas. Puede incluir la sensibilidad hacia las expresiones faciales, voces y gestos; la capacidad de distinguir entre numerosos tipos de señales interpersonales, y la de responder con eficacia y de modo pragmático a esas señales (por ejemplo, influyendo en un grupo de personas para que realicen una determinada acción).

Inteligencia intrapersonal: Autoconocimiento y capacidad para actuar según ese conocimiento. Esta inteligencia incluye una imagen precisa de uno mismo (los puntos fuertes y las limitaciones), la conciencia de los estados de ánimo, intenciones, motivaciones, temperamentos y deseos interiores, y la capacidad de autodisciplina, autocomprensión y autoestima.

Inteligencia naturalista: Facultad de reconocer y clasificar las numerosas especies de flora y fauna del entorno. También incluye la sensibilidad hacia otros fenómenos naturales (formaciones de nubes y montañas) y, en el caso de los individuos criados en un entorno urbano, la capacidad de distinguir formas inanimadas como coches, zapatillas deportivas o cubiertas de discos compactos.




Fuente: Armstrong, Thomas. (2006). Inteligencias Múltiples en el aula. Guía práctica para educadores.

miércoles, 17 de febrero de 2016

De como el duelo y la muerte, se convirtieron en producto de consumo.

Los antiguos hebreos consideraban que el cuerpo de una persona muerta era algo impuro y que no había de tocarse. Los primitivos indios americanos hablaban de los malos espíritus y disparaban flechas al aire para dejarlos. Muchas otras culturas tienen rituales para protegerse de la persona muerta "mala", y todos se originan en este sentimiento de ira que todavía existe en todos nosotros, aunque no nos guste admitirlo. La tradición de la lápida sepulcral puede que tenga su origen en este deseo de mantener a los malos espíritus allá abajo, en lo hondo, y los guijarros que muchas personas ponen sobre la tumba son símbolos del mismo deseo. Aunque consideremos las salvas de cañones en los funerales militares como un último saludo, en el fondo se trata de un ritual simbólico semejante al que usaba el indio cuando lanzaba sus venablos y flechas al cielo.
Doy estos ejemplos para poner de relieve que el hombre no ha cambiado básicamente. La muerte es todavía un acontecimiento terrible y aterrador, y el miedo a la muerte es un miedo universal aunque creamos que lo hemos dominado en muchos niveles.
Lo que ha cambiado es nuestra manera de hacer frente a la muerte, al hecho de morir y a nuestros pacientes moribundos.
-E. Kübler-Ross-


Un resultado de toda esa presión ideológica converge sobre la actitud social ante los duelos en nuestras sociedades, dando lugar a la presión hacia su ocultación y aislamiento. Dicho en otros términos, refuerza las tendencias humanas, espontáneas e inconscientes, hacia la negación y disociación de los duelos (y la muerte).  A estas líneas ideológicas y de organización social, se superestructura cultural y de base económica, se una otra "línea de fuerza" [...]: la ideología de la tecnificación, de la tecnociencia. La medicina ha pasado a ser la religión de las sociedades tecnológicas y "postindustriales", incluso a pesar de la "desacralización" de los médicos, sus oficiantes, que han acabado ocupando un lugar de asalariados, de servidores en el altar de la ideología y de la negación: pero siempre hay unos pocos "grandes sacerdotes" y servicios (iglesias) médicas que encarnan la excelencia de la medicina y la ciencia para afrontar todos los dolores humanos. Y si no, gustosamente políticos y periodistas juegan ese papel. El resultado es una fuerte tendencia en nuestras sociedades hacia la tecnificación y maquinización del cuidado del sufrimiento, el dolor, la aflicción, la muerte. Una segunda característica de la actitud ante los duelos que quería señalar aquí. ¿Por qué estar triste si se puede tomar "Prozac"? Y así, como ejemplo extremo, la muerte puede estar perdiendo su sentido para nuestra sociedad y nuestra cultura (como para todas las sociedades que han existido): ser el último momento de la vida, el momento del cambio, el momento en el cual el alma (la vida) abandona el organismo, que pasa a convertirse en algo inanimado, no humano, impersonal. Morir hoy en día en una urbe occidental es, en más del 80% de las ocasiones, morir intubado, sin poderse comunicar, anestesiado y sedado, inconsciente, alimentado artificialmente, perfundido. Y sobre todo, a menudo es morir (bastante) solo, en el hospital, marginado de todo lo que hasta entonces ha supuesto la vida para ese moribundo que podríamos ser nosotros mismos. La actividad ante los procesos psicosociales de duelo y la aflicción parece estar llevando cada vez más el mismo rumbo.
-J.Tizón-


Congruencia en la Expresión de Valores: Pensamiento, Emoción y Acción

Valores y congruencia personal

No siempre es fácil ser congruente con lo que pensamos, lo que sentimos y lo que en realidad hacemos.

Podemos estar muy convencidos de nuestra adhesión a valores como la honestidad o la igualdad entre los seres humanos, y haberlo razonado juiciosamente, en abstracto. No obstante, cuando enfrentamos situaciones reales que involucran a personas cercanas (queridas o rechazadas), podemos experimentar sentimientos contradictorios, que chocan a veces con los valores que usualmente defenderíamos; cuando sentimos nuestros intereses personales amenazados o en conflicto con los de la mayoría, podemos olvidar o poner en duda nuestros ideales. La manifestación de incongruencias entre pensamiento, emoción y acción no es rara. Muchos conflictos que enfrenta la humanidad tienen que ver con ello: valores e intereses opuestos de personas, naciones, religiones, razas, tendencias políticas o económicas que luchan entre sí.

