Valores y congruencia
personal
No
siempre es fácil ser congruente con lo que pensamos, lo que sentimos y lo que
en realidad hacemos.
Podemos
estar muy convencidos de nuestra adhesión a valores como la honestidad o la
igualdad entre los seres humanos, y haberlo razonado juiciosamente, en
abstracto. No obstante, cuando enfrentamos situaciones reales que involucran a
personas cercanas (queridas o rechazadas), podemos experimentar sentimientos
contradictorios, que chocan a veces con los valores que usualmente
defenderíamos; cuando sentimos nuestros intereses personales amenazados o en
conflicto con los de la mayoría, podemos olvidar o poner en duda nuestros
ideales. La manifestación de incongruencias entre pensamiento, emoción y acción
no es rara. Muchos conflictos que enfrenta la humanidad tienen que ver con
ello: valores e intereses opuestos de personas, naciones, religiones, razas,
tendencias políticas o económicas que luchan entre sí.
En
el plano personal, la incongruencia de nuestros valores se manifiesta de esa
misma forma: no hay armonía ni concordancia entre pensamiento, emoción y acción.
Y tal vez no tenga que haberla de manera rígida ni absoluta, sino más bien de
manera consciente, razonada y justa.
La congruencia de los
otros
Idealmente
esperaríamos que todas las personas significativas en nuestra vida y los
agentes socializadores actuaran propositivamente y en la misma dirección,
intentando fomentar en nuestra persona los valores humanos y democráticos.
Esperaríamos
que la familia, la escuela, el grupo de amigos, los medios de comunicación, las
instituciones sociales y políticas, todos ellos, intentaran desarrollar y
fortalecer valores como el respeto al punto de vista del otro, la solidaridad,
la cooperación, la honestidad, etc., a la par que procuraran erradicar o
relativizar el egoísmo o la intolerancia.
Desafortunadamente
no es así: con mucha frecuencia nosotros nos sentimos bombardeados por mensajes
contradictorios provenientes no sólo de diferentes individuos, sino a veces de
la misma persona. Alguien puede decir: “No
copies en los exámenes, es un fraude, está prohibido por el reglamento”,
pero de repente esa misma persona ofrece una “mordida” al policía para que no
lo sancionen por ir conduciendo en estado de ebriedad.
¿Qué
se puede hacer ante estas contradicciones? Tal vez sean inherentes a nuestro
sistema social y no las vamos a resolver únicamente con el hecho de querer
hacerlo. Pero tenemos la opción de convertirnos en pensadores y actores críticos ante todas esas situaciones.
Cómo ser un pensador y
actor crítico
Es
aquel que:
- Analiza las situaciones, es reflexivo más que impulsivo.
- Trata de identificar los argumentos que subyacen en la información que recibe.
- Toma en cuenta los hechos o la evidencia lo más objetivamente posible.
- Se forma un criterio propio ante los acontecimientos, no es un simple “eco” de los demás.
- Sabe escuchar los diferentes puntos de vista cuando hay un conflicto.
- Busca alternativas: no se cierra a un solo camino.
- Se pregunta a quién y cómo benefician ciertas acciones, prevé las consecuencias de los actos.
- Se pregunta frecuentemente a sí mismo qué, cómo y porqué hace las cosas.
- Puede diferenciar la razón de la emoción, aunque las viva juntas.
- Sabe distinguir sus motivos e intereses personales de los colectivos.
- Reconoce honestamente sus sentimientos positivos y negativos.
- Toma decisiones razonadas.
- Actúa asertivamente (en forma directa, firme y sincera, positiva y propositivamente): sabe cuándo decir “no” sin necesidad de agredir.
- Es crítico en el sentido positivo del término, no simplemente “criticón”.
- Reconoce sus errores y trata de corregirlos con inteligencia.
- No sólo “dice”, sino “hace”.
- Está informado: busca información fidedigna de primera mano.
- Es escéptico: desconfía del rumor y de la información proveniente de fuentes dudosas.
Esto
nos puede ayudar a adquirir un perfil de pensador crítico.
- Conócete a ti mismo. Reflexiona frecuentemente sobre tu persona, tus sentimientos, valores, formas de reaccionar ante diversas situaciones, etc. Genera tus propias preguntas.
- Aprende a observar tus reacciones emocionales y tu conducta. Analiza tu comportamiento, sus causas y sus efectos. Esta es una condición necesaria para iniciar todo proceso de cambio personal.
- Establece tus objetivos y planes de vida y carrera. Este es el camino directo hacia la autonomía personal; no esperes a que otros siempre decidan por ti.
- Analiza las situaciones donde logras consecuencias gratificantes debido a tu conducta. Seguramente encontrarás que son aquellas donde hay congruencia entre dicha conducta y un conjunto de valores personales y sociales positivos. Fortalece dichos comportamientos y propicia las situaciones que los permiten.
- Conviértete en un espectador o lector crítico de los medios de comunicación masiva. Cuando leas, veas la televisión, revises las redes sociales, piensa siempre qué “dicen” en realidad los mensajes que se transmiten, a quién o quiénes beneficia que los asimiles.
- Aprende a escuchar y a observar a los demás. Las personas con quienes interactúas cotidianamente te están dando información acerca de ti mismo y a la vez te ofrecen modelos de conducta positivos y negativos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario