El desarrollo de
valores y actitudes
El
aprendizaje de los valores y de las actitudes es un proceso lento y gradual, en
el que influyen distintos factores y agentes. Aunque son decisivos los rasgos
de personalidad y el carácter de cada quien también desempeñan un papel muy
importante las experiencias personales previas, el medio donde crecemos, las
actitudes que nos transmiten otras personas significativas, la información y
las vivencias escolares, los medios masivos de comunicación, etc.
Los
valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no de manera simplemente
receptiva, sino que se van construyendo y se ven influidos por el entorno
social. También están determinados por la capacidad intelectual de razonamiento
que una persona posee en un momento dado de su vida. La formación de valores en
niños y adolescentes va ligada estrechamente al desarrollo de su conducta moral.
Tanto
Émile Durkheim (sociólogo, 1858-1917) como Jean Piaget (psicólogo, 1896-1980)
distinguen la moral autónoma de la moral heterónoma. La primera que aparece en
el desarrollo del individuo, durante la infancia, es la moral heterónoma (que consiste en hacer lo que
un poder o ley extraña han determinado como adecuado o no). En este tipo de
moral los niños se sienten obligados a cumplir las normas morales porque así lo
determina una autoridad superior. Los individuos no hacen una elección libre,
conciente o responsable, no juzgan las normas morales por el valor que
contienen en sí mismas, sino en función de la jerarquía o autoridad de quien
las impone.
Desde
esta posición se va pasando poco a poco a una moral autónoma; el ahora adolescente empieza a ser capaz de juzgar las
normas morales en función de la bondad o maldad y de la intención de los actos,
independientemente de quién las dice. Es el momento en que surgen las ideas
igualitarias, que se van convirtiendo en apoyos para la noción de equidad y
justicia, y se reconocen valores comunes a toda la comunidad humana.
Saberse
parte de una colectividad lleva a comprender que cada uno debe afrontar una
parte proporcional de las cargas. Cada uno tiene que calibrar cuál es su parte
en cualquier tarea que interesa a los demás. Es decir, al que es recto le sale
espontáneamente impedir que otro haga la parte que le corresponde.
La
rectitud lleva a emprender muchas tareas en beneficio de los demás. Hay que
conocer los propios límites, pero también hay que vivir la tensión de que la
realidad acerque a que las cosas sean como deben ser.
No
hay edades fijas en las que podamos predecir con certeza que una persona pasa
de una moral heterónoma a una moral autónoma. De hecho, hay individuos que
nunca desarrollan la autonomía moral y otros que lo hacen relativamente pronto.
¿Por qué sucede así? Debido a características de personalidad y al peso de la
influencia social en el desarrollo moral de los individuos.
La moralidad sólo se
desarrolla en el intercambio de unos individuos y otros en el grupo de los
iguales. Las relaciones cooperativas entre iguales, que están basadas en el
respeto mutuo y la reciprocidad, son las que llevan a que el sujeto pueda
llegar a razonar moralmente.
La influencia social en
los valores personales
Los
valores no son predisposiciones innatas y no vienen programados en ninguno de
nuestros genes; hay que descubrirlos, formarlos, construirlos, podemos modificarlos.
Existe
la influencia que ejercen los otros
en el desarrollo de nuestras actitudes y valores. Pero, ¿quiénes son los otros?
¿Por qué es importante la influencia social? Se pueden enumerar una larga lista
de esos otros que se reconocen fácilmente: los padres y hermanos (la familia
directa), amigos, novio(a), las personas que se admiran (“ídolos” personales),
profesores, etc. Todos ellos son agentes socializadores, pues de ellos se
aprenden los códigos y costumbres que ayudan a ubicarnos como un miembro más de
un grupo social. Pero también existen otros agentes
socializadores, tal vez más abstractos y escurridizos, que influyen en los
valores y no siempre se reconocen. Es decir, los medios de comunicación y, hoy
día, las redes sociales y medios digitales.
Estos
agentes socializadores llegan a ser otro significativo que puede influir
decisivamente para promover valores y actitudes positivas en las personas
(jóvenes, adultos).
En
este sentido, resulta valioso que se clarifiquen nuestros valores personales
como los valores que recibimos de los demás, y que tengamos la capacidad de
juzgar si son o no positivos, qué consecuencias tienen en nuestras vidas y cómo
nos afectan en nuestra relación con los demás.
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