En el plano personal, la incongruencia de nuestros valores se manifiesta de esa misma forma: no hay armonía ni concordancia entre pensamiento, emoción y acción. Y tal vez no tenga que haberla de manera rígida ni absoluta, sino más bien de manera consciente, razonada y justa.
  



La congruencia de los otros

Idealmente esperaríamos que todas las personas significativas en nuestra vida y los agentes socializadores actuaran propositivamente y en la misma dirección, intentando fomentar en nuestra persona los valores humanos y democráticos.

Esperaríamos que la familia, la escuela, el grupo de amigos, los medios de comunicación, las instituciones sociales y políticas, todos ellos, intentaran desarrollar y fortalecer valores como el respeto al punto de vista del otro, la solidaridad, la cooperación, la honestidad, etc., a la par que procuraran erradicar o relativizar el egoísmo o la intolerancia.

Desafortunadamente no es así: con mucha frecuencia nosotros nos sentimos bombardeados por mensajes contradictorios provenientes no sólo de diferentes individuos, sino a veces de la misma persona. Alguien puede decir: No copies en los exámenes, es un fraude, está prohibido por el reglamento, pero de repente esa misma persona ofrece una “mordida” al policía para que no lo sancionen por ir conduciendo en estado de ebriedad.

¿Qué se puede hacer ante estas contradicciones? Tal vez sean inherentes a nuestro sistema social y no las vamos a resolver únicamente con el hecho de querer hacerlo. Pero tenemos la opción de convertirnos en pensadores y actores críticos ante todas esas situaciones.



Cómo ser un pensador y actor crítico

Es aquel que:
  1. Analiza las situaciones, es reflexivo más que impulsivo.
  2. Trata de identificar los argumentos que subyacen en la información que recibe.
  3. Toma en cuenta los hechos o la evidencia lo más objetivamente posible.
  4. Se forma un criterio propio ante los acontecimientos, no es un simple “eco” de los demás.
  5. Sabe escuchar los diferentes puntos de vista cuando hay un conflicto.
  6. Busca alternativas: no se cierra a un solo camino.
  7. Se pregunta a quién y cómo benefician ciertas acciones, prevé las consecuencias de los actos.
  8. Se pregunta frecuentemente a sí mismo qué, cómo y porqué hace las cosas.
  9. Puede diferenciar la razón de la emoción, aunque las viva juntas.
  10. Sabe distinguir sus motivos e intereses personales de los colectivos.
  11. Reconoce honestamente sus sentimientos positivos y negativos.
  12. Toma decisiones razonadas.
  13. Actúa asertivamente (en forma directa, firme y sincera, positiva y propositivamente): sabe cuándo decir “no” sin necesidad de agredir.
  14. Es crítico en el sentido positivo del término, no simplemente “criticón”.
  15. Reconoce sus errores y trata de corregirlos con inteligencia.
  16. No sólo “dice”, sino “hace”.
  17. Está informado: busca información fidedigna de primera mano.
  18. Es escéptico: desconfía del rumor y de la información proveniente de fuentes dudosas.


Esto nos puede ayudar a adquirir un perfil de pensador crítico.
  • Conócete a ti mismo. Reflexiona frecuentemente sobre tu persona, tus sentimientos, valores, formas de reaccionar ante diversas situaciones, etc. Genera tus propias preguntas. 
  • Aprende a observar tus reacciones emocionales y tu conducta. Analiza tu comportamiento, sus causas y sus efectos. Esta es una condición necesaria para iniciar todo proceso de cambio personal.
  • Establece tus objetivos y planes de vida y carrera. Este es el camino directo hacia la autonomía personal; no esperes a que otros siempre decidan por ti.
  • Analiza las situaciones donde logras consecuencias gratificantes debido a tu conducta. Seguramente encontrarás que son aquellas donde hay congruencia entre dicha conducta y un conjunto de valores personales y sociales positivos. Fortalece dichos comportamientos y propicia las situaciones que los permiten.
  • Conviértete en un espectador o lector crítico de los medios de comunicación masiva. Cuando leas, veas la televisión, revises las redes sociales, piensa siempre qué “dicen” en realidad los mensajes que se transmiten, a quién o quiénes beneficia que los asimiles.
  • Aprende a escuchar y a observar a los demás. Las personas con quienes interactúas cotidianamente te están dando información acerca de ti mismo y a la vez te ofrecen modelos de conducta positivos y negativos. 

Identificación de Valores Personales

El código personal de valores

Todos desarrollamos un código o sistema ético personal, el cual rige en gran medida nuestras creencias, actitudes, expectativas, formas de reaccionar ante los problemas, etc. Mientras más congruentes sean nuestros valores con nuestros actos, dicho código personal es más coherente y consistente.
  



¿Cómo clarificar mis valores?

Se puede realizar una clarificación de nuestros valores, si realizamos un proceso de reflexión sobre ellos, a fin de tomar conciencia y ser responsables de aquello que pensamos, juzgamos, aceptamos o rechazamos.

La clarificación puede darse por fases:
Selección. Primero identifica qué valor está en juego, elegirlo libremente observando las alternativas existentes y considerando las consecuencias que puede traernos a nosotros y a los demás optar por una u otra de las alternativas posibles. a) Hay que pensar no sólo en consecuencias utilitarias, sino también en aspectos de carácter más espiritual o de conciencia, que nos hacen “sentir bien” porque actuamos congruentemente, incluso en perjuicio de algunos intereses, deseos o afectos personales. b) El “sentirse mal” después de una acción refleja alguna inconsistencia en el juicio previo, o revela conflictos de valores no superados.
Estimación. Considera si en realidad apreciamos la selección que hemos hecho, si nos sentimos cómodos con ella y si estamos dispuestos a afirmarla en público.
Actuación. Comportarse en forma congruente con la selección que se ha hecho y aplicarla habitualmente. a) Nuestro comportamiento da evidencia del valor que seleccionamos y estimamos en nosotros mismos. Nuestros actos son la congruencia de lo que pensamos y sentimos. 

¿Cómo puedo cambiar mis valores y actitudes personales?

Se ha mencionado que los valores suelen ser muy estables y que las actitudes son inclinaciones permanentes que llevan a reaccionar de determinada manera frente a ciertas situaciones. Por lo tanto, su modificación no es fácil, ya que están muy arraigadas en las personas. No obstante, existe el cambio de actitud y promover valores más positivos, a partir de la reflexión, la emoción y la acción.

Un proceso de cambio puede ser promovido conscientemente en el seno de la familia, en la escuela, a través de campañas publicitarias, etc., pero también puede (y debería idealmente) ser promovido por la propia persona, conociéndose a sí misma y cuestionando sus propios valores.

Aproximaciones para un cambio de actitud y valores, sería lo siguiente:
  • Aprender a clarificar los propios valores.
  • Participar en forma activa y sentirnos realmente comprometidos.
  • Comprender a los demás, ser empáticos.
  • Realizar algo por gusto, no “a la fuerza”.
  • Experimentar la libertad con obligación, sentirnos autónomos.
  • Estar bien informados.
  • Analizar y resolver dilemas y conflictos de valores.
  • Involucrarse en tomar decisiones, experimentando vivencias.
  • Trabajar en colaboración y aprender de los demás.
  • Aprender de los errores y estar dispuestos al cambio.
  • Tener influencia de modelos positivos y congruentes.





Adquisición de Valores e Influencia Social


El desarrollo de valores y actitudes

El aprendizaje de los valores y de las actitudes es un proceso lento y gradual, en el que influyen distintos factores y agentes. Aunque son decisivos los rasgos de personalidad y el carácter de cada quien también desempeñan un papel muy importante las experiencias personales previas, el medio donde crecemos, las actitudes que nos transmiten otras personas significativas, la información y las vivencias escolares, los medios masivos de comunicación, etc.

Los valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no de manera simplemente receptiva, sino que se van construyendo y se ven influidos por el entorno social. También están determinados por la capacidad intelectual de razonamiento que una persona posee en un momento dado de su vida. La formación de valores en niños y adolescentes va ligada estrechamente al desarrollo de su conducta moral.


Tanto Émile Durkheim (sociólogo, 1858-1917) como Jean Piaget (psicólogo, 1896-1980) distinguen la moral autónoma de la moral heterónoma. La primera que aparece en el desarrollo del individuo, durante la infancia, es la moral heterónoma (que consiste en hacer lo que un poder o ley extraña han determinado como adecuado o no). En este tipo de moral los niños se sienten obligados a cumplir las normas morales porque así lo determina una autoridad superior. Los individuos no hacen una elección libre, conciente o responsable, no juzgan las normas morales por el valor que contienen en sí mismas, sino en función de la jerarquía o autoridad de quien las impone.

Desde esta posición se va pasando poco a poco a una moral autónoma; el ahora adolescente empieza a ser capaz de juzgar las normas morales en función de la bondad o maldad y de la intención de los actos, independientemente de quién las dice. Es el momento en que surgen las ideas igualitarias, que se van convirtiendo en apoyos para la noción de equidad y justicia, y se reconocen valores comunes a toda la comunidad humana.

Saberse parte de una colectividad lleva a comprender que cada uno debe afrontar una parte proporcional de las cargas. Cada uno tiene que calibrar cuál es su parte en cualquier tarea que interesa a los demás. Es decir, al que es recto le sale espontáneamente impedir que otro haga la parte que le corresponde.

La rectitud lleva a emprender muchas tareas en beneficio de los demás. Hay que conocer los propios límites, pero también hay que vivir la tensión de que la realidad acerque a que las cosas sean como deben ser.

No hay edades fijas en las que podamos predecir con certeza que una persona pasa de una moral heterónoma a una moral autónoma. De hecho, hay individuos que nunca desarrollan la autonomía moral y otros que lo hacen relativamente pronto. ¿Por qué sucede así? Debido a características de personalidad y al peso de la influencia social en el desarrollo moral de los individuos.

La moralidad sólo se desarrolla en el intercambio de unos individuos y otros en el grupo de los iguales. Las relaciones cooperativas entre iguales, que están basadas en el respeto mutuo y la reciprocidad, son las que llevan a que el sujeto pueda llegar a razonar moralmente.


La influencia social en los valores personales

Los valores no son predisposiciones innatas y no vienen programados en ninguno de nuestros genes; hay que descubrirlos, formarlos, construirlos, podemos modificarlos.

Existe la influencia que ejercen los otros en el desarrollo de nuestras actitudes y valores. Pero, ¿quiénes son los otros? ¿Por qué es importante la influencia social? Se pueden enumerar una larga lista de esos otros que se reconocen fácilmente: los padres y hermanos (la familia directa), amigos, novio(a), las personas que se admiran (“ídolos” personales), profesores, etc. Todos ellos son agentes socializadores, pues de ellos se aprenden los códigos y costumbres que ayudan a ubicarnos como un miembro más de un grupo social. Pero también existen otros agentes socializadores, tal vez más abstractos y escurridizos, que influyen en los valores y no siempre se reconocen. Es decir, los medios de comunicación y, hoy día, las redes sociales y medios digitales.

Estos agentes socializadores llegan a ser otro significativo que puede influir decisivamente para promover valores y actitudes positivas en las personas (jóvenes, adultos).


En este sentido, resulta valioso que se clarifiquen nuestros valores personales como los valores que recibimos de los demás, y que tengamos la capacidad de juzgar si son o no positivos, qué consecuencias tienen en nuestras vidas y cómo nos afectan en nuestra relación con los demás. 


Jerarquía y Escala de Valores

Jerarquía de valores.

En la vida diaria es común enfrentarnos a disyuntivas que ponen en juego los principios éticos. Ya sea que ejerzamos una libertad relacionada con fines personales o tengamos que responder exigencias de la vida pública, constantemente estamos ejerciendo nuestro juicio frente a situaciones que no nos dejan indiferentes.

Los procesos de maduración y sociabilización conducen a que en muchos casos la respuesta sea casi instintiva: las convenciones sociales o el poder de coerción de una norma hacen que reaccionemos con un alto grado de automatismo. Sin embargo, en ocasiones el dilema es complejo y exige respuestas más ponderadas, que ponen en juego valores distintos y en ocasiones encontrados.

  
La bipolaridad, se refiere a que frente a cada valor vamos a encontrar un antivalor (bondad-maldad, por ejemplo), o tendremos que escoger entre valores que en un momento determinado resultan más valiosos que otros.

¿Cómo, entonces, discriminar en sentido positivo para lograr soluciones posconvencionales, en donde las decisiones se hagan con base en principios y no en “concertaciones morales”?

Existen al menos cuatro criterios que ayudan a determinar la dignidad y jerarquía entre los valores.
  1. Duración.
  2. Divisibilidad.
  3. Fundamentación.
  4. Profundidad de la satisfacción.

 En la medida en que un valor persiste durante más tiempo, es mejor que otro transitorio. Sin un valor incluye al otro, es más importante. Si humaniza, si tiene más bases sobre las cuales apoyar su importancia, es más sólido. Si el efecto genera más satisfacciones, ataca la raíz de los problemas y es más permanente, resulta mejor que otro que no reúne estas características.

Los valores cubren tres dimensiones fundamentales del ser humano:
  1. De supervivencia. Tienen que ver con las motivaciones primarias de carácter biológico (de alimentación, reproducción, conservación de la especie).
  2. Cultural. Incluye la vida en sociedad, la convivencia con los otros, la producción humana. Expresa la conciencia del deber ser, la percepción de la belleza, la armonía, el conocimiento, etc.
  3. Trascendental. Busca el entendimiento íntimo, personal; comprender el sentido de la vida, trascender la realidad o existencia física.




Escala de valores.

La escala refleja el surgimiento de los valores a partir de una necesidad física, vital, ligada a la dimensión de la supervivencia, que entra a un plano superior cuando el ser humano comienza a fabricar utensilios y herramientas, a crear cultura. Aquí aparecen los valores instrumentales, como la técnica y las habilidades utilitarias.

Una mejor satisfacción de las necesidades básicas permite apreciar la forma, armonía y belleza existentes en el entorno y facilita el surgimiento de los valores estéticos, (apreciación artística, musical, etc.). Asimismo, al tener tiempo para pensar se desarrolla el intelecto. Buscamos a partir de una percepción de la realidad desenmarañar la estructura de las cosas, conocer y comprender su esencia, sus causas y consecuencias. Surgen así los valores intelectuales, ligados al conocimiento, que posibilitan el paso a la comprensión del ser humano como un individuo en relación con los demás, ante los cuales tiene obligaciones y puede exigir derechos. Afloran entonces los conceptos éticos, aunados a un deber ser (honestidad, integridad, solidaridad internacional, etc.).

Finalmente, todos estos cuestionamientos conducen a preguntarse sobre lo metafísico, lo que está más allá de la existencia física; a buscar una comprensión global del universo, a dar una explicación última del sentido de la existencia y de todas las cosas. Llegamos a la dimensión trascendental, donde encontramos elementos filosóficos y teológicos.

Al informarnos un poco y conocer otro tanto, apoyados por los demás, vamos entendiéndonos. Esto facilita la comprensión de los dilemas éticos o morales (según se refieran a lo social o a lo individual) y podemos mejorar nuestro sistema de relaciones. Así tendremos un modo de vida más justo y solidario. 



Ser Padres Gestálticos: Aprendiendo en el camino

Ser padre o madre, es como la Gestalt: totalmente vivencial. Todo lo que yo haya leído o me hayan contado alguna vez sobre la maternidad, no alcanza para hacerme una idea real de cómo es ser madre. Yo lo viví como una gran crisis que cambió toda mi vida, (para mejor).

