Los antiguos hebreos
consideraban que el cuerpo de una persona muerta era algo impuro y que no había
de tocarse. Los primitivos indios americanos hablaban de los malos espíritus y disparaban
flechas al aire para dejarlos. Muchas otras culturas tienen rituales para
protegerse de la persona muerta "mala", y todos se originan en este
sentimiento de ira que todavía existe en todos nosotros, aunque no nos guste
admitirlo. La tradición de la lápida sepulcral puede que tenga su origen en
este deseo de mantener a los malos espíritus allá abajo, en lo hondo, y los
guijarros que muchas personas ponen sobre la tumba son símbolos del mismo
deseo. Aunque consideremos las salvas de cañones en los funerales militares
como un último saludo, en el fondo se trata de un ritual simbólico semejante al
que usaba el indio cuando lanzaba sus venablos y flechas al cielo.
Doy estos ejemplos para
poner de relieve que el hombre no ha cambiado básicamente. La muerte es todavía
un acontecimiento terrible y aterrador, y el miedo a la muerte es un miedo
universal aunque creamos que lo hemos dominado en muchos niveles.
Lo que ha cambiado es
nuestra manera de hacer frente a la muerte, al hecho de morir y a nuestros pacientes
moribundos.
-E. Kübler-Ross-
Un
resultado de toda esa presión ideológica converge sobre la actitud social ante
los duelos en nuestras sociedades, dando lugar a la presión hacia su ocultación
y aislamiento. Dicho en otros términos, refuerza las tendencias humanas,
espontáneas e inconscientes, hacia la negación y disociación de los duelos (y
la muerte). A estas líneas ideológicas y
de organización social, se superestructura cultural y de base económica, se una
otra "línea de fuerza" [...]: la ideología de la tecnificación, de la
tecnociencia. La medicina ha pasado a ser la religión de las sociedades
tecnológicas y "postindustriales", incluso a pesar de la
"desacralización" de los médicos, sus oficiantes, que han acabado
ocupando un lugar de asalariados, de servidores en el altar de la ideología y
de la negación: pero siempre hay unos pocos "grandes sacerdotes" y
servicios (iglesias) médicas que encarnan la excelencia de la medicina y la
ciencia para afrontar todos los dolores humanos. Y si no, gustosamente
políticos y periodistas juegan ese papel. El resultado es una fuerte tendencia
en nuestras sociedades hacia la tecnificación y maquinización del cuidado del
sufrimiento, el dolor, la aflicción, la muerte. Una segunda característica de
la actitud ante los duelos que quería señalar aquí. ¿Por qué estar triste si se
puede tomar "Prozac"? Y así, como ejemplo extremo, la muerte puede
estar perdiendo su sentido para nuestra sociedad y nuestra cultura (como para
todas las sociedades que han existido): ser el último momento de la vida, el momento
del cambio, el momento en el cual el alma (la vida) abandona el organismo, que
pasa a convertirse en algo inanimado, no humano, impersonal. Morir hoy en día
en una urbe occidental es, en más del 80% de las ocasiones, morir intubado, sin
poderse comunicar, anestesiado y sedado, inconsciente, alimentado artificialmente,
perfundido. Y sobre todo, a menudo es morir (bastante) solo, en el hospital,
marginado de todo lo que hasta entonces ha supuesto la vida para ese moribundo que
podríamos ser nosotros mismos. La actividad ante los procesos psicosociales de
duelo y la aflicción parece estar llevando cada vez más el mismo rumbo.
-J.Tizón-
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