Los cuatro fundamentos de la autoestima
La imagen que tienes de ti mismo no es
heredada o genéticamente determinada, es aprendida. El cerebro humano
cuenta con un sistema de procesamiento de la información que permite almacenar
un número prácticamente infinito de datos. Esa información, que hemos
almacenado en la experiencia social a lo largo de nuestra vida, se guarda en la
memoria de largo plazo en forma de creencias y teorías. De esta manera poseemos
modelos internos de objetos, significados de palabras, situaciones, tipos de
personas, actividades sociales y muchas cosas más. Este conocimiento del mundo,
equivocado o no, nos permite predecir, anticipar y prepararnos para enfrentar
lo que vaya a suceder. El futuro está almacenado en el pasado.
La principal fuente para crear la visión
del mundo que asumes y por la que te guías surge del contacto con personas
(amigos, padres, maestros) de tu universo material y social inmediato. Y las relaciones
que estableces con el mundo circundante desarrollan en ti una idea de cómo
crees que eres. Los fracasos y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensaciones
físicas, los placeres y disgustos, la manera de enfrentar los problemas, lo que
te dicen y lo que no te dicen, los castigos y los premios, el amor y el rechazo
percibidos, todo confluye y se organiza en una imagen interna sobre tu propia
persona: tu yo o tu autoesquema. Puedes pensar que eres bello,
eficiente, interesante, inteligente y bueno, o todo lo contrario (feo,
ineficiente, aburrido, bruto y malo). Cada uno de estos calificativos es
resultado de una historia previa, en la que has ido gestando una “teoría” sobre
ti mismo que dirigirá tu comportamiento futuro. Si crees que eres un perdedor,
no intentarás ganar. Te dirás: “¿Para qué intentarlo? Yo no puedo ganar” o
“Esto no es para mí” o “No valgo nada”.
Los humanos mostramos la tendencia
conservadora a confirmar, más que a refutar las creencias que almacenamos en
nuestro cerebro por años. Somos resistentes al cambio por naturaleza, y esta economía
del pensamiento nos vuelve tozudos y poco permeables a los estímulos novedosos.
Una vez establecida será difícil cambiarla, pero no imposible. Así que cuando
configuras un autoesquema negativo sobre tu persona, te acompañará por el resto
de tu vida si no te esfuerzas en modificarlo.
Más aún: para comprobar esos esquemas de
manera no consciente harás muchas cosas aun perjudiciales para ti (así de
absurdos somos los humanos). Por ejemplo: si te dejas llevar por el autoesquema:
“Soy un inútil”, sin darte cuenta, el miedo a equivocarte hará que cometas
infinidad de errores que confirmarán tu predicción mental subyacente. La
creencia de que eres feo o fea te llevará a frenarte y a evitar las relaciones
interpersonales, y la conquista afectivo-sexual se convertirá en algo inalcanzable
(pues nadie se fijará en ti si no te expones). Un autoesquema de fracaso hará
que no te atrevas a encarar retos y a probarte si eres capaz, por lo cual terminarás
creyendo que el éxito te es esquivo. No existe ningún “secreto” misterioso ni
cuántico en esto: en psicología cognitiva se le conoce como profecía
autorrealizada, y en psicología social como “efecto Pigmaleón”. Existe una coherencia
negativa: aun a sabiendas de que no es bueno para ti, tratarás de actuar de
manera compatible con las creencias que tienes sobre ti mismo ¿El cambio?
Ocurrirá cuando la realidad se imponga sobre tus creencias y ya no puedas
sesgar la información y autoengañarte.
Una buena autoestima (quererse
contundentemente a uno mismo) tiene numerosas ventajas. Sólo para citar
algunas, te permitirá:
- Incrementar las emociones positivas. Te alejarás de la ansiedad, la tristeza y la depresión, y te acercarás a la alegría y a las ganas de vivir mejor.
- Alcanzar niveles de mayor eficiencia en las tareas que emprendes. No te darás por vencido muy fácilmente, perseverarás en las metas y te sentirás competente y capaz.
- Relacionarte mejor con las personas. Te quitarás de encima el incómodo miedo al ridículo y la necesidad de aprobación, porque tú serás el principal juez de tu conducta. No es que no te interesen los demás, sino que no estarás pendiente de los aplausos y los refuerzos externos, y tomarás las críticas más objetivamente.
- Amar a tu pareja y querer a tus amigos y amigas más tranquilamente. Dependerás menos y establecerás un vínculo más equilibrado e inteligente, sin el terrible miedo de perder a los otros.
- Ser una persona más independiente y autónoma. Te sentirás más libre y segura a la hora de tomar decisiones y guiar tu vida.
Señalaré los cuatro aspectos que a mi
modo de ver son los más importantes a la hora de configurar la autoestima
general, y aunque en la práctica están entremezclados, para fines didácticos
intentaré separarlos conceptualmente para analizarlos mejor. Ellos son:
- Autoconcepto (qué piensas de ti mismo),
- Autoimagen (cuánto te agradas),
- Autorreforzamiento (cuánto te premias y te das gusto) y
- Autoeficacia (cuánta confianza tienes en ti mismo).
Bien estructurados, son los cuatro
soportes de un “yo” sólido y saludable; si funcionan mal, son como los cuatro
jinetes del Apocalipsis. Fallar en alguno de ellos será suficiente para que tu
autoestima se muestre coja e inestable. Más aún: si uno solo de los jinetes se
desboca, los tres restantes lo seguirán como una pequeña manada fuera de
control.
Un amor propio saludable y bien
constituido partirá de un principio fundamental: “Merezco todo aquello que me
haga crecer como persona y ser feliz”. Me-rez-co: pronunciado y
degustado.
Activación del autorreconocimiento y el
bienestar que lo acompaña. No importa lo que pienses: no mereces sufrir, así
que mientras puedas evitar el sufrimiento inútil e innecesario, te estarás
respetado a ti mismo. No hay felicidad completa sin autorrespeto, sin mantenerte
fiel a tu propio ser y al potencial que llevas dentro.
Fuente: Enamórate de ti, por Walter
Riso.
Me encantó ..!! Exelente trabajo
ResponderEliminar