De hecho, ser madre de mi único hijo, Enzo, (4 años de edad), activó “algo” en mí, una nueva versión del mundo, que tiene que ver con la trascendencia, con ser una mejor persona y un buen referente para mi hijo. Maduré de pronto, me pregunté qué quería en la vida, me di cuenta de todo el tiempo que había perdido viviendo por vivir. De repente supe que el camino que había elegido era el que yo quería seguir, y sentí mucha fuerza para caminarlo firmemente. Desperté. Mi hijo me dio esa fuerza y esa seguridad para avanzar como paso firme. Le dio sentido a mi vida. Se me activó la parte profesional, me volví muy productiva y trabajadora. Y es que yo quería ser “alguien” para mi hijo.

La tarea de ser mamá, no ha sido nada fácil. Ha sido la tarea más difícil que me ha tocado desempeñar y hay escritos míos que evidencian esta angustia y desesperación. Sobre todo, en la etapa de los 2 años de edad, que me fue muy difícil de manejar, porque no entendía a mi hijo.

Sentí la necesidad de escribirle muchas veces para que él pudiera leer esos escritos cuando sea grande, y supiera las cosas que había, como una ayuda memoria de su vida.

Aquí algunos ejemplos:
Querido Enzo: tienes 2 años y medio y pareces un adolescente rebelde que quiere lograr su autonomía. A veces eres dócil y obediente, otras, desafiante, autosuficiente, crees que puedes hacer las cosas solo, y no me dejas ayudarte. No sé cómo tratarte”.

Ya te saqué los pañales, aprendiste en una semana, pero a veces creo que controlas con el tema de la orina. Te veo retorciéndote y aguantándote y te pregunto si quieres ir al baño y me dices que “No”. ¡Para mí, es evidente que “Sí”! te digo que vayamos, que yo también quiero orinar. Te digo que tú primero y me dices que “No”. Me siento yo, y comienzas a gritar como un loco “sal que yo quiero hacer…”, te digo que ya no puedo pararme, que estoy a mitad de proceso, y te haces pipí frente a mí en los pantalones. ¿Dime si no es para desquiciar a cualquiera?

“A veces las cosas son muy difíciles contigo. Esa ambivalencia que tienes de primero decir no, después sí, después otra vez no, ¡me desespera! Es como leí en un libro que me prestó tu profesora del nido, como un “síndrome pre-menstrual permanente”…¡eso sí lo entiendo bien!, y viendo las cosas de esa manera, ahora te tengo un poco más de paciencia…

Debo confesar que hasta que llegué a ésta etapa, había sido tolerante con el mundo, tenía mucha paciencia, pero mi hijo me sobrepasó. Rompía mi armonía a cada momento, y yo tuve que trabajar conmigo misma para que la situación pudiera ser llevadera…y felizmente, lo logramos. La etapa pasó y vinieron otras, donde la comunicación con mi hijo es mucho mejor y más divertida.

Y así como vivo dificultades, también vivo cosas lindas y graciosas como:
Querido Enzo: el otro día me hiciste reír mucho. Te terminaste de lavar los dientes y refregaste el cepillo en el jabón diciendo: “para no hablar palabras feas”… y lo más gracioso de todo, es que después te lo metiste a la boca!

Regresé de la peluquería, y nadie había notado algún cambio en mí, excepto yo. Me miraste deslumbrado y me dijiste: “Mamita, ¿Dónde te has ido? ¿Por qué estás tan bonita?” Fue un momento sublime para mí. ¡Te diste cuenta, te abracé y te llené de besos!”.

El otro día me dijiste: “Mamá, soy el niño más afortunado del mundo, porque cuántos niños quisieran que tú seas su manita, y yo tuve suerte de que tú fueras mi mamá”.
Mamá, yo te amo y te adoro del tamaño del lago Titicaca”.

Bueno, y luego de transcribir una pequeña muestra de mis escritos, quisiera compartir algunas reflexiones sobre lo que significa para mí ser gestáltica y madre al mismo tiempo.


1.- Ser terapeuta gestáltica no me inmuniza de cometer errores.

He aprendido en la práctica que soy un ser humano, que aprendo día a día a ser mamá, y que los conocimientos de terapia que puede tener, a veces me sirven y a veces no me dan resultado, sobre todo en los momentos de crisis o estrés, que me olvido de todo lo que aprendí y actúo tal cual lo hicieron conmigo. Es algo que he observado repentinamente: en tiempos de tranquilidad y armonía, la Gestalt y todo lo aprendido, puede aplicarse perfectamente, pero cuando hay crisis, emergencias, caos, estrés, mi árbol (genealógico) se impone, y cometo errores.

Soy consciente también que por más bien que crea que le estoy haciendo a mi hijo, lo voy a herir en algo, ya sea voluntaria o involuntariamente. Que la madre perfecta no existe, y si existe, tal vez esa “perfección” sea la principal causante de las heridas del hijo.


2.- Los límites: acto de malabarismo.

Ser una madre gestáltica hace que constantemente esté buscando el equilibrio entre ponerle límites a mi hijo y dejarlo ser. Entre estimularle la imaginación, el teatro, el juego, la creatividad y el restringirle los excesos de energía que rebasan los límites de lo permitido. Es darle permiso para que exprese su rabia, pero hasta cierto punto…sin pasarse de la raya.

