Recomendación antes de hacer
lectura de esta nota:
Es importante
aclarar, que son los papás, quienes tienen conocimiento del comportamiento
regular e irregular de sus hijos/as. No hay un momento exacto o una conducta
determinada, por la cual se pueda decidir si los hijos/as están pasando por
algo complicado y sienten confusión, para lo que se deba buscar ayuda de
profesionistas para orientarlos.
Siempre es
buena la observación de los hijos/as para darnos cuenta si están siendo algo
fuera de lo ‘acostumbrado’; además, es importante preguntarles constantemente cómo
se sienten, si les está pasando algo.
Lo siguiente,
es solo una muestra orientativa para ustedes, papás, para que acudan a
nosotros, profesionistas, quienes estamos a su servicio. Cominíquense con un profesional, para obtener una ayuda extra para el bienestar de sus hijos/as.
Los
padres son usualmente los primeros en reconocer cuándo un hijo/hija tiene un
problema emocional o de comportamiento. Aun así, la decisión de buscar
ayuda profesional puede ser difícil y dolorosa para el padre/madre. El
primer paso es tratar de hablar tiernamente con el niño/niña. Una
conversación sincera acerca de los sentimientos a veces puede ayudar. Los
padres pueden escoger el consultar con el médico del niño/niña, maestros,
miembros del clero, u otros adultos que conozcan bien al niño. Estos pasos
pueden resolver los problemas para el niño/niña y la familia.
A
continuación se describen algunas señales indicativas de que una evaluación por
un siquiatra de niños y adolescentes puede ser de gran ayuda:
En niños/niñas pequeños/as:
- Cambios negativos
importantes en el rendimiento académico.
- Malas calificaciones en la
escuela, a pesar de hacer un esfuerzo notable.
- Mucha preocupación o
ansiedad excesiva, lo que puede manifestarse en su resistencia para
asistir a la escuela, al acostarse a dormir o al participar en aquellas
actividades normales para un niño/niña de su edad.
- Hiperactividad, inquietud,
movimiento constante más allá del juego regular.
- Pesadillas persistentes.
- Desobediencia o agresión
persistente (de más de 6 meses) y conducta de oposición provocativa hacia
las figuras de autoridad.
- Rabietas frecuentes e
inexplicables.
En
pre-adolescentes y adolescentes:
- Cambios marcados en el
aprendizaje en la escuela.
- Dificultad para enfrentarse
a los problemas, situaciones o actividades diarias.
- Cambios significativos en
hábitos de dormir y/o alimenticios.
- Frecuentes quejas físicas.
- Representaciones sexuales.
- Estado depresivo manifestado
por un estado de ánimo y actitud persistentemente negativo, con frecuencia
acompañado de apetito pobre, dificultad en el dormir e ideas relacionadas
con la muerte.
- Abuso de drogas o del
alcohol.
- Miedo intenso a tornarse
obeso sin tomar en cuenta su verdadero peso al presente, purgar los
alimentos o restringir el comer.
- Pesadillas persistentes.
- Amenazas de hacerse daño a
sí mismo o hacerle daño a otros.
- Comportamiento de
inflingirse heridas o autodestructivo.
- Arranques frecuentes de ira
y agresión.
- Amenazas de irse del hogar.
- Violación persistente de los
derechos de otras personas de forma agresiva o no agresiva; reto a la
autoridad, ausencia a escuela, robos o vandalismo.
- Pensamientos, creencias y
sentimientos extraños o comportamiento poco usual.
Si los
problemas persisten por un período de tiempo extensivo y especialmente si otros
involucrados en la vida del niño/niña están preocupados, una consulta con un
Siquiatra de Niños y Adolescentes o con otros clínicos específicamente
entrenados para trabajar con niños/niñas puede ser de ayuda.
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