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lunes, 31 de agosto de 2015

Los 4 Fundamentos de la Autoestima

Los cuatro fundamentos de la autoestima

La imagen que tienes de ti mismo no es heredada o genéticamente determinada, es aprendida. El cerebro humano cuenta con un sistema de procesamiento de la información que permite almacenar un número prácticamente infinito de datos. Esa información, que hemos almacenado en la experiencia social a lo largo de nuestra vida, se guarda en la memoria de largo plazo en forma de creencias y teorías. De esta manera poseemos modelos internos de objetos, significados de palabras, situaciones, tipos de personas, actividades sociales y muchas cosas más. Este conocimiento del mundo, equivocado o no, nos permite predecir, anticipar y prepararnos para enfrentar lo que vaya a suceder. El futuro está almacenado en el pasado.

La principal fuente para crear la visión del mundo que asumes y por la que te guías surge del contacto con personas (amigos, padres, maestros) de tu universo material y social inmediato. Y las relaciones que estableces con el mundo circundante desarrollan en ti una idea de cómo crees que eres. Los fracasos y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensaciones físicas, los placeres y disgustos, la manera de enfrentar los problemas, lo que te dicen y lo que no te dicen, los castigos y los premios, el amor y el rechazo percibidos, todo confluye y se organiza en una imagen interna sobre tu propia persona: tu yo o tu autoesquema. Puedes pensar que eres bello, eficiente, interesante, inteligente y bueno, o todo lo contrario (feo, ineficiente, aburrido, bruto y malo). Cada uno de estos calificativos es resultado de una historia previa, en la que has ido gestando una “teoría” sobre ti mismo que dirigirá tu comportamiento futuro. Si crees que eres un perdedor, no intentarás ganar. Te dirás: “¿Para qué intentarlo? Yo no puedo ganar” o “Esto no es para mí” o “No valgo nada”.
Los humanos mostramos la tendencia conservadora a confirmar, más que a refutar las creencias que almacenamos en nuestro cerebro por años. Somos resistentes al cambio por naturaleza, y esta economía del pensamiento nos vuelve tozudos y poco permeables a los estímulos novedosos. Una vez establecida será difícil cambiarla, pero no imposible. Así que cuando configuras un autoesquema negativo sobre tu persona, te acompañará por el resto de tu vida si no te esfuerzas en modificarlo.

Más aún: para comprobar esos esquemas de manera no consciente harás muchas cosas aun perjudiciales para ti (así de absurdos somos los humanos). Por ejemplo: si te dejas llevar por el autoesquema: “Soy un inútil”, sin darte cuenta, el miedo a equivocarte hará que cometas infinidad de errores que confirmarán tu predicción mental subyacente. La creencia de que eres feo o fea te llevará a frenarte y a evitar las relaciones interpersonales, y la conquista afectivo-sexual se convertirá en algo inalcanzable (pues nadie se fijará en ti si no te expones). Un autoesquema de fracaso hará que no te atrevas a encarar retos y a probarte si eres capaz, por lo cual terminarás creyendo que el éxito te es esquivo. No existe ningún “secreto” misterioso ni cuántico en esto: en psicología cognitiva se le conoce como profecía autorrealizada, y en psicología social como “efecto Pigmaleón”. Existe una coherencia negativa: aun a sabiendas de que no es bueno para ti, tratarás de actuar de manera compatible con las creencias que tienes sobre ti mismo ¿El cambio? Ocurrirá cuando la realidad se imponga sobre tus creencias y ya no puedas sesgar la información y autoengañarte.

Una buena autoestima (quererse contundentemente a uno mismo) tiene numerosas ventajas. Sólo para citar algunas, te permitirá:

  1. Incrementar las emociones positivas. Te alejarás de la ansiedad, la tristeza y la depresión, y te acercarás a la alegría y a las ganas de vivir mejor.
  2. Alcanzar niveles de mayor eficiencia en las tareas que emprendes. No te darás por vencido muy fácilmente, perseverarás en las metas y te sentirás competente y capaz.
  3. Relacionarte mejor con las personas. Te quitarás de encima el incómodo miedo al ridículo y la necesidad de aprobación, porque tú serás el principal juez de tu conducta. No es que no te interesen los demás, sino que no estarás pendiente de los aplausos y los refuerzos externos, y tomarás las críticas más objetivamente.
  4. Amar a tu pareja y querer a tus amigos y amigas más tranquilamente. Dependerás menos y establecerás un vínculo más equilibrado e inteligente, sin el terrible miedo de perder a los otros.
  5. Ser una persona más independiente y autónoma. Te sentirás más libre y segura a la hora de tomar decisiones y guiar tu vida.


Señalaré los cuatro aspectos que a mi modo de ver son los más importantes a la hora de configurar la autoestima general, y aunque en la práctica están entremezclados, para fines didácticos intentaré separarlos conceptualmente para analizarlos mejor. Ellos son:
  • Autoconcepto (qué piensas de ti mismo),
  • Autoimagen (cuánto te agradas),
  • Autorreforzamiento (cuánto te premias y te das gusto) y
  • Autoeficacia (cuánta confianza tienes en ti mismo).

Bien estructurados, son los cuatro soportes de un “yo” sólido y saludable; si funcionan mal, son como los cuatro jinetes del Apocalipsis. Fallar en alguno de ellos será suficiente para que tu autoestima se muestre coja e inestable. Más aún: si uno solo de los jinetes se desboca, los tres restantes lo seguirán como una pequeña manada fuera de control.

Un amor propio saludable y bien constituido partirá de un principio fundamental: “Merezco todo aquello que me haga crecer como persona y ser feliz”. Me-rez-co: pronunciado y degustado.

Activación del autorreconocimiento y el bienestar que lo acompaña. No importa lo que pienses: no mereces sufrir, así que mientras puedas evitar el sufrimiento inútil e innecesario, te estarás respetado a ti mismo. No hay felicidad completa sin autorrespeto, sin mantenerte fiel a tu propio ser y al potencial que llevas dentro.




Fuente: Enamórate de ti, por Walter Riso. 

domingo, 23 de agosto de 2015

Sobre el Miedo y la Ansiedad

Sobre el miedo y la ansiedad
  
La función biológica del miedo es protegernos ante el peligro real. Cuando estamos en una situación amenazante, un sistema especialmente diseñado para estos casos se prepara para la huida. Una vez se detecta la fuente del posible daño, la sustancia llamada adrenalina, la que a su vez enerva una serie de cambios físicos: dilatación de la pupila, sudoración, palidez, tensión muscular, gritos y una sensación interna de inquietud y alarma. Algo nos dice que no debemos quedarnos ahí y que tenemos que escapar. A diferencia de lo que ocurre con los miedos psicológicos, el miedo biológico siempre se agota. Sube en pico, se mantiene en forma de meseta un instante, y luego, si no le metemos cabeza al asunto, decrece. Ese es el ciclo natural. Por el contrario, la curva del temor mental puede no declinar jamás.


Descifrando el miedo

Si nos acercamos a lo natural, descubriremos que los síntomas que acompañan la experiencia del pánico pueden ser vistos desde una perspectiva más amigable. Cada componente de la emoción nos cuenta cómo debió de haber sido la lucha por la supervivencia hace millones de años. Ellos nos hablan de cómo actúa el mundo natural. La dilatación de la pupila permitía aumentar la capacidad de visión en la oscuridad; el hombre no conocía el fuego y es probable que muchos depredadores estuvieran al acecho amparados en la oscuridad. El temblor originado por la adrenalina, tal como lo ha demostrado la psicología animal, posee un significado comunicativo de alertar a los otros miembros del grupo y pedir ayuda; algunos animales, como las gacelas, utilizan el temblor para avisar de la proximidad del depredador con muy buenos resultados (recordemos que el lenguaje humano no estuvo desde el principio). La taquicardia permite bombear más sangre y prepararse para un mayor gasto energético, como correr o saltar más. El sudor permite escabullirse y resbalarse más fácilmente del atacante. La palidez y el desmayo, tal como enseñan algunos estudios etológicos, permiten pasar desapercibido para ciertas especies agresoras.
Pero no todo es color de rosa. Debido a que la civilización avanza cien veces más rápido que la evolución biológica, se ha producido un desajuste evolutivo entre la biología y el desarrollo de la cultura. Nuestro banco genético arrastró un cúmulo de miedos que habían sido útiles para el hombre prehistórico, pero que probablemente no lo sean tanto en la actualidad. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad, al agua, a las alturas, a los animales, a los espacios cerrados, a los lugares abiertos, y algunos más, son temores preparados. Podemos heredarlos sin aprendizaje alguno. El hombre no conocía la luz, no sabia nadar, no podía volar, era un animal diurno que debía esquivar aquellos lugares donde no pudiera escapar fácilmente, y necesitaba de un mecanismo que salvaguardara su integridad física. La mejor opción adaptativa fue el miedo.
En la naturaleza nada está de más. Todo responde o respondió a un increíble y maravilloso mecanismo de supervivencia. Cuando sentimos los síntomas del miedo, es nuestra madre naturaleza la que se está manifestando para cuidarnos: un acto de amor cósmico. En esos momentos de temor, estamos presenciando la magnificencia de lo natural obrando como en los viejos tiempos, estamos reviviendo la historia de la evolución y decodificando el eco de la creación. No digo que sentir miedo sea delicioso, sino que además de útil, es una oportunidad para ver cómo funciona el universo. Si el miedo fuera agradable, hace rato se hubiera acabado la vida en el planeta. El miedo es incómodo, pero no duele.
Si el miedo se activa inesperadamente, deberíamos hablar con él y de paso con nosotros mismos: “Te activaste de nuevo. No entiendo por qué lo hiciste, pero supongo que debes de haber creído que hay peligro en alguna parte. Posiblemente yo te haya mandado un mensaje equivocado... Esta sensación incómoda que estoy sintiendo es adrenalina... Ella es la que me produce la inquietud y no otra cosa... Simplemente fue una falsa alarma... Yo entiendo que no puedas parar, porque una vez activado debes completar el ciclo que dura algunos minutos... Lo que estoy sintiendo en este momento es la energía de vida corriendo por mis venas... En este momento yo soy la naturaleza...Estos cambios transitorios que obran en mí, son la fuerza del amor que me cuida...Seguiré con mis actividades hasta que se acabe la sensación...El supuesto diálogo ascético no es fácil de llevar a cabo porque el miedo no está diseñado para pensar sino para actuar. Si un enorme león se asomara por la puerta de mi casa, no sería muy adaptativo aplicar la lógica aristotélica: “Caramba, caramba...Hay un enorme animal parado en el umbral de mi puerta mostrándome sus fauces...Puede ser una propaganda de la Metro Golden Mayer, o un gato alimentado con Purina... No sé... Creo que es más prudente salir discretamente... Para ese entonces el supuesto león ya me habría devorado y hecho la digestión varias veces. Frente a un riesgo real, pensar mucho no es lo indicado, por eso, cuando el miedo aparece la mente se acuesta a dormir. Si vemos una culebra a pocos centímetros de nuestros pies, no preguntamos nada: saltamos y gritamos, sin importarnos demasiado lo que opinan los demás.


La mente inventa la ansiedad

El orden natural explicado hasta aquí desvanece cuando lo psicológico hace su aparición. Si la mente comienza a intervenir, la cosa se complica y por decirlo de alguna manera, se ensucia. La psicología humana no solamente crea miedos totalmente irracionales como los fantasmas, los muertos, los cementerios, el fracaso, el ridículo, hablar en público y la mala suerte, sino que también inventa la ansiedad, es decir, el miedo anticipado. Cuando la mente manda el mensaje de alerta roja, todas las células comienzan a trabajar horas extra para defenderse del supuesto atentado.
Desgraciadamente, en la mayoría de los casos suele ser una falsa alarma activada por la susceptibilidad del ego. El cuerpo es ingenuo y siempre le cree a la mente.
Aunque la ansiedad es un progreso respecto al incipiente reflejo condicionado, adelantarse demasiado tratando de predecir calamidades puede resultar nefasto. Muchas personas, de tanto utilizar su calculador de riesgos, lo dañan, y desafortunadamente su reparación no es tan fácil, además de costosa. Un paciente ágora fóbico (miedo a lugares o situaciones donde escapar sea difícil) llevaba veinte años sin salir de su casa. Luego de mucho esfuerzo y sesiones domiciliarias donde interveníamos tres psicólogos, se logró que el sujeto llegara a la esquina. En ese punto, el tratamiento se estancó debido a un nuevo temor que no estaba previsto. Justo antes de cruzar la calle, se detuvo, soltó su brazo del mío, y me miró con cierta suspicacia: “No creo que debamos hacerlo... Hay demasiados carros... Mejor dejemos esto para otro día”. Traté de tranquilizarlo: “No se preocupe. Vamos a mirar cuidadosamente antes de cruzar”. El insistió en su argumentación: “Pero no es tan fácil... Uno puede creer que el carro va más despacio y de pronto ya lo tiene encima... Prefiero no cruzar la calle”. Le explique nuevamente que el procedimiento adecuado para su caso era enfrentar el miedo: “Vea, hagamos esto... Miramos los al mismo tiempo, y cuando usted diga 'ya', corremos hasta la otra acera. Le aseguro que no hay peligro. Piense que millones de personas cruzan diariamente las calles sin que les pase nada”. La réplica no se hizo esperar: “Pero algunos sí son atropellados”. Apelé eruditamente a la estadística: “Es verdad, pero la probabilidad es muy remota”, pero su argumento también fue estadístico: “¿Y si yo soy la excepción?” Le pedí que se arriesgara y que se dejara guiar por mí, pero tampoco fui lo suficientemente confiable para él: “Usted tiene gafas... ¿Cómo sé que alcanza a ver bien?”. Finalmente después de varios días de trabajo y de rebatir una a una sus consideraciones pesimistas, logró hacer el esfuerzo y encarar la calle con relativa calma.
Cuando llegamos al otro lado, la psicóloga que iba conmigo y yo no pudimos ocultar la típica expresión de “misión cumplida”. Habíamos dado un paso importante, ya que el sujeto había comenzado a calibrar su medidor de miedos. Pero el placer del triunfo no duró mucho: el paciente se hallaba inmóvil, mirando aterrado la otra orilla: "¡Qué hice!... ¡¿Y ahora cómo regreso?” Esta persona era víctima de una ansiedad anticipatoria altamente catastrófica y desproporcionada. Su calculador de posibilidades estaba desajustado, lo que era una probabilidad en un millón, la interpretaba como una en diez. Necesitaba la certeza total de que nunca sería atropellado y eso, tal como vimos, solamente se obtiene por medio de la Divina Providencia. La persona ansiosa no reacciona a los hechos, sino a lo que imagina de ellos, está atrapada en una especie de realidad virtual amenazante de la que no puede escapar. El trastorno ansioso es la consecuencia lógica de poseer una mente marcadamente inclinada al futuro, incapaz de procesar el presente.
Las personas Tipo A son expertas en predecir desastres, por eso viven estresados y en una zozobra permanente. El estrés puede definirse como una reacción de alarma persistente del organismo ante una situación evaluada como amenazante, que el sujeto es incapaz de disminuir. Un estado de tensión sostenido y perdurable imposible de controlar, es definitivamente desesperante; por eso, no es de extrañar que las personas que lo sufren entren en desesperanza. Lo curioso es que este fenómeno no parece existir en otras especies. A excepción de los conejillos de indias, donde experimentalmente se les induce tensión sostenida, no conozco animales que en su medio natural vivan con estrés. Y esto se debe dos razones. En primer lugar, ellos no permanecen el tiempo suficiente ante el evento aversivo: si la situación se complica, el miedo los obliga a irse (la terquedad parece ser un atributo exclusivamente humano). En segundo lugar, cuando el nivel de adrenalina o testosterona se eleva más allá de los umbrales normales por demasiado tiempo, recurren a métodos naturales de equilibrio y reestablecimiento de las funciones. Algunos hacen el amor, los gorilas buscan a su madre para que los “espulgue”, los felinos se estiran y se revuelcan, los chimpancés juegan, en fin, la naturaleza provee de los medios distensionantes para prevenir el trastorno y evitar enfermedades.
Aunque los humanos no contemos con las prebendas naturales de los animales, de todas maneras podemos reducir la tensión y mermar los niveles de adrenalina. El secreto está en construir un ambiente donde puedan coexistir la alegría y el reposo. Esa es la mezcla “molotov” para erradicar de una vez por todas la ansiedad y el estrés. Crear un ambiente motivacional donde pueda hacerse uso del silencio, dormir, caminar, sentarse bajo un árbol, oír música, mojarse bajo la lluvia, cantar en el baño, tocar a la gente, acostarse al borde de una quebrada, hacer el amor, meditar, practicar deportes divertidos, hacer baños de inmersión y leer, en otras palabras, tener un lugar personal en el mundo para hacer lo que realmente queramos hacer, donde los ratos agradables no sean la excepción, sino la regla. No hay mejor antídoto.




Fuente: De regreso a casa, por Walter Riso. 

lunes, 17 de agosto de 2015

Planteamiento del problema: de cómo la mente puede llegar a ser un estorbo.


El planteamiento del problema (De cómo la mente puede llegar a ser un estorbo).

Los seres humanos vivimos enfrascados en una milenaria disputa interna difícil de resolver. Nos pasamos la mitad del tiempo tratando de maquillar esos incómodos rasgos animales, que casi siempre asoman, y el tiempo restante exhibiendo la supuesta grandiosidad de un cerebro cada vez más evolucionado, protuberante y peligroso. Vivimos enredados entre lo que nos gustaría hacer y lo que deberíamos. Dos sistemas de procesamiento aparentemente irreconciliables pugnan por imponerse: uno es prepotente, directo y emocional; el otro, solapado, astuto y racional. Emoción vs. razón, un dilema sin resolver: la típica representación de la mente cabalgando sobre el potro salvaje de los instintos.

Como resulta obvio para la generación tecnológica, las preferencias están marcadamente inclinadas a favor de la inteligencia artificial. Las incautas emociones son consideradas como un exabrupto de la naturaleza, a veces necesarias, pero sin lugar a dudas retrógradas. Admiramos mucho más a la persona que logra contener sus emociones hasta constiparse, que aquélla que suelta un grito de felicidad en una biblioteca pública porque encontró el poema perdido. Privilegiamos demasiado lo mental, a expensas de lo natural.

Si las emociones son un subproducto arcaico del cerebro, amenazante en potencia y desagradable en esencia, ¿para qué exhibirlas? Además, poder doblegarlas estaría demostrando la supremacía del hombre civilizado sobre la bestia. Desde pequeños nos condicionan a no sentir demasiado, no vaya a ser cosa que nos deshumanicemos, como si lo exclusivamente humano fuera pensar. Nos encantan los niños que no gritan, que duermen mucho, que no lloran, que casi no defecan y que no se mueven mucho. Nos fascinan las personas que parecen plantas. Algunas mamás no crían niños, los riegan.

Las antiguas raíces prehistóricas del hombre siempre han sido un dolor de cabeza para los defensores de la razón, una irritante espina clavada en el "álter ego" de la cultura civilizada, que inexorablemente nos recuerda de dónde venimos. De ahí la importancia atribuida por muchos a saber camuflar y desterrar esos desagradables residuos del pasado animal. En una tertulia a la que fui invitado recientemente, uno de los participantes, defensor acérrimo de la mente, expresó su posición diciendo: "Al menos en este aspecto, parecería que Dios podría haberlo hecho mejor: ¿Qué necesidad tenía de emparentamos con los primates?" Cuando le dije que podíamos aprender muchas cosas interesantes de los chimpancés, no me volvió a hablar en toda la noche. Una típica conducta "humana”.



Tanto la ciencia como las corrientes espirituales, han intentado un programa supresivo emocional indiscriminado, pero sin mucho éxito. El organismo se ha resistido vehemente e inteligentemente a desprenderse de sus programas genéticos, como si dijera: "No insistan, si las emociones están conmigo por algo es". Ni los psicofármacos, ni la tan añorada "sobriedad emocional" oriental, han logrado domesticar significativamente el incontenible arrebato del sistema emocional-afectivo: cuando él considera que debe actuar, lo hace sin miramientos de ningún tipo.

Querer enterrar todas las emociones no sólo es una tarea imposible, sino peligrosa para la salud. Cuando el poderoso super yo comienza a frenar más de la cuenta los impulsos sanos y naturales que pugnan por salir, se produce un desequilibrio mente-cuerpo. En estos casos, el organismo, además de aburrirse como una ostra, desaprovecha recursos energéticos, pierde motivación y decae en su capacidad comunicativa. Las investigaciones psicológicas son claras en demostrar que el desconocimiento de los propios estados emocionales acortan la vida y predisponen a todo tipo de enfermedades. La emoción es la manera en que Dios nos recuerda que estamos vivos. Si logramos integrarla adecuadamente a nuestra vida, lograremos una mayor coherencia entre lo que hacemos, pensamos y sentimos, y un sentido de vida más vital. No estoy sugiriendo que seamos una especie de colon espástico con patas, o un simio juguetón, sino que modulada y saludablemente dejemos que la emoción actúe con nosotros y a través nuestro.

Como no estamos acostumbrados a hacer contacto con nuestras emociones, hemos creado una dislexia emocional, un analfabetismo respecto a su gramática básica.

No sabemos qué hacer con ellas, nos queman y se las pasamos al vecino, al psicólogo o al cura. No somos capaces de discriminar qué emoción es buena, saludable y amable, y cuál no. Queremos eliminarlas a toda costa o al menos reducirlas, que más da si es el Prozac o las esencias florales, lo importante es controlarlas. Pero la biología no puede censurarse por decreto.
La ignorancia emocional se conoce con el nombre de alexitimia, y significa incapacidad de lectura emocional. Como veremos más adelante, las personas bloqueadoras (no lectoras) de emociones son propensas al cáncer y a contraer enfermedades del sistema inmunológico. Nos da miedo acercarnos a las emociones, porque cuando se activan demasiado perdemos el control. Emocionarse intensamente es quedar a la deriva y bajo el auspicio directo del universo. Bucear más allá de la razón y descifrar los antiguos códigos genéticos que aún se mantienen limpios, nos atemoriza. No sabemos mirar tan profundamente, y el no hacerlo, nos despoja de una de las mayores fuentes de sabiduría. Tal como decía Krishnamurti: “En ti se reproduce la historia de toda la humanidad". Solamente basta abrir el libro de la vida y leer en él. Si quieres entender el cosmos, búscalo en tus sentimientos, ahí encontrarás lo que necesitas saber.

Pero la cuestión no es tan sencilla. Nuestro sistema atencional es claramente externalista, estamos más afuera que adentro. La confianza en uno mismo se ha trasladado a los amuletos, los astros, el cambio de gobierno, los ángeles o el destino.

Nos movemos entre las promesas de los astrólogos y las reencarnaciones de un pasado difícil de indagar. Como en el cuento del borrachito, buscamos las llaves donde hay luz, aunque las hayamos perdido en otra parte. Una de mis pacientes, muy motivada por el crecimiento espiritual, antes de salir para su trabajo comenzaba la siguiente secuencia de actividades de "crecimiento interior": caminaba descalza un rato para absorber la energía de la tierra, colocaba un vaso con agua al sol antes de beberlo, meditaba veinte minutos con un mantra asignado por un director de la escuela de Maharishi, luego volvía a meditar otros diez minutos con un sonido cuántico sanador aprendido de otro maestro espiritual, ingería un desayuno ayurvédico, leía el horóscopo y se le entregaba con una oración al ángel de la guarda. Como resulta evidente, al comenzar su jornada laboral ya estaba agotada. Cuando después finalmente logró desligarse de tantos requisitos externos y dejó que la frescura de su propio interior se manifestara libremente, comenzó a vivir su espiritualidad de una manera más tranquila y natural. Centralizó su actividad exclusivamente en la meditación y la autoobservación, y soltó uno a uno los bastones en los cuales se había apoyado innecesariamente. Hacerse cargo de uno mismo, no deja de ser un placer cuasi narcisista saludable. Aunque todas las emociones nos enseñan, no todas son buenas y aceptables.

Hay sentimientos autodestructivos y altamente peligrosos que deben manejarse con cuidado o eliminarlos para siempre. Otros, como los amigos de verdad, nos ayudan en las buenas y en las malas, fortalecen el yo y nos engrandecen. Establecer esta diferenciación es fundamental antes de actuar.


Emociones primarias y secundarias: lo bueno para rescatar y lo malo para suprimir

Las emociones primarias son aquellas con las que nacemos. Son naturales, no aprendidas, cumplen una función adaptativa, son de corta duración y se agotan a sí mismas. Solamente duran lo indispensable para cumplir su misión: dolor, miedo, tristeza, ira y alegría, son algunas de las más importantes. Ellas forman parte de la persona y cumplen un papel vital para que podamos sobrevivir y adaptarnos al mundo. Si se reprimen sistemáticamente y se interrumpen con frecuencia, afectan gravemente la salud física y mental. Hay que Convivir con todas, integrarlas a nuestra vida y aprender de su funcionamiento. La sabiduría natural se expresa a través de ellas.

Las emociones secundarias son aprendidas, mentales, y aunque algunas de ellas, bien administradas, puedan llegar a ser útiles, no parecen cumplir una función biológica adaptativa. Son defensivas o manifestaciones de un problema no resuelto, y casi siempre implican debilitamiento del yo: sufrimiento, ansiedad, depresión, ira y restricción-apego, son algunas de las más significativas. A diferencia de las primarias, no se agotan a sí mismas y pueden permanecer por años o toda la vida. Si las dejamos actuar libremente y no las controlamos o eliminamos, nos enfermamos. Hay que tratar de reducirlas al máximo o quitarlas de nuestra vida y aprender de ellas lo que podamos. Son expresiones de la mente.

Las emociones secundarias pueden considerarse prolongaciones mentales de las emociones primarias. El dolor, la información corporal que nos permite saber cuándo un órgano anda mal, se extendió a supuestos “órganos mentales” y nació el sufrimiento. El miedo, el encargado de protegernos ante el peligro, se trasladó anticipatoriamente y se creó la ansiedad. La tristeza, que permite desactivar el organismo para su posterior recuperación, se generalizó en un sentido autodestructivo en lo que se conoce como depresión psicológica. La ira, la principal fuerza interior para vencer obstáculos, se almacenó en forma de rencor y resentimiento. La alegría, la más poderosa e importante de las emociones, fue duramente restringida o convertida en apego al placer. El aparato mental humano creó una dimensión artificial paralela a la realidad fisiológica, invadió los terrenos de lo natural y se apropió indebidamente de siglos de evolución. Posiblemente ése sea el origen de la enfermedad mental.

La estructura psicológica humana gira alrededor del tiempo. Si observamos por un momento cómo funciona la mente, descubriremos algo sorprendente. Nunca está quieta. Siempre hay una sensación de movimiento interior; una impresión de ir y venir; un desplazamiento de lo que uno “es”, a lo que uno "va a ser". Poseemos el don de transitar a través del tiempo mental como nos dé la gana. Podemos resucitar el pasado más remoto, crear el futuro con siglos de anticipación, congelar los momentos y, lo que es más importante, repetir el viaje cuantas veces queramos. Como un péndulo incapaz de detenerse, la mente humana se balancea incesantemente entre pasado y futuro, postergación y esperanza, culpa y amenaza, nostalgia y desilusión. El aquí y el ahora, la parada donde supuestamente reposa la verdadera tranquilidad, se reduce a una estación de paso para seguir fluctuando. El "llegar a ser", el "yo ideal" y los famosos "debería", son productos de esta extraña habilidad de proyectarse en el tiempo. Tal como reza un proverbio Zen: "La mente insensata no se detiene, si se detiene es iluminación". Hay que tratar de disminuir las fluctuaciones de la mente hasta donde podamos, para estar más atentos al momento presente.




Fuente: De regreso a casa, por Walter Riso.

Disciplina Positiva: ¿Qué es y cómo hacerlo?

Disciplina Positiva: ¿Qué es y cómo hacerlo?

Ser padres es un viaje alegre, a veces frustrante y agotador, pero también regocijante. El desafío es enorme: tomar de la mano a un ser humano que comienza a vivir y dirigirlo hacia su edad adulta. En el proceso habrá que enseñarle todo lo que necesita saber para ser feliz y vivir la vida correctamente.

Hay épocas en que para todos los padres este desafío resulta abrumador. A veces, no sabemos qué hacer. Otras, nada de lo que hacemos parece correcto. Y, además, están todas las demás tensiones en nuestras vidas, lo que resulta difícil de superar.

La mayoría de nosotros aprende a ser padres haciendo camino al andar. Tenemos poca información sobre el desarrollo del niño(a), así que confiamos en nuestros instintos o en nuestra propia experiencia de la niñez. Pero muchas veces nuestros instintos son reacciones emocionales, no pensadas adecuadamente. Incluso, a veces son negativas o violentas.

Consecuentemente, muchos padres piensan que la disciplina consiste en reprender y castigar físicamente. Otros se sienten mal por no controlar sus emociones. Y también existen aquéllos que se sienten simplemente desamparados.

Pero hay otro camino llamado “Disciplina Positiva”. Disciplina significa realmente "enseñar". La enseñanza se basa en fijar las metas para aprender, planear un acercamiento eficaz y encontrar las soluciones que funcionan de verdad.

La Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño garantiza su protección contra todas las formas de violencia, incluyendo el castigo físico. También reconoce la dignidad de los niños(as) y el respeto a sus derechos.

La "disciplina positiva" es no-violenta y es respetuosa del niño como aprendiz. Es una aproximación a la enseñanza para ayudarlos a tener éxito, les da la información, y los apoya en su crecimiento.

“Los niños tienen derecho a la protección contra toda forma de violencia”
Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, Artículo 19.

El presente manual se basa en resultados de décadas de investigación, lo que nos ha enseñado mucho sobre cómo se desarrollan los niños y sobre la paternidad eficaz.


La disciplina positiva es:
• No-violenta.
• Enfocada a obtener soluciones.
• Respetuosa y de acuerdo a principios de desarrollo infantil.
La disciplina positiva proporciona una base de referencia para los padres. Es un sistema de principios que pueden aplicarse en una amplia gama de situaciones. Es más, es un sistema de principios que pueden orientar todas las interacciones con los hijos, no sólo en los grandes desafíos.
La Convención sobre las Derechos del Niño reconoce que los padres y madres tienen derecho a ser asistidos para llevar a cabo su importante rol. Lo que intenta este manual es proporcionar información y ayudar a los padres a aprender cómo disciplinar a sus niños(as) sin violencia.

“Los padres tienen derecho a ser apoyados en la educación de sus hijos”
Convención sobre los Derechos del Niño, Artículos 18 y 19.


La disciplina positiva reúne:
• Lo que sabemos sobre el desarrollo sano de los niños(as).
• Los resultados de la investigación sobre ser padres y madres de manera eficaz.
• Los principios del derecho infantil.


Para quién es este manual
Está destinado a padres y madres de niños y niñas de todas las edades. Trata los problemas comunes que se presentan desde el nacimiento hasta los 9 años. La información que contiene puede ser provechosa para cualquier familia.

Este manual también va dirigido a los futuros padres y madres. Puede ser muy útil pensar en la paternidad y maternidad responsable antes de que lleguen los hijos. Cuando estamos bien informados y preparados para los desafíos, tenemos más probabilidades de manejarlos con éxito.

Este manual también fue pensado para aquellos que apoyan a los padres y madres, tales como educadores de padres, guías de círculos de padres, y para los orientadores familiares. Puede ser utilizado individualmente, o en grupos para generar la discusión y fomentar la solución de problemas.

Algunos niños(as) presentan desafíos particulares que no son típicos de su edad. Estos incluyen el autismo, el déficit atencional, malformaciones fetales relativas al espectro del abuso de alcohol, retrasos en el desarrollo, y daño cerebral. Si el comportamiento de su hijo amerita una atención especial, debe buscar ayuda y consejo lo antes posible. En tanto que la información en este manual puede ser provechosa para cualquier familia, es aconsejable que los padres y madres de niños(as) con condiciones especiales busquen ayuda adicional de profesionales especializados.

La disciplina positiva NO es:
• Ser padres y madres permisivos.
• Dejar que su niño(a) haga lo que él desea.
• No tener reglas, límites o expectativas.
• La disciplina positiva no consiste en reacciones de corto plazo o castigos alternativos a dar unas palmadas o golpear.

La disciplina positiva ES:
• Encontrar soluciones a largo plazo que desarrollen la autodisciplina de los hijos(a).
• Comunicar a sus hijos con claridad sus expectativas, reglas y límites.
• Construir una relación mutuamente respetuosa con ellos(as).
• Enseñarles habilidades que les serán útiles para toda la vida.
• Aumentar la capacidad y la auto-confianza de sus hijos para manejar desafíos vitales.
• Enseñarles cortesía, no-violencia, empatía, amor propio, derechos humanos y respeto a los otros.



Cómo está organizado este manual
Este manual está organizado como una secuencia de pasos. Cada uno se funda en el anterior. Por eso se recomienda leer todo el manual y hacer los ejercicios según vayan apareciendo.
Según se vayan desarrollando las habilidades de disciplina positiva, no debe olvidarse que todos –padres, madres y niños(as) por igual- somos principiantes. Todos lo intentamos, fallamos, intentamos otra vez, y finalmente tenemos éxito.


El ser padres y madres no es un destino, sino un viaje.
Comencemos pensando en las herramientas que necesitaremos para hacer que el viaje sea exitoso.
• La disciplina positiva es un enfoque de la crianza de los hijos(as).
• Es una manera de pensar.
• Se basa en cuatro principios de la crianza eficaz, centrándose en la identificar objetivos de largo plazo, entregar calidez, proporcionar estructura, comprender cómo piensan y sienten los niños(as), y solucionar de conflictos.





Fuente: Manual sobre Disciplina Positiva, de Joan E. Durrant, Ph.D.

Disciplina Positiva

Disciplina Positiva: Herramientas para los Padres


La disciplina positiva tiene su base en las enseñanzas de Alfred Adler y Rudolph Dreikurs. Adler fue un estudioso de la conducta del ser humano cuyas ideas permanecen vigentes aun hoy día. Adler desarrolló la psicología individual la cual se aplica para mejorar las relaciones interpersonales del individuo, la familia y la sociedad. Uno de los discípulos de Adler fue Rudolph Dreikurs, autor de un sinnúmero de libros dirigidos a padres y maestros para que entiendan la aplicación práctica de la teoría adleriana. Muchos de los conceptos sugeridos por Dreikurs fueron mal interpretados por algunos adultos en la crianza de sus niños. Esta falta de entendimiento llevaba a una aplicación inadecuada de las técnicas sugeridas y los adultos las utilizaban para sacar ventaja sobre los nudos y ganarles en vez de dejar que ellos se sintieran ganadores.

Ganarles a los niños hace que éstos desarrollen un sentimiento de perdedores que los crea rebeldes y altamente sumisos. Ninguna de estas características es deseable para los niños. Desarrollar niños ganadores quiere decir enseñarles a ser cooperadores y responsables, a desarrollar destrezas para la solución de problemas y autodisciplina en un ambiente en el que prevalezca el respeto mutuo. La disciplina positiva enfatiza estos principios de dignidad y respeto entre los padres y los niños. Es una disciplina basada en la cooperación, en el respeto mutuo y en compartir responsabilidades lo que hace más efectiva la convivencia diaria que en una disciplina donde prevalezca el control absoluto o la falta de éste.

Por disciplina positiva se entiende la doctrina o la enseñanza que ayuda a entender la conducta inadecuada de los niños, promueve actitudes positivas hacia los niños y les enseña a tener buena conducta, responsabilidad y destrezas interpersonales por medio del uso de los principios de generosidad, estímulo y respeto mutuo. La disciplina positiva brinda a los padres las herramientas para guiar a sus niños en forma positiva y efectiva.

Muchas de las sugerencias que se ofrecen en este adiestramiento te darán la clave para ser un buen padre todos los días, de forma tal que puedas ayudar a tus hijos a ganar valor, confianza y destrezas para la vida. Puntos claves que debemos recordar antes de explicar las herramientas para que los padres logren que sus hijos sean felices, responsables e individuos que contribuyan a esta sociedad:
  1. Recuerde que el propósito a largo alcance de los padres es ayudar a sus niños en el desarrollo de su autoestima y las destrezas de la vida que ellos necesitan para ser seres humanos efectivos, felices y miembros contribuyentes al bienestar de su familia y la sociedad.
  2. Seleccione las herramientas o sugerencias más apropiadas de acuerdo con sus circunstancias.
  3. Para poder desarrollar sentimientos o acciones que puedan ser más efectivas para su niño, debe recordar:
    1. Mantener la dignidad y el respeto por usted y por su niño.
    2. Trazar metas a largo alcance en su mente.
    3. Enfocar en las soluciones en vez de en los castigos.
    4. Investigar qué es lo que su hijo quiere o ha decidido. Esto puede ser bastante diferente a lo que usted intenta enseñarle.
    5. Trate de involucrar a su niño para que aprenda a trabajar hacia soluciones. Al involucrarlo está incitándole a cooperar y a desarrollar destrezas de la vida.
    6. Trabaje con estas herramientas en forma flexible, ya que no todos los niños son iguales.


Antes de comenzar a usar estas herramientas en la crianza de sus niños, pregúntese: ¿qué es lo que trata de conseguir de su niño? Después de esto ya estará listo para comenzar a conocer cuáles serán las herramientas más efectivas que usará como padre en la crianza de su hijo.



Fuente: Disciplina Positiva, Herramienta para los Padres. Universidad de Puerto Rico.


jueves, 13 de agosto de 2015

El heptálogo de las emociones

El hombre es un ser fundamentalmente emocional. Las neurociencias actuales nos enseñan que el ser humano no ve, siente u oye sino a través de los filtros emocionales de su cerebro. Me gusta como lo expresa O. Wilson (1998): “Sin el estímulo y guía de la emoción el pensamiento racional se enlentece y desintegra. La mente racional no flota por encima de lo irracional; no puede liberarse y ocuparse sólo de la razón pura. Hay teoremas puros en matemáticas pero no pensamientos puros que los descubran”. Sin duda, la emoción sigue embebiendo el cerebro racional del hombre.

La emoción, que en su origen debió de ser escudo protector máximo de la supervivencia biológica, es hoy también lo que mantiene vivo y competitivo al hombre en su relación con los demás. Es más, posiblemente sea uno de los fundamentos más profundos de su ser y estar en el mundo.


El heptálogo de las emociones

1.- Las emociones sirven para defendernos de estímulos nocivos (enemigos) o aproximarnos a estímulos placenteros o recompensantes (agua, comida, juego o sexo)  que mantengan nuestra supervivencia. En este sentido, además, las emociones son motivadoras. Es decir, nos mueven o empujan a conseguir o evitar lo que es beneficioso o dañino para el individuo y la especie.

2.- Las emociones generan que las respuestas del organismo (conducta) ante acontecimientos (enemigos, alimentos) sean polivalentes y flexibles. Son reacciones que ayudan a encontrar, no una respuesta fija ante un determinado estímulo, sino que bajo la reacción general de alerta, el individuo escoge la respuesta más adecuada y útil entre un repertorio posible. Ello se expande enormemente  con la aparición de los sentimientos (la parte consciente de las emociones). Las emociones y los sentimientos, de esta manera, dotan de una versatilidad a la conducta. Y ello, obviamente, es de más utilidad para la supervivencia del individuo y de la especie.

3.- Las emociones sirven a las funciones del punto primero y segundo, “alertando” al individuo como un todo único ante el estímulo específico. Tal reacción emocional incluye activación de múltiples sistemas cerebrales (activación reticular, atencional, mecanismos sensoriales, motores, procesos mentales), endocrinos (activación suprarrenal medular y cortical y otras hormonas), metabólicos (glucosa y ácidos grasos), y en general activación de muchos de los sistemas y aparatos del organismo (cardiovascular, respiratorio, etc., con el aparato locomotor –músculo estriado- como centro de operaciones).

4.- Las emociones mantienen la curiosidad y con ello el descubrimiento de lo nuevo (nuevos alimentos, ocultación de enemigos, etc.). De esta manera ensanchan el marco de seguridad para la supervivencia del individuo.

5.- Las emociones sirven como lenguaje para comunicarse unos individuos con otros (de la misma especie o incluso de especies diferentes). Es una comunicación rápida y efectiva. En el hombre el lenguaje emocional es también un lenguaje básico tanto entre los miembros de una misma familia (padres e hijos) como entre los miembros de una sociedad determinada. Ellos, además, crea los lazos emocionales (familia, amistad) que pueden tener claras consecuencias de éxito, tanto de supervivencia biológica como social.

6.- Las emociones sirven para almacenar y evocar memorias de una manera efectiva (Rolls, 1999). A nadie se le escapa que todo acontecimiento asociado a un episodio emocional (debido a su duración tanto como a su significado) permite un mayor y mejor almacenamiento y evocación de lo sucedido. Ello, de nuevo, tiene claras consecuencias para el éxito biológico y social del individuo.

7.- Las emociones y los sentimientos “pueden jugar un papel importante en el proceso de razonamiento y en la toma de decisiones, especialmente aquellas relacionadas con la persona y su entorno social más inmediato” (Damasio, 1994). Este punto nos invita a pensar que, en el hombre, las emociones siguen siendo uno de los constituyentes o pilares básicos sobre los que descansan casi todas las demás funciones del cerebro. Más que eso, la forma suprema del funcionamiento cerebral, el razonamiento mismo, resulta, como señala Damasio, de la actividad concertada entre la corteza cerebral y la parte más antigua del cerebro: la que genera las emociones.







Fuente: “El cerebro sintiente”, por Francisco Mora. 

lunes, 10 de agosto de 2015

Antecedentes Históricos del Análisis Existencial y Logoterapia

Raíces filosóficas y psicológicas.

Uno de los grandes méritos de Víktor Frankl, fue el enlace o inclusión que hizo de disciplinas que por tradición se mantenían alejadas: psiquiatría, psicología y filosofía.
Desde muy pequeño, su espíritu inquieto lo llevó a interesarse por temas filosóficos. En su adolescencia y juventud profundizó en su estudio, en especial en la filosofía existencialista que en esos años era tema de controversia y gran interés en el ambiente intelectual de Viena.

El joven Frankl, se reunía con los propios representantes del pensamiento existencialista –Martin Heidegger y Karl Jaspers- para discutir esos temas.

Para Frankl la filosofía es una parte esencial de la naturaleza humana y en distintas ocasiones afirmó que no puede ni debe desligarse de la actividad terapéutica ya que muchos problemas humanos, angustias y hasta neurosis se derivan con frecuencia de una postura filosófica determinada.

El profundo estudio de la obra de Max Scheler lo marca de tal manera que más tarde incluiría en el desarrollo de su teoría la importancia de la actualización de los valores para un sano desarrollo de la personalidad.

Por otro lado, como estudiante de Medicina y Neuropsiquiatría, Frankl profundizaba en el estudio del psicoanálisis freudiano. Reconoció la genialidad de Sigmund Freud, sin embargo, no estaba de acuerdo en algunos de sus planteamientos.  En especial se opuso a la visión determinista y dogmática del psicoanálisis y a su visión reduccionista del ser humano. Para Víktor Frankl, la concepción que Freud tenía del hombre, era tal que deformaba al ser humano a una caricatura.

Se une entonces al grupo Adleriano e inicia con sus maestros Allers y Zchwartz varios centros de consultoría para los jóvenes afectados por los efectos de la primera guerra mundial.  Los temas más frecuentes eran entonces, depresión y suicidio. Estos centros tienen tal bienvenida que pronto se abren varios más en Frankfurt, Praga, Zurich y Berlín.
Víktor Frankl tuvo la influencia de muchos pensadores, mas siguió siempre su propio camino.  Su Logoterapia es el resultado, por un lado, de la maduración de dichas influencias y de los aportes de la propia experiencia de Frankl.

Varios autores y el propio Frankl, consideran la Logoterapia como una psiquiatría existencial, como parte de la tradición existencial europea. Otros la anexan a la psicología existencial-humanista por la influencia que el pensamiento existencial europeo tuvo en el surgimiento de la psicología humanista.

A continuación haremos una breve revisión del origen y principales conceptos de la filosofía existencial surgida en Europa.


La filosofía existencial-humanista.

La filosofía existencialista representa un parte aguas para la filosofía tradicional.

Sören Kierkegaard (1813-1855) es considerado el padre de dicha filosofía. Pero hasta casi un siglo después fue retomada y continuada en Alemania por Martin Heidegger.

Kierkegaard hablaba de la existencia concreta de la persona con su singularidad, autonomía, con su sentido de libertad y responsabilidad. Fue el primer autor en señalar que cuando surge la angustia, la impotencia, la desesperación, el quebranto y la culpa, es cuando el ser humano puede concientizarse de su humanidad.

La reaparición de sus ideas en Alemania y después Francia, reflejaban la situación de inseguridad, inestabilidad y angustia que se vivía en Europa tras la primera guerra mundial. Y se vio reforzada –asentándose como fuerza independiente- después de la vivencia de la segunda guerra mundial.

Sus temas resonaban en lo más profundo de las personas de esa época: la preocupación por la “existencia”, lo humano concreto. La explicación de la existencia humana desde el plano de lo inmediato de la experiencia personal. No se trata de entender ni analizar racionalmente la existencia humana, su fragilidad, su angustia, su finitud.

Rollo May define el movimiento existencialista como “tomar como centro a la persona existente”, donde el énfasis se pone en el ser humano como surge y deviene.

Cuando el ser humano se enfrenta a los supuestos básicos de la existencia: la libertad, el aislamiento, la carencia de sentido vital y la muerte, entra en conflicto y angustia existencial. Sin embargo, no enfrentarse a ellos significa vivir dormido.

Siguiendo la línea de Kierkegaard, Martín Heidegger desarrolla una “ontología fundamental”. Heidegger fue alumno de Husserl, el creador de la fenomenología.

Plantea que el ser humano -por ser consciente de sí mismo- está en situación de preguntarse acerca de su ser, de su existencia y con ello ser simultáneamente en relación con otros seres humanos y objetos del mundo. Este ser-en-el-mundo es “arrojado” a su existencia.

Otros existencialistas empiezan a surgir y a hacer su propios aportes. Por un lado, el existencialista francés Jean Paul Sartre, quien desde una postura atea enfatiza el sinsentido de la existencia y por otro lado el alemán Karl Jaspers quien se ubica dentro del existencialismo teísta junto con Gabriel Marcel.

Jaspers considera las “situaciones límite” que nos presenta la vida como la ocasión para el hombre de trascenderse.  Tanto para Jaspers como para Kierkegaard abrirse a la trascendencia implica “devenir lo que se es”, asumir la angustia de la propia condición del ser.

Por su lado, Martin Buber, destaca la filosofía del diálogo y plantea que la existencia auténtica sólo se logra en el “encuentro” con el otro, en el diálogo yo-tú.

Los analistas existenciales como Ludwig Binswanger, Medard Boss, E. Minkowsky, Roland Kuhn, Igor Caruso y el propio Frankl, investigaban y publicaban sin ser conocidos. Estos autores permanecieron ocultos para América hasta que el libro de Rollo May “Existencia” fue publicado en 1958.

Las corrientes filosóficas existencialistas y la fenomenología de Brentano y Husserl, se desarrollaron paralelas en el tiempo pero en forma independiente una de otra hasta que se cruzan en la figura de Heidegger.

Todos los autores existencialistas concuerdan en usar el método fenomenológico al abordar un tratamiento con un paciente. “Esto significa entrar en el mundo de su experiencia y escuchar los fenómenos que relata sin ningún presupuesto previo que distorsione la comprensión”. (Yalom,1984)

Es la tradición existencialista europea junto con algunas circustancias históricas, sociales y económicas como la depresión económica que vivía Estados Unidos, la migración de los intelectuales europeos perseguidos por el nazismo, entre otras, lo que da lugar al surgimiento de la Psicología Humanista en ese país.

Dicha migración significó una renovación cultural y humanista. Hubo un gran interés por la filosofía existencialista que los inmigrantes llevaban consigo.

Los escritos de Kierkegaard, Husserl, Heidegger,Buber, Jaspers y Sartre que planteaban una nueva visión del ser humano y de la vida fueron tan bien acogidas como las ideas de la filosofía oriental (Zen y Tao).

Muchos de los inmigrantes pertenecían también al mundo de la psiquiatría y de la psicología. Por un lado los representantes de la Escuela de Berlín de la psicología de la Gestalt: Max Wertheimer, Wolfgang Köhler, Kart Koffka y Kurt Lewin quienes emigraron juntos a los Estados Unidos.  Del campo del psicoanálisis los que se oponían al dogmatismo de Freud: Alfred Adler, Erich Fromm, Wilhelm Reich, Otto Rank, Fritz Perls, Ruth Cohn, Karen Horney, Frieda Fromm-Reichmann y Helene Deutsch. Y del área de la psiquiatría: Ludwig Binswanger y Medard Boss con su “análisis de la existencia” y la orientación organísmica de Kurt Goldstein que fueron menos comprendidos en América.

Tras esta revolución ideológica, se establece en 1950 una nueva escuela ideológica encabezada por Abraham Maslow a la que llamaron “psicología humanista”, pero no fue hasta 1961 que aparece públicamente con la aparición del Journal of Humanistic Psychology, y un año más tarde se funda la Asociación Americana de Psicología Humanista presidida por A. Maslow.

En 1963 James Bugental formula cinco principios básicos de la psicología humanista:
  1. “El hombre, sobrepasa la suma de sus partes (o sea, que el hombre no puede explicarse simplemente a partir del estudio científico de sus funciones parciales)
  2. El hombre es un ser dentro de un contexto humano (es decir, que el hombre no puede entenderse estudiando simplemente sus funciones parciales y dejando de lado su experiencia interpersonal)
  3. El hombre tiene una conciencia (y solo puede explicarse psicológicamente desde teorías que reconozcan el curso continuo de la autoconciencia humana, tomada por sus distintas capas).
  4. El hombre tiene una capacidad de elección (no es un espectador de su propia existencia, sino que crea sus propias experiencias).
  5. El hombre tiene una intencionalidad (tiende hacia el futuro, tiene un propósito, unos valores y un significado)” (Yalom,1984)


Similitudes y diferencias entre la psicoterapia existencial y la psicología humanista:

A pesar de que la psicoterapia existencial (a la que pertenece la Logoterapia) mantiene relaciones un tanto confusas con la psicología humanista, comparten muchos supuestos básicos y no son pocos los psicólogos humanistas que tienen una orientación existencial. Entre ellos Maslow, Perls, Bugental, Bühler y Rollo May. (Yalom,1984)

H. Quitman nos dice que la filosofía existencial y la fenomenología europeas constituyen el fundamento más importante para los conceptos de la psicología humanista.

Oscar Oro coincide al decir que los humanistas comparten con los existencialistas europeos varios supuestos básicos y tienen una orientación existencial. Comparten también el valorar lo que el ser humano posee de superior: la razón, la libertad, la autonomía, la creatividad, lo indeterminado.

Otro aspecto que tienen en común tiene que ver con el planteamiento de Kierkegaard: “la verdad existe para el individuo sólo en cuanto ésta se traduce en acción”.

“En América, la psicología existencialista ‘se ha unido con la nueva psicología de la tercera fuerza’, así la mayor parte de los expertos en este campo hablan de la psicología existencial-humanista.” Nos dice Giordani. Oscar Oro por su lado afirma que más que un auténtico vínculo filial entre la psicología humanista y la existencial, existe no más que un parentesco.

A pesar de tener un transfondo común, varios autores marcan una línea divisoria. Rollo May subraya particularmente la falta de un sentido de lo trágico en la existencia humana por parte de los americanos, “su represión del sentido ontológico, su huida de la conciencia de su propio ser”. (R.May,1978)

Otro aspecto  que omite la psicología humanista son los conceptos clave del existencialismo: la situación límite y la dimensión del sufrimiento.

Oro destaca una radical distinción entre la expansión del ser –concepto central en la psicología humanista- y el ser-en-el-mundo y la trascendencia de la filosofía existencial. Igualmente marca la diferencia entre el concepto de espiritualidad según unos y otros.

Afirma también que los psicólogos humanistas han ido “americanizando” el pensamiento existencial, adaptándolo a una visión empirista e individualista y no han integrado el pasado cultural europeo en su totalidad sino en forma muy parcializada, desligándolo de sus raíces filosóficas.

La teoría que Víktor Frankl desarrolla, al estar fundamentada sobre la tradición existencialista, toma en cuenta las limitaciones humanas y la dimensión trágica de la existencia. Es un gran optimista pero no basa ese optimismo en la negación u omisión de las limitaciones sino en la posibilidad de trascenderlas y de encontrar sentido, incluso en la tragedia. Intuye que el sufrimiento puede no ser en vano, puede abrir nuevas y profundas perspectivas en la persona y transformarse en un logro personal.

Frankl menciona el concepto central de su teoría –el sentido de la vida- desde muy temprano (1925), pero es en los campos de concentración donde lleva a la práctica su teoría. “Las auténticas facultades humanas de la autotrascendencia y el autodistanciamiento fueron verificados y convalidados en forma existencial en los campo de concentración. Este empirismo en su más amplio sentido de la palabra confirmó “la voluntad de sentido” y la autotrascendencia y sus efectos terapéuticos.

Parte de su persona, más aún, responde a través de su vivencia a la pregunta que, como psiquiatra, intenta responder: “¿Cómo puede uno despertar en un paciente el sentimiento de que tiene la responsabilidad de vivir por muy adversas que se presenten las circunstancias?” (Frankl,1989)

Gordon Allport –en el prefacio de “El hombre en busca de sentido”- pregunta: “¿Cómo pudo él –que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que padeció hambre, frío,brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio-, cómo pudo aceptar la vida como digna de vivirla?”

Se podría afirmar que la psicología humanista va de más (el potencial humano) a más (la autorrealización) mientras que la logoterapia va de menos (limitación y sufrimiento) a más (logro personal, sentido).

Referencias Bibliográficas:
Frankl,V.E. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder, Barcelona, 1989.
May,R. El dilema existencial del hombre moderno. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1978
Yalom, I. Psicoterapia Existencial. Ed. Herder, Barcelona, 1984
Arocena Ponce de León, Marcela. Autorrealización y Trascendencia.