Siempre tuve la loca idea de que cuando sea madre, iba a ser muy amorosa y que le pondría los límites a mi hijo con mucho amor y armonía, pero en la práctica, me di cuenta de que eso no me funcionaba con mi hijo, porque no me obedecía. Le daba muchas explicaciones de por qué tenía que hacer esto o aquello, y nada, no me obedecía, y muy por el contrario, si hacía caso a las personas que lo hacían más firmemente, y a veces con brusquedad. Y es que jamás me imaginé que tendría un hijo tan independiente, rebelde y combativo…

Algo que me ha funcionado muy bien, para que obedezca, es el juego. Hacer las cosas jugando o bien hacer un espacio de juego con él, donde yo no proponga nada, sino que me abandono a sus reglas, donde él disfruta, se ríe a carcajadas, lo pasa bien, está satisfecho con ese tiempo de juego que necesita con su mamá y en el momento en que vienen las obligaciones, la cosa es más llevadera, no tiene tanto problema en obedecer, lavarse los dientes, o cambiarse.


3.- Mi hijo, mi maestro.

Mi hijo para mí, es un pequeño maestrito que me recuerda diariamente qué es lo sano, y cuan neurótica puedo ser como adulta por darle mayor importancia, a veces, a los parámetros que exige la sociedad para la crianza de los niños.

Ejemplo de ello, es la alimentación. Cuando el chico está lleno, dice “ya no quiero”, me llené. Pero los introyectos sociales tipo “una buena madre tiene que alimentar bien a su hijo”, hace que no respete su proceso y le lance un “tienes que comer”… o tenga que negociarle “esto comes, y esto dejas” o “cómete la carne”…”, etc. ¿Por qué simplemente si ya no quiere comer, no come?

Me doy cuenta en mi hijo, de lo que es un ser espontáneo, puro. Lo observo maravillada cómo se asombra, cómo disfruta de la música, cómo baila sin la menor vergüenza, como se ríe a carcajadas, con todas sus ganas, cómo llora desconsoladamente, y como se recupera con un abrazo y un beso de su papá o mamá…pienso que los adultos tenemos mucho que aprender de los niños! Ahí es cuando veo en vivo “el ciclo de la experiencia” de forma sana, sin interrupciones de ningún tipo. Él está en contacto con su organismo, sabe lo que necesita, lo pide, si no lo consigue se enoja, expresa abiertamente su rabia, si quiere ir al baño, tiene que ir en ese momento y no puede esperar… ¡Es tan sencillo y difícil al mismo tiempo!


4.- La importancia de la “congruencia”.

He observado en la práctica, cómo le enseño a mi hijo con el ejemplo. Si yo grito como histérica, él también grita.  Si yo le doy manotazo, él me contesta el golpe con otro.

El hará lo que yo haga, le diga lo que le diga. Si no quiero que grite, yo no puedo gritar. Si no quiero que coma en la habitación, nadie en la casa lo puede hacer tampoco. Esa congruencia entre lo que se dice y lo que se hace es importantísima, y me recuerda a la importancia que se le da al lenguaje no verbal en Gestalt. Lo que le queda a él como aprendizaje es lo que vivencia y percibe a través de sus sentidos.


5.- La bendita culpa.

Algo que me imagino le habrá pasado a los padres y terapeutas gestálticos, es tener que dejar los hijos a cargo de otros, como familiares, mientras nosotros hacemos maratones de fines de semana.

Es a veces pasar varios fines de semana sin estar con mi hijo, y a veces dudo si estoy haciendo lo correcto, pues mi hijo no volverá a ser pequeño, y pienso que él debería ser la prioridad en mi vida. Pero también me gusta hacer terapia y disfruto mucho de mi trabajo. La culpa por dejarlo ha sido un tema que algunas veces me sigue persiguiendo, así sepa que él está perfectamente bien cuidado en casa de familiares. Coincide que a veces se enferma cuando lo dejo encargado, y esas “coincidencias”, para mí no son casualidades sino mensajes.

He aprendido a equilibrar todo y a no cometer excesos. Si tengo un taller de fin de semana, el lunes, compenso y la paso con mi hijo como sea. Si puedo faltar al taller, encontrando un reemplazo, lo hago para pasar el fin de semana con mi hijo. Si el taller es de sumo interés para mí, me organizo y lo dejo al cargo de familiares. Voy compensando mis ausencias con calidad de tiempo, haciendo cosas que no se olviden, como llevarlo al teatro, ir a un bonito parque, ir a darle de comer a las palomas, que monte caballo, etc.

Y así, aprendiendo de mis errores y aciertos, se me han ido pasando los años muy rápidamente, y mirando hacia atrás, veo que no le he hecho tan mal, que tengo un hijo precioso y vivaz, que es una bendición de Dios.


6.- El cambio generacional.

De hecho, estamos en otra época, antes los hijos obedecíamos y punto. Ahora, los niños son diferentes, son más estimulados, más informados, más rebeldes, y nosotros, como padres, con nuestra propia experiencia de crianza, hemos quedado totalmente obsoletos en la forma de educar.

El paradigma cambió y estamos en un limbo de no saber qué hacer. Lo veo en mis colegas, en mis pacientes, en mis amigas, ¡que no saben qué hacer sobre todo con sus hijos adolescentes! No saben qué hacer con la temprana curiosidad e iniciación sexual. He oído repetir una y otra vez: “a su edad yo jugaba con muñecas…”, no saben qué hacer con los problemas generados por el uso y abuso de internet, etc.
Como padres, nos queda ajustarnos creativamente a la nueva realidad social de nuestros hijos, a tener la plena conciencia de que el mundo que les ha tocado vivir, es diferente al nuestro, el de ellos cambia vertiginosamente año a año con una rapidez que nosotros hemos vivido recién en décadas. Tenemos que aprender juntos, padres e hijos a sobrevivir en estos tiempos e ir forjando un nuevo tipo de educación, más humanista, donde exista mucho más comunicación y aceptación de ambas partes.

He aquí nuestra responsabilidad como gestálticos, de hacer un trabajo de hormiga, primero con nosotros mismos, para transmitirlo luego a nuestros hijos, a otros padres, a otros profesionales y al resto del mundo.
-Perú-

Fuente: “Ser padres gestálticos”. Por: Ana Cecilia Sáenz Avalos. P. 19 – 24.


lunes, 15 de febrero de 2016

Un viaje por Arteterapia

Pensar en Arte Terapia me dispone, así, de principio, a la sensación de un tiempo y una acción que trasciende lo momentáneo y lo permanente. Es algo así como una ensoñación diurna que provee de la seguridad del pensamiento y de la sensación de permanencia de lo interno.

El proceso de Arte Terapia es como un viaje, en el que nos desplazamos sobre el vehículo de las emociones, con un equipaje ligero, lleno de pequeñas cosas que pertenecen a grandes recuerdos. Es un viaje que nos lleva, a través de no siempre caminos fáciles de transitar, hacia la conquista de nuevos mundos, nuevos espacios de vida; nuevos espacios, que aunque desconocidos a veces, no son sino una prolongación amable de nuestra historia, de nuestro modo de ser. Es un recorrido que nos permite avanzar desde lo propio y conocido a nuevos terrenos de prolongación personal.

Es un viaje que transita y traspasa el tiempo, por ser un momento de creación. En todo viaje nos acompaña nuevos modos de oler, de saborear, de dimensionar el tiempo, con nuevos ritmos biológicos, cambios en la porosidad de la piel, en la sensibilidad cutánea, en la percepción del tacto, los recuerdos, la memoria, la disposición al lenguaje y comunicación, en definitiva, la percepción de sí mismos; de esta manera podría definir con precisión en qué consiste la Arte Terapia.

Arte Terapia es también un proceso de creación por excelencia. Pero tendría que precisar que no es lo mismo el proceso de creación, que el proceso de creación en arte terapia.

El viaje de la creación sería aquel, en el que el placer de crear es lo que prima el momento, cogidos por el gusto de re-crear nuestros espacios de vida, empujados por una sensación de embriaguez y abandono en la expresión de crear, en ese encuentro con la obra que, poco a poco, nos despierta el progresivo avance de la misma, a veces casi de golpe, con y en la imagen de lo creado. Los momentos de creación son momentos excepcionales de vida, de sentir la plenitud de vivir, de la tensión de vivir. La creación es una puesta a prueba por encontrar un lugar para el sí-mismo y que, desde la frustración inherente al hecho de pensar y desear, nos lleva a un lugar de ideal en nuestra relación con el extraño, con el otro. Toda creación viene determinada por el encuentro con una obra, sentida, pensada, emocionada, en un ideal, frustrado o no, en el que nuestra posición en el mundo y con los demás, en el que la relación con el Otro, garantiza y determina inevitablemente la idea. Por ello, el momento de la creación es un modo de querer y un modo de ser.

En Arte Terapia, el viaje de la creación toma otros derroteros, aunque no muy distintos. Los caminos de la creación aquí, no se producen solo en esa comunicación de la fantasía y el goce estético para y con el Otro que se da en los momentos de creación. En Arte Terapia, el viaje de la creación, supone de entrada la adquisición, la demanda de un “billete” que nos garantiza el viaje y el maquinista, el desplazamiento y la llegada, el recorrido y su aprovechamiento.

La creación es indispensable para el arte terapia; ahora bien, en el proceso de arte terapia, el esfuerzo por crear revela siempre una inquietud ante lo conocido de sí mismo, pero no menos ante lo desconocido de sí mismo. Es un estallido interior que provoca una multiplicidad de sí y promueve el pegado puzzleriano que nos apuntala a modo de seguridad interna. Es un estallido que revierte en dar sentido a lo que no lo tenía, o dar sentidos distintos, contrapuestos, viscerales, fusionales a lo más insospechado o irreverente. Y como la creación siempre se sitúa y aparece en ese intersticio que se da entre la palabra y la cosa, entre el símbolo y su representante, en eso que podemos llamar la “urgencia del símbolo”, es desde el proceso de arte terapia como podemos mediar sin urgencia, pero con cierta emergencia, por encontrar los referentes plásticos de lo interno, por amortiguar lo imposible de simbolizar, es decir, lo llamado “urgencia del símbolo”. Creo que no se trata de otra cosa en la vida del sujeto y es el interés por excelencia del proceso arte terapéutico.

El billete (la demanda) y el maquinista (el arte terapeuta) nos garantizan y nos sitúan en un espacio de seguridad que produce un espacio de intimidad, que no es sino eso, una intimidad compartida por el saber y la subjetividad del Arte terapeuta. Así, desde la paradoja que da sentido a nuestra existencia como deseantes, es decir, que deseamos para aplacar la tensión que conlleva el deseo, el viaje en Arte Terapia es un viaje paradójico; creamos desde lo íntimo para dar forma a eso tan inconcluso que es lo íntimo, y hacemos la obra, precisamente, desde la necesidad y seguridad de su inconclusión. En Arte Terapia, una obra remite a otra, así como una palabra, o una emoción o una historia. Las obras se hacen para la mirada y el parecer eminentemente subjetivo del arte terapeuta, para su mirada, para su decir, para su subjetividad por fi n; para olvidarlo, para compartir, para excluirlo, para anhelarlo. La presencia del arte terapeuta nos alivia y nos inquieta. Nos alivia por la seguridad de su saber, de su acogimiento, de su interés; nos inquieta por su mirada, por lo desconocido de uno y que le pertenece a poco que la obra se ponga en marcha. Pero lo más importante, creo, es la subjetividad que aporta al proceso, ya que a partir del encuadre, la tarea viene impregnada por la emoción y la falta en ser del arte terapeuta, siendo esto lo que precisamente nos da la posibilidad de la identificación y, por tanto, de la simbolización, para encontrar modos de semejanza-diferencia en nuestra creación.

Arte Terapia es también una travesía de un tiempo y de un espacio. Todo viaje, sobre todo si es de placer, es un paréntesis en nuestra vida, en nuestra vivencia del tiempo de lo cotidiano.

Al volver de las vacaciones, uno se “encuentra” de nuevo, no solo con su cotidianidad, sino que efectivamente se encuentra nuevamente consigo mismo, con sus quehaceres (aquellos que le dan vida a su vida, que le ocupan y preocupan). En arte terapia el viaje se hace, como si dijéramos, desde dentro, desde lo más interno, desde la necesidad de vivir-se de otro modo en el transcurso de la sesión de arte terapia. Esto es lo nuevo y tremendamente positivo: uno se da permiso, desde la seguridad del maquinista, de abandonarse para encontrarse en lo desconocido de uno, en la seguridad del deseo del arte terapeuta.

En Arte Terapia, el proceso arte terapéutico, la vivencia de la sesión, es un tiempo en el que se entrelaza la emoción, la razón y lo íntimo. La emoción, desde el gusto de emocionarse en la serenidad de la construcción de ideas y sensaciones que, por inefables, no son menos sentidas y vividas. La razón, desde la conciencia permanente de una acción voluntaria, en un esfuerzo por la concreción en lo plástico de lo interno, aunque de efectos desconocidos. Lo íntimo, porque permite tocar, visualizar, oler y acariciar lo más desconocido y lo más cercano al sentimiento de sí.

El arte terapeuta no quiere solo nuestro bien-estar, nuestra felicidad, nuestra evitación del malestar; quiere algo más: quiere el desarrollo de lo propio de cada uno, que podamos construir desde el malestar. Quiere que la ambivalencia propia del deseo no nos impida desear; que desde la dificultad se extraiga la posibilidad; quiere también que la duda y el dolor sean vividos como parte de la constitución subjetiva y, por tanto, que desde el trabajo de creación puedan simbolizarse como modos de ser y de relación.

En este sentido, el viaje de Arte Terapia es ese recorrido que hay entre el pensamiento y el lenguaje, entre la emoción y la consciencia, entre el deseo y la tensión de desear, entre el placer y el displacer, entre el yo y el otro, entre la escritura y el hecho de escribir, entre la obra creada y el proceso de creación y todo ello sostenido por la presencia del arte terapeuta desde su necesidad de construir en la sesión.

Arte Terapia es, rizando la metáfora, una poética de la creación. Lo más interesante es la incesante búsqueda de la metáfora, en ese deseo que posibilita el encuentro con lo más íntimo y desconocido de uno mismo, en el que se conjugan perfectamente la necesidad vital del otro y el deseo tonificante de “ser”. La poética la otorga el hecho de que el sujeto siempre se piensa alrededor de un vacío, un lugar sin palabra ni pensamiento que concluye en la necesidad del otro como deseo, pero que de alguna manera termina por poner un ideal a la necesidad; la poética no es sino la envoltura de la que se otorga el “yo” con la ilusión ilusionada del otro.

Por esto, el proceso de arte terapia es esa envoltura en la que se acoge el sujeto llenándola de vivencias de ligazón al otro, a la ilusión de ser.

Pero el proceso de arte terapia no es solo un proceso de envoltura, de envolvimiento; es también un proceso de “des-envoltura”, de des-envolvimiento, en el que, quiérase o no, se desatan determinados procesos que tienen que ver con nuestros modos de ligar vínculos, en el que se deben de ir ordenando y estableciendo nuevos modos de vincular, que son a fi n de cuentas lo que más nos interesa: dar un paseo y viajar por los entresijos del sí-mismo, sentir el dolor de las ambivalencias y realizar un tejido con las texturas emocionales. Esto es lo verdaderamente terapéutico y valioso de la práctica del “arte terapia”.





Fuente: Francisco J. Coll Espinosa. Psicoanalista, director del Master Universitario de Arte Terapia de la Universidad de Murcia. Revista Papeles de Arteterapia.