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miércoles, 17 de febrero de 2016

De como el duelo y la muerte, se convirtieron en producto de consumo.

Los antiguos hebreos consideraban que el cuerpo de una persona muerta era algo impuro y que no había de tocarse. Los primitivos indios americanos hablaban de los malos espíritus y disparaban flechas al aire para dejarlos. Muchas otras culturas tienen rituales para protegerse de la persona muerta "mala", y todos se originan en este sentimiento de ira que todavía existe en todos nosotros, aunque no nos guste admitirlo. La tradición de la lápida sepulcral puede que tenga su origen en este deseo de mantener a los malos espíritus allá abajo, en lo hondo, y los guijarros que muchas personas ponen sobre la tumba son símbolos del mismo deseo. Aunque consideremos las salvas de cañones en los funerales militares como un último saludo, en el fondo se trata de un ritual simbólico semejante al que usaba el indio cuando lanzaba sus venablos y flechas al cielo.
Doy estos ejemplos para poner de relieve que el hombre no ha cambiado básicamente. La muerte es todavía un acontecimiento terrible y aterrador, y el miedo a la muerte es un miedo universal aunque creamos que lo hemos dominado en muchos niveles.
Lo que ha cambiado es nuestra manera de hacer frente a la muerte, al hecho de morir y a nuestros pacientes moribundos.
-E. Kübler-Ross-


Un resultado de toda esa presión ideológica converge sobre la actitud social ante los duelos en nuestras sociedades, dando lugar a la presión hacia su ocultación y aislamiento. Dicho en otros términos, refuerza las tendencias humanas, espontáneas e inconscientes, hacia la negación y disociación de los duelos (y la muerte).  A estas líneas ideológicas y de organización social, se superestructura cultural y de base económica, se una otra "línea de fuerza" [...]: la ideología de la tecnificación, de la tecnociencia. La medicina ha pasado a ser la religión de las sociedades tecnológicas y "postindustriales", incluso a pesar de la "desacralización" de los médicos, sus oficiantes, que han acabado ocupando un lugar de asalariados, de servidores en el altar de la ideología y de la negación: pero siempre hay unos pocos "grandes sacerdotes" y servicios (iglesias) médicas que encarnan la excelencia de la medicina y la ciencia para afrontar todos los dolores humanos. Y si no, gustosamente políticos y periodistas juegan ese papel. El resultado es una fuerte tendencia en nuestras sociedades hacia la tecnificación y maquinización del cuidado del sufrimiento, el dolor, la aflicción, la muerte. Una segunda característica de la actitud ante los duelos que quería señalar aquí. ¿Por qué estar triste si se puede tomar "Prozac"? Y así, como ejemplo extremo, la muerte puede estar perdiendo su sentido para nuestra sociedad y nuestra cultura (como para todas las sociedades que han existido): ser el último momento de la vida, el momento del cambio, el momento en el cual el alma (la vida) abandona el organismo, que pasa a convertirse en algo inanimado, no humano, impersonal. Morir hoy en día en una urbe occidental es, en más del 80% de las ocasiones, morir intubado, sin poderse comunicar, anestesiado y sedado, inconsciente, alimentado artificialmente, perfundido. Y sobre todo, a menudo es morir (bastante) solo, en el hospital, marginado de todo lo que hasta entonces ha supuesto la vida para ese moribundo que podríamos ser nosotros mismos. La actividad ante los procesos psicosociales de duelo y la aflicción parece estar llevando cada vez más el mismo rumbo.
-J.Tizón